jueves, 27 de junio de 2013

TU REFRIGERIO ESPIRITUAL DE HOY: Conversando con Jesús Juan 3: 1-15

Conversando con Jesús
Juan 3: 1-15

José Gil y Alfonso Estrada

Estuve meditando la lectura de la conversación más famosa en la biblia, la que sostuvieron un hombre llamado Nicodemo y Jesús. Detalles pasan por mi mente, como el hecho inusual de un anciano maestro consultando a un joven que apenas había alcanzado la mayoría de edad. Trato de imaginar como hizo para contactar a alguno de los discípulos para que le dijese el lugar donde pasarían aquella noche, y poder venir a dialogar…buscando respuestas, buscando aclarar el misterio sobre quien era aquel joven predicador que hacia milagros, que echaba a los mercaderes del templo, que alimentaba multitudes, buscado, sobre todo, algo que su longevidad y conocimiento no le habían podido dar…plenitud.

Mientras meditaba estas cosas sobre Nicodemo pude ver similitudes con mi vida, y encontré en las respuestas de Jesús para el anciano, las respuestas a algunas de mis inquietudes. Te comparto tres aspectos que llamaron mi atención, y sobre las que necesito profundizar en mi propia vida.

Lo que temía: seguramente el anciano maestro de la ley supo de la expulsión de los mercaderes en el templo, y que había llamado ladrones a los involucrados en aquellos negocios. Lucas 19:47 y 20:19 muestran el odio profundo de colegas y superiores de Nicodemo contra Jesús. Entonces decide ir a hablar con el maestro, pero de noche. Temía ser visto, temía ser etiquetado como seguidor de Jesús, temía perder su posición de prestigio, su jubilación, su seguro médico, su posibilidad de reunirse con colegas a tomar el té o compartir una cena. Sin embargo, a pesar de su temor, Nicodemo fue. Avanzando entre su temor y la sed de su alma, a la sombra de la noche, fue al encuentro con la fuente de agua vida.
 
Lo que no entendía: Nicodemo vino a Jesús para tener una discusión teológica sobre el origen del poder para hacer señales. Al igual que muchas personas el anciano reconocía la autoría de Dios en los hechos. Sin embargo, Jesús detiene en seco el discurso introductorio y halagador de Nicodemo y le señala algo que su visitante no entendía. “El que no nazca de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Moisés pudo ver la tierra prometida desde Lejos, y claro que Nicodemo lo sabía, pero ahora el joven predicador le dice que quien no nace de nuevo ni siquiera podrá ver el reino divino, esto es, no tiene la capacidad de ver ni entender las obras de Dios. Nicodemo sabía todo sobre el ayuno de los martes y los sacrificios de los viernes, era un experto en cuantos metros se podía caminar un sábado y cuantos granos de mostaza completaban el diezmo a dar por cada kilo. Podía tomar un pelo de la ley y partirlo en 10 partes iguales con su conocimiento teórico, pero Nicodemo no entendía lo que era “nacer de nuevo…nacer del agua y Espíritu”. El anciano pensaba en reformas y mejoras a la ruina del hombre a través de rituales, y por eso no entendía que el reino de los cielos vino para lavar las culpas y darnos al Espíritu de Dios, una vida nueva, cero kilómetros, una pizarra limpia, un nuevo comienzo.
 
Lo que ignoraba: imagina que están hablando bajo un árbol y mientras Jesús buscaba el corazón de Nicodemo, rodeado de raíces viejas y rígidas de religión, sediento de un nuevo latir, una brisa desprendió una hoja del árbol y la dejó caer entre los dos hombres. Jesús la levanta, se la muestra a su futuro discípulo, y le dice “el viento sopla donde quiere, y oyes su sonido, mas no sabes de donde viene ni a donde va, así es todo el que ha nacido del Espíritu”. Fue demasiado para un hombre en el ocaso de la vida, “¿Cómo puede hacerse eso? Entonces el hijo de Dios pone su dedo para remover la carga del anciano “¿Eres tu maestro de Israel, y no sabes esto?” Tanta lectura, tanta discusión académica, tanto ritual, tanto conocimiento, pero ignoras que se trata no de aprender de memoria para enseñar a otros, sino que se trata de tener un compañerismo genuino, personal, cotidiano, con el Padre, lo cual solo es posible por su amor y creyendo en quien tienes al frente Nicodemo. Necesitas nacer de nuevo, poner tu confianza en mí, descarga las ligaduras de tu rígido y religioso corazón…y encontraras reposo para tu alma.
 
Conclusión: Termino diciéndote que, he venido conversando con Jesús, y me he dado cuenta que muchas veces estaba viniendo a El de noche, para no ser visto. Me he dado cuenta que otras veces, mis palabras, hechos y pensamientos  se han concentrado en sus señales mas no en su camino. Me he dado cuenta que, tantas veces, he ignorado que nacer de nuevo se trata de una nueva vida, no de una vida maquillada o decorada dejando polvo debajo de la alfombra.

Leí que el maestro Nicodemo siguió a Jesús, a plena luz del día, y me gusta saber que yo también, ando en el Espíritu, y disfruto de un compañerismo que nutre mi alma y alienta a mi corazón. Ya no volveré a ser el que fui antes de tener mi propia conversación personal con Jesús. Te animo a que converses con El, y animes a otros a tener esa decisiva conversación…hoy. Amen.

lunes, 24 de junio de 2013

TU REFRIGERIO ESPIRITUAL DE HOY :Dios, el explorador que encontró a David 1 Crónicas 16:9, 1 Samuel 17 y Hechos 13:22

José Gil y Alfonso Estrada

Hace tiempo visitaba la cárcel nacional en Maracaibo con mis amigos Saúl y Alfonso, voluntarios en un ministerio cristiano penitenciario. Conocí a un joven recluso que trabajaba el cuero, y me dijo que podía hacer un forro para mi biblia. Acepté de inmediato, y él se puso a trabajar. Unos días más tarde estaba lista y, para mi alegría, había tallado en la parte frontal uno de los pasajes que tengo entre mis preferidos: “los ojos del Eterno exploran toda la tierra, para mostrar su poder a favor de quienes tienen corazón recto delante de El” 1 Crónicas 16:9. La idea de mi Padre explorando el planeta buscando personas por medio de las cuales mostrar su poder…me llena de gozo y emoción.

Recientemente leía el libro de Hechos, y encontré que, casi un milenio después de lo escrito en Crónicas, Dios nos deja saber el resultado de su exploración. En 13:22 nos dice “he hallado un hombre conforme a mi corazón, a David, hijo de Isaí…hará todo lo que le pida”. El explorador encontró lo que buscaba, y mi emoción tiene que ver con el recipiente en el que lo encontró, en David. Estoy tan deseoso de compartirte algunos aspectos de la vida del pastor de ovejas que llegó a ser rey, tomaré el pasaje en 1 Samuel 17 para ello, y espero puedas gozarte conmigo en lo que el explorador nos dice acerca de su hallazgo.

Confianza en Dios: el pasaje en 1 Samuel 17 nos dice que Goliat llevaba una armadura cuyo peso superaba los 60 kilos, medía casi 3 metros, y era veterano de batalla. Durante 40 días desafió a los israelitas. Nadie se atrevió. ¿Por qué? Miraban su espada, jabalina, tamaño y armadura. Pero llega el joven David, cuya misión original fue llevar comida a sus hermanos mayores, y al ver la arrogancia del gigante…se decidió a actuar. David hizo algo que nadie en el valle de Ela había hecho. En 17:26, 36, 37, 45, 46 y 47 la boca de David habla la causa de su confianza para enfrentar a Goliat. “Dios viviente”, “Dios me librará”, “Dios de los ejércitos”, “Dios te entregará”, “Dios de batalla”. Mientras los soldados miraban el tamaño del enemigo y sus armas, David confió en el Dios con el que tenía compañerismo cada día mientras cuidaba ovejas. Su pelea no se inspiró en épicas humanas, sino en una confianza plena en Dios. El explorador había encontrado un corazón dispuesto a confiar en El, lo suficiente como para salir a la batalla, lo que me lleva a un segundo componente del carácter de David.
Valor: el pasaje narra que David tomó cinco piedras de rio, y que cuando el gigante comenzó a caminar para encontrarle, el joven “corrió a su encuentro”. Hay dos cosas que me dejan ver el valor de David: 1) El corrió decidido a encontrarse frente a frente con Goliat. 2) Escogió cinco piedras, no una ni dos. He preguntado a algunos cristianos que opinan de la causa por la que David haya tomado cinco. La mayoría ha contestado que fue porque su fe era pequeña y temía fallar el primer tiro. Puede que así sea, pero al tomar cinco piedras, David estaba diciendo “aunque falle al primer intento no huiré, me quedare en la batalla hasta la última piedra en mi bolsa”. Eso es valor, yo aprecio el valor, y mi Padre Celestial también, por eso nos hizo valientes, el miedo es producto del pecado. Ni intimidarse por el tamaño del gigante, ni pensar en huir de la batalla. El explorador había encontrado un corazón valiente, que corrió a enfrentar a quien representaba la esclavitud de su pueblo y la suya propia, y no estaba pensando en huir. Gigante del miedo, del alcoholismo, de la inmoralidad, de la amargura, de la inseguridad…tu vienes a mí con tu tamaño y poder, pero yo te enfrentaré con valor y confianza en el nombre del Dios del cielo…te venceré.


Determinación: cuando la piedra lanzada por David golpeó y se clavó en la frente del gigante, este cayó de frente, y sin perder tiempo el joven pastor le cortó la cabeza usando su propia espada. En su corazón decidió que esa batalla empezaba y terminaba ese día, en ese momento. No iba a darle oportunidad al enemigo que volviera a levantarse, estaba determinado a resolver el asunto de una vez y por todas. Una carencia nuestra en el presente es la de hombres con esa determinación, y me gusta pensar que Dios, el explorador, vio esto en aquel joven cuidador de ovejas, y dijo “he hallado a un hombre conforme a mi corazón”. El desafío de David al gigante terminaba diciendo “todo el mundo sepa que hay Dios en Israel”. Su determinación buscaba engrandecer el nombre de Dios.

Conclusión: A quien venciera a Goliat se la habían prometido tres cosas: “riquezas, casarse con la hija del rey Saúl, y exonerarle de pagar impuestos”. ¿Te das cuenta que es como la gracia? Riqueza en gloria, ser familia de Dios, sin deuda de pecado. El combate con Goliat fue clave para que David llegara luego a ser rey, lo que me recuerda que luego de grandes pruebas y luchas, vienen grandes bendiciones. David muestra cualidades que proceden del corazón mismo de Dios.

Ahora bien, como suele suceder con todos nosotros, David tuvo posteriores tropiezos y caídas que trajeron consecuencias terrenales tristes y dolorosas a su vida, su familia y la nación, pero el amor de Dios le acompañó a lo largo de toda la jornada de su vida. En lo personal me ha bendecido observar el cumplimiento de la promesa Divina en cuanto a mostrar su poder a favor de David. Hoy, Dios…el explorador, nos quiere decir en forma personal “He hallado un hombre conforme a mi corazón”. El contempla buscando las intenciones de un corazón que desea estar cerca del suyo, David lo tenía. Hoy, sus ojos se posan sobre el tuyo, sobre el mío. Alabado sea el Señor, respóndele.


Padre, te alabo, porque tus ojos se posaron sobre David, porque en el valle de Ela tu guiaste su mano y mostraste tu poder para él, y para mí. Concédeme la confianza, el valor, y la determinación de David, para vivir y para enfrentar a los gigantes de este tiempo. En Cristo Jesús, amen.

viernes, 21 de junio de 2013

TU REFRIGERIO ESPIRITUAL DE HOY: ¿Qué tipo de siervo soy? Lucas 17:7-10

¿Qué tipo de siervo soy?
Lucas 17:7-10
José Gil y Alfonso Estrada

Hace algún tiempo me encontraba en Maturín tomando la pausa de mi trabajo para almorzar y, en lugar de comer, me dirigí a la oficina del banco para atender un problema que tenía con mi cuenta. Luego de una larga cola llegó mi turno, y al ser atendido tuve la sensación que el agente del banco parecía estar haciendo un favor, de no muy buena gana por cierto, y no atendiéndome como un cliente. Me molesté, mi hora de almuerzo y yo lidiando con un empleado desatento. En 48 horas estaría todo resuelto. Pasado el tiempo, el problema no fue resuelto y, frustrado, regresé al banco. Me atendió otro agente, quien con una excelente disposición me hizo ver que por alguna causa mi reclamo anterior ni siquiera la mostraba el sistema. Esta vez fue resuelto. Una necesidad, dos agentes, dos actitudes: negligencia y servicio.

Al leer en Lucas 17:7-10 me preguntaba cuál es mi actitud cuando Dios me pide que atienda a su voz. Te confieso que este pasaje me había sido incomodo de asimilar, hasta que me di cuenta que vivo en una sociedad donde la actitud predominante es la negligencia y no el servicio. Empleados públicos, trabajadores en tiendas, choferes, vendedores y hasta bancos que mueven nuestro dinero, nos atienden como una molestia o por obligación. Entonces oigo la voz de mi Padre preguntándome “José, ahora que has notado eso a tu alrededor en la forma que otros te sirven, te pregunto ¿Qué clase de siervo eres cuando te pido que me atiendas?” Le respondí, y quiero compartirte la forma en que el pasaje me ayudó a hacerlo.

El trabajo del siervo: en 17:7a Jesús hace algo inusual, pone a quienes le escuchan, no en el papel de siervo sino de señor de un criado. El hecho que haya dicho “un siervo” implica que el amo era alguien de clase media, sin recursos suficientes para tener un ejército de siervos, pero con holgura para tener uno. Jesús desea que sus seguidores primeramente se autoevalúen en su trato a un servidor. El trabajo del siervo era “arar o apacentar ganado”, lo que producía la base del alimento de las personas a quienes servía, y la suya.  El campo es hermoso desde lejos con su verdor y riachuelos y sembradíos, pero si nos acercamos nos daremos cuenta que el trabajo de mantenerlo de esa forma es…duro. El trabajo del siervo en esta enseñanza era duro, y se presenta como su responsabilidad, su realidad. Pero el mensaje de Jesús no era de corte social sino moral y espiritual, y ahora mueve sus palabas apuntándolas al corazón de sus seguidores.

El tiempo de trabajo: Desde las 6am aquel siervo trabajaba para su amo. La biblia nos dice en Eclesiastés que “es una bendición que el hombre coma y beba y disfrute el fruto de su labor”. En Génesis Dios dijo “seis días trabajaras…”. Sin embargo, en 17:7b y 8 Jesús habla del siervo regresando de un día de trabajo, ahora son las 6pm y el siervo busca su lugar de descanso. Cuando posiblemente estaba listo para sentarse a tomar y comer algo para luego dormir, el amo le dice “sírveme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tu”. ¿Quién había trabajado duro? ¿Quién estaba más cansado? ¿Quién parecía tener más derecho a comer primero? ¿Te parece injusta esta petición a un hombre que acaba de regresar de un día duro? Pero la clave a recordar es ¿Recuerdas quién es el amo? Eres tú, soy yo. Jesús nos recuerda como somos en cuanto a lo que esperamos de quienes nos sirven. ¿Cómo tratamos a nuestros empleados o subalternos? En el verso 9 se pone la fresa al tope del helado, pues el amo ni siquiera da las gracias, siente que no tiene por qué hacerlo, el siervo… siervo es. Ahora déjame terminar mostrándote lo que pasa cuando Dios vuelve a poner las cosas en su lugar.

La actitud del siervo: te pregunto algo ¿Cómo crees que se sentiría el siervo del pasaje? ¿Amargado o feliz? ¿Molesto o complacido? ¿Frustrado o entusiasmado? La respuesta es: depende del corazón del siervo, de su actitud. Intencionalmente no se dice nada de la actitud del siervo pues lo que Dios quiere es que cada uno de nosotros demos esa respuesta. En 17:10 Jesús vuelve a poner a sus seguidores en el lugar de siervos, pero siervos de Dios, “así también ustedes cuando hayan hecho lo que les fue ordenado, digan que son siervos inútiles, pues lo que tenían que hacer eso hicieron”.  Un siervo inútil es alguien que hace solo lo que se le manda, cumple su obligación, obedece porque no tiene opción. Un siervo útil es aquel que hace lo que tenía que hacer, con entusiasmo, con alegría, como “sirviendo al Señor y no a los hombres”, es esencialmente “un dador alegre”. Recuerdo un viejo himno que cantábamos en la iglesia en mi niñez “soy feliz en el servicio del Señor, muy alegre, tan alegre…cuan alegre yo me siento al servir a mi Señor”.

Nosotros no tenemos por qué sentirnos siervos inútiles, pues servimos libremente a Dios. Si hay algún sentimiento de amargura, desgano o frustración, la raíz del problema puede estar en nuestra actitud como siervos.  Recordando las dos actitudes tan distintas de aquellos dos agentes del mismo banco, he venido entendiendo que tengo tanto por aprender en mi servicio como hijo de Dios. Muchas veces he sido como el primero, ahora estoy disfrutando ser como el segundo.

Conclusión: de Jesús se dice que “estando en la condición de siervo se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte en la cruz”. ¿Sabes que Jesús fue con gozo a la cruz? No fue pateando o protestando la injusticia de llegar a ese punto de humillación.  No fue justo, pero lo hizo. Jesús sacó lo mejor de su corazón para servir hasta que dolió, claro que dolió, y su actitud de siervo frente al dolor partió la historia entre antes, y después.

Padre, he sido siervo inútil en muchas oportunidades en mi vida, Tú me has hecho libre al mostrarme a Jesús como el siervo útil que pudo rescatar mi egoísta y negligente pensamiento. Concédeme el gozo de servirte con entusiasmo, cuando sea de día, e incluso cuando sea de noche, cuando me toca, y cuando pensaba tomar un descanso, a tiempo y fuera de tiempo. Alabo el nombre de quien vino a servir y no a ser servido, a El quiero servir por amor y voluntariamente, el nombre sobre todo nombre…Jesús. Amen.

miércoles, 19 de junio de 2013

TU REFRIGERIO ESPIRITUAL DE HOY: ¿Conoces a Mefiboset? 2 Samuel 9

¿Conoces a Mefiboset?
  2 Samuel 9

José Gil

Me encontraba estacionado frente al edificio de la empresa donde doy asesorías a un grupo de Geofísicos y Geólogos, aún era temprano y tomaba mi tiempo para meditar y orar antes de iniciar la jornada de trabajo. Esa mañana, bajo un cielo nublado y algo de lluvia, encontré nuevamente la historia de Mefiboset en el libro de Samuel, y tuvo una sensible influencia en mí la forma en que Max Lucado lo presenta en su libro “Gente común en manos de un Dios poco común”. Agradecí a Dios por las manos que pusieron ese libro en mis manos en aquella librería en Fort Worth, Estados Unidos, y deseo compartirte lo que en una forma muy personal Dios puso en mi corazón sobre la similitud de la historia de este hombre y el mensaje de la maravillosa gracia de Dios.

En el capítulo 9, del segundo libro de Samuel, se narra la forma en que David, siendo rey, recordó la promesa hecha a su amigo Jonatán, y su deseo de “hacer misericordia”. Me gusta que este relato sea el resultado de un corazón que desea mostrar lo que Dios había puesto en su corazón. Hay tres perlas preciosas en el relato, y deseo compartírtelas con el deseo que la pongas junto al tesoro de verdades que el Padre Celestial nos da por su palabra.

De origen real: Mefiboset era el nieto del rey Saúl, primer rey sobre Israel. Hijo de Jonatán, el amigo más amado que David tuvo en su vida. Su padre y abuelo habían muerto en batalla, y luego que un tío, Isboset, fuera asesinado, era el único sobreviviente de origen real de la casa de Saúl. Tenía origen real, sin embargo según 2 Samuel 9:4 vivía en “Lodebar”, que significa sin pasto, sin frutos, una tierra árida y desértica. Acá está un hombre con ascendencia real, viviendo en una tierra árida, lejos de los privilegios de la casa real.

Herido en una caída: la historia de Mefiboset nos dice que cuando su padre y abuelo cayeron en batalla, la nana que le cuidaba huyó, seguramente sabiendo que era costumbre de la época que los vencedores asesinaban a los parientes del rey vencido para acabar su monarquía. En 2 Samuel 4:4 dice que durante su huida “el niño se le cayó y quedo cojo…”. Es interesante que en 9:3 y 9:13, cuando David pregunta si quedaba alguien de la familia de Saúl a quien ayudar, la referencia que le dieron de Mefiboset fue que era “lisiado de los pies”. Era fácil de recordar, más fácil recordar sus pies lisiados que su linaje real. Se parece tanto a la forma en que somos con quienes llevan cicatrices en la vida producto de alguna caída. Solemos recordar no su linaje real, las causas pasadas que produjeron alguna condición minusválida actual.

Restaurado a la realeza: David ordena que las tierras de Saúl y Jonatán sean trabajadas para Mefiboset, ya no viviría más en Lodebar. Ahora disfrutaría el fruto de buenas tierras. Además, el rey David ordenó que Mefiboset comiera con él y su familia a la mesa todos los días, y así se cumplió. Permíteme describir una escena digna de imaginar. David sentado a la mesa, a su lado llega su hijo Amnón, le sigue Absalón con su larga cabellera y se sienta con la solemnidad de quien procura ser el sucesor en el trono. En un momento hace acto de presencia Salomón, sereno y pensativo. Tamar, la hermosa hija ya está sentada al lado del rey, todos esperando la orden para comenzar a comer. Pero falta alguien. Se escuchan pasos ruidosos, alguien que parece arrastrar sus pies viene llegando al comedor…es Mefiboset. David le sonríe, espera a que tome su asiento y entonces sí, dice…comamos familia.

¿Puedes ver la similitud entre la vida de este hombre y la gracia de Dios? ¿Te das cuenta que nosotros, todos, también, somos de ascendencia real por haber sido creados por el Rey. Todos llevamos la cicatriz del pecado de nuestros padres en el Edén, y el mundo, la carne y Satanás, se ocupan de recordarnos que llevamos las marcas de la caída? Entonces, Dios nos invita a recuperar un lugar junto a El, a su mesa, en compañerismo, a ser su familia, a recibir el trato y privilegios de ser “hechos hijos suyos”. Ese es el mensaje de la maravillosa gracia de Dios, ejemplificada, anticipadamente, en la misericordia de David por causa de su amor por Jonatán. ¿Conoces a Mefiboset? ¿No? Mira en el espejo…allí encontraras uno, yo lo miro cada día frente al mío. Digamos a todos que hay sillas disponibles para todos a la mesa del Padre, incluso para los lisiados de la vida.

Padre, te alabo porque me invitas a tu mesa, sin mirar mis tobillos lastimados por causa de mi vieja naturaleza. Te alabo porque mientras para tantos es más fácil mirar que soy cojo, Tú me ves con ojos de misericordia. Estoy en tu presencia como tu hijo, libre de vergüenza y miedo, lleno de agradecimiento y contentamiento. Bendito seas Padre, por tu maravillosa gracia, dada por medio de Jesús. Amen.

martes, 18 de junio de 2013

TU REFRIGERIO ESPIRITUAL DE HOY: La fe que clama Lucas 18: 35-43

       José Gil
El pastor Juan Carlos Ryle escribió “las almas que se han salvado son almas que han luchado”, y la escritura nos menciona casos como el de Jacob, quien “luchó con Dios”. La historia nos brinda notables ejemplos de la persistencia de hombres y mujeres para alcanzar promesas grandes y preciosas de parte de Dios.

En Lucas 18:35-43 encuentro la historia de un hombre ciego, quien tuvo un encuentro personal con Jesús, y cuya fe fue reconocida como genuina. Cuando leí este pasaje Dios me habló en forma personal sobre algunos aspectos de mi vida, y me ha estado insistiendo estos últimos días a que te escriba y comparta lo que aprendí del ciego del camino clamando a Jesús, lo que hago con entusiasmo y la esperanza de que sea de bendición para tu vida.

Camino a Jericó: Lo primero que te pido es que imagines a la multitud de personas que venían con Jesús, testigos de la predicación del Cristo, acompañada de señales poderosas como la multiplicación de panes y la resurrección de la hija de Jairo. ¿Puedes imaginarte la cantidad de personas que estarían alrededor de Jesús? Ahora, el maestro se acerca a Jericó, una ciudad hermosa e importante en la región, y seguramente sus seguidores caminaban llenos de expectativas para ser testigos de lo que haría allí. En el camino estaba el ciego, a quien Jesús le dijo “tu fe te ha sanado”. Esta es la clave del pasaje, hubo tres evidencias en la conducta de este hombre que dieron testimonio externo de su fe, te las comparto.

Ser persistente: el verso 38 dice que cuando el ciego supo que Jesús estaba cerca comenzó a gritarle “ten misericordia de mi”. Ahora, fíjate lo que hicieron los que caminaban al frente de la multitud: “le reprendían para que se callara”. Era una forma de decir “mira, Jesús va a una ciudad importante, no lo molestes que es un hombre muy ocupado”. Creo que yo me hubiera desanimado en ese momento, o me hubiese puesto a discutir con aquellas personas por su insensibilidad o falta de aprecio. Pero lo que me gusta es que el hombre no hizo nada de eso, sino que “clamaba mucho más: Hijo de David, ten misericordia de mi”. El hombre no estaba interesado en perder la oportunidad de Jesús cerca de su vida, y ni siquiera los de la caminata, que bien pudiéramos comparar a muchos religiosos de oficio de nuestra época, lo desanimarían de hacerse notar ante el Cristo. Lo mismo que Jacob, este ciego estaba luchando por su vida y las voces de terceros no lo desanimaron. La fe es una esperanza que no se desanima ante la adversidad, incluso cuando el desánimo provenga de personas aparentemente cercanas a Jesús pero que desconocen nuestra necesidad.

Pedir lo imposible: Jesús no necesitaba evidencia externa de lo que había en el corazón del hombre, tampoco ignoraba que fuese ciego, pero sus palabras apuntan a la fe del ciego. En el verso 41 le pregunta “¿Qué quieres que te haga?” Siendo mendigo no tenía casa, ni quien le cuidara o acompañara, su vida transcurría no en la ciudad sino en sus entornos, en los cinturones de miseria social de la época, en el centro mismo de la marginalidad. El pudo pedir que le diera alguna ayuda humanamente posible, un catre nuevo, un cuidador, algún lugar donde pernoctar y protegerse del frio y el hambre. En cambio, el hombre pide algo que ningún hombre podría darle: “que reciba la vista”. Fe implica aprender a pedirle a Dios lo imposible para los hombres, es aprender a soñar con cosas grandes y maravillosas, es no conformarse con pedir algo que cualquier persona o institución humana pueda dar. Hay áreas en mi vida que necesitan algo que solo Dios me puede dar. El ciego dejó de serlo porque se atrevió a pedir lo imposible.

Agradecer a Jesús: mi padre solía decir que el infierno está llano de gente mal agradecida, y mientras más leo la palabra más estoy de acuerdo con mi viejo. Me gusta que el ciego del camino a Jericó, luego de haber recibido la vista “le seguía, glorificando a Dios”. Cuando la fe es genuina Dios se lleva todos los aplausos, y en agradecimiento, las almas siguen a Jesús. La fe no es una moneda para comprar un milagro, es confianza y agradecimiento. La razón por la que sigo a Cristo es que estoy agradecido porque ha traído luz a la oscuridad que había en los ojos de mi alma, y porque continúa iluminando los pasillos y cuartos que algunas veces no he traído a su presencia.

Finalmente, pon atención a lo que pasó con las demás personas, el verso 43 dice que “todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios”. Se refiere a los que caminaban con Jesús, entre quienes estaban los que habían mandado a callar al antes ciego, así como los que transitaban por el lugar. La alabanza a Dios fue el resultado de darse cuenta que el hombre veía, y que ahora seguía a Jesús con agradecimiento a Dios. La fe produce cambios en quien recibe la luz, y quienes son testigos del cambio. La vida del ciego cambió, y también la de los que antes consideraron molestos sus gritos.

Padre, gracias porque un día yo estaba ciego junto al camino y tu trajiste luz a los ojos de mi alma, te alabo porque continuas dando claridad a los lugares profundos de mi alma. Concédeme un corazón agradecido, y ser testimonio para que otros alaben tu nombre por lo que haces en mí. Amen.

lunes, 17 de junio de 2013

TU REFRIGERIO ESPIRITUAL DE HOY: El reino de los cielos para gente de la tierra Lucas 13: 18-21

JOSÉ GIL

Una de las más firmes advertencias contenidas en la ley es la de no hacer ninguna semejanza con Dios. El Padre nos ha ordenado que no le comparemos con ninguna cosa ni ser que haya en los cielos, la tierra, ni debajo de la tierra. Sin embargo, me encontraba leyendo en Lucas 13 y me encontré viendo como Jesús compara al reino de los cielos con un hombre y una mujer. Me gusta ver que aunque se nos ha ordenado no comparar al Rey del reino con nada ni nadie, si nos presenta una semejanza del reino para mostrarnos con sencillez de que se trata ser ciudadanos de ese reino.

En los versos 18-19 Jesús compara al reino de Dios con un grano de mostaza que un hombre sembró. En 20-21 compara al reino de los cielos con la levadura que una mujer puso en harina. Cuando vemos los dos pasajes como parte de un mismo mensaje encontramos secretos maravillosos del reino de los cielos para gente de la tierra. Te quiero compartir tres cualidades del reino.

Crecimiento: en la figura del grano de mostaza Jesús compara el reino de Dios con el crecimiento del árbol, y en el caso de la levadura la harina se expande como resultado de la fermentación de las porciones mezcladas en la preparación. Me gusta saber que cuando la semilla del reino de Dios es sembrada en mi vida algo comienza a crecer, a partir de algo tan minúsculo como una porción de levadura Dios puede levantar una gran torta en mi vida. Es el proceso de madurez espiritual, es el caminar por fe, es un proceso. Una vez que el reino de Dios llega a mi vida, solo una cosa debe ocurrir: creceré hasta ser un árbol que resalta en el bosque.

Servicio: el árbol de mostaza llega a crecer en tal forma y tamaño que las aves llegan para reposar y hacer nido. Esto implica que en esas ramas las aves encuentran reposo y un lugar para multiplicar su especie, su vida. La levadura convierte una masa limitada en un volumen grande y esponjoso que será saboreado por quienes disfruten el pastel o pan. Ambas figuras nos hablan de la disposición a servir que germina y crece en el alma de aquellos en los que el reino de Dios ha sido sembrada. No quiero pasar por alto que la semilla no se vuelve un árbol de un día para otro, y la masa requiere ser apretada y amasada hasta ser una mezcla extendida, pero una vez se manifiesta el crecimiento…llega el servicio. ¿Quieres ver una persona de estatura espiritual? Tiene corazón de siervo, toma tiempo, cariño y dedicación, pero llegamos a ser semejantes a Jesús cuando servimos. En este punto deseo compartirte la tercera enseñanza del pasaje, por cierto es mi parte favorita.

Humanidad: el reino de los cielos es para gente de la tierra. ¿Te das cuenta que en los pasajes se refiere primero a un hombre que siembra, y luego a una mujer que leuda masa? En el contexto social en que Jesús dijo estas parábolas estaba haciendo dos cosas: i) reivindicando que el hombre y la mujer son igualmente llamados a recibir el reino, ii) que las personas son el instrumento idóneo que Dios anhela. Dios no vino a buscar semillas ni levadura, sino a buscar hombres que siembren esa semilla y mujeres que leuden la masa del reino de Dios para extenderlo en sus propias vidas y las de otros. La gente es primero para Dios, de eso hablan estos pasajes en Lucas. El Rey no acepta ser comparado con nadie, pero el reino es semejante a semilla sembrada por hombres y levadura leudadas por mujeres, bendito sea el Señor que prometió que un día en su presencia nos dirá “vengan benditos de mi padre, a heredar el reino de mi Padre”. El reino de los cielos es para gente de la tierra, es para mí, y lo recibo con gozo.

Te alabo Padre, por haber puesto la semilla del reino en mi vida, por los árboles que resaltan en el bosque de este mundo sobre los que las almas hallan reposo y extienden sus vidas. Concédeme que viva como un ciudadano del reino, hijo del rey, que crece y sirve. Amen.

jueves, 13 de junio de 2013

TU REFRIGERIO ESPIRITUAL DE HOY: Silencio, para poder oír Lucas 9: 21-45


JOSÉ GIL

Estaba leyendo en Lucas 9, mientras hacía pausas para meditar y escuchaba la lluvia cayendo cerca de mi habitación de hotel en Bogotá. Al terminar la lectura en Lucas 9 meditaba en mi propia tendencia a hablar más y escuchar menos. Recordé haber leído el libro “Porque los hombres no escuchan y las mujeres no saben leer mapas” que expone en forma educativa y hasta divertida el hecho que para los seres humanos, en especial los hombres, parece tan difícil guardar silencio y escuchar.

En Lucas 9:21-45 se narran tres oportunidades en las que Pedro demuestra su propia dificultad para guardar silencio, y la invitación de Dios a aprender a escuchar. En lo personal me asombra la facilidad con que las mujeres pueden estar rodeadas de un tumulto de personas conversando, y ser capaces de saber exactamente lo que dijo quien estaba hablando en la mesa cercana. Dios les bendiga. En mi caso necesito quedarme callado y que no haya ruido alrededor para poder concentrarme en lo que me dicen. Me cuesta quedarme callado…debe ser por eso que muchas veces no escucho a mi Padre. Con facilidad criticamos a Pedro su limitada capacidad para escuchar, pero en realidad deberíamos meditar en nuestra propia limitación. Me gusta pensar que el mejor medio de comunicarnos es el oído, no la boca. Quiero compartirte hoy lo que Dios me mostró para mi propia vida en estas tres oportunidades que Pedro habló antes de oír.

Primera ocasión: En Lucas 9:21-26 Jesús les dice a sus discípulos que en Jerusalén sería despreciado por los ancianos y sacerdotes, que sería humillado, muerto y luego resucitaría. Pero también les indicó que ellos mismos debían aprender a no avergonzarse de la humillación que El viviría, que ellos mismos debían prepararse para cruzar el duro camino de la humillación por causa de obedecer a Dios. ¿Alguna vez te han humillado? No me refiero a un asunto trivial, me refiero a algo que realmente te haya hecho sentir el menosprecio de ser tratado como alguien inferior o despreciable. Que interesante que en esta primera ocasión, estando en plena fama su poder y su carácter, Jesús les enseña a sus discípulos que por causa de cumplir el plan de salvación de Dios por amor al mundo, estaba dispuesto a morir. Allí estaban sus discípulos, quienes más le escucharon predicar, pero ¿Estaban oyendo? Me impresiona que Jesús guardó silencio ante Pilato, no dijo palabra ni para amenazar ni para demostrarle que todo aquello era un complot, una cobarde injusticia. Jesús “guardó silencio ante sus trasquiladores”, porque estaba determinado a oír y obedecer la voz del Padre. En cambio, la noche que fue entregado Jesús, su amado Pedro no supo guardar silencio sino que habló y habló y habló…para negarle, para convencer a las demás personas que él no era quien era, para salvarse de la humillación. Bien dice el libro de Proverbios que “en la multitud de palabras no falta el error” ¿Qué hubiese hecho yo ante Pilato y el Sanedrín si hubiese estado en lugar de Jesús y contara con su poder, pero sin oír la voz del Padre? Lo más seguro es que no hubiese habido crucifixión y en cambio unas cuantas tumbas habrían sido preparadas para todos ellos. José, aprende a guardar silencio, toma tu cruz, cada día, y sígueme. No te avergüences de mi José, y yo no me avergonzare de ti.

Segunda ocasión: En Lucas 9:27-36 se narra el extraordinario hecho de la transfiguración de Jesús y la aparición de Elías y Moisés a su lado. En esta oportunidad le acompañaron tres discípulos que él mismo invitó: Pedro, Jacobo y Juan. Solo habían pasado 8 días desde el momento en que Jesús les había dicho que iría a Jerusalén y moriría y resucitaría, pero pedirles a estos tres hermanos que recordaran aquellas palabras es como pedirnos a algunos de nosotros que recordemos de que trataba la predicación del domingo pasado. En Lucas 9:32 nos dice que los tres compañeros de Jesús “estaban cargados de sueño”. Ellos se perdieron la conversación de Moisés, Elías y Jesús, aunque el pasaje nos dice en 9:31 que hablaban de “lo que estaba a punto de cumplirse en Jerusalén”. Al despertarse completamente y ver a los tres seres refulgentes, a nuestros tres hermanos les pasó como nos pasa muchas veces cuando no ponemos atención al fondo del plan Divino sino a la superficialidad de las apariencias. ¿Cuál fue su reacción? En lugar de preguntar de que hablaban o de que se habían perdido, Pedro le dijo a Jesús “vamos a construir tres tiendas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías”. Me gusta la sencillez de Pedro, pues propuso construirles un tabernáculo de adoración y vivienda a Jesús y sus dos amigos celestiales, mientras el mismo se ofrecía a quedarse fuera. Debe haber pensado que con Moisés y Elías apoyando a Jesús algo grandioso y poderoso iba a ocurrir, y él quería ser parte del asunto. Aún no había terminado de cerrar su boca Pedro, cuando “vino una voz del cielo que dijo, este es mi hijo, el escogido, a El oíd”. Lo pondré de esta forma “Pedro, guarda silencio y oye, necesitas aprender a hablar menos Pedro, a guardar silencio para que oigas claramente mi voz en tu vida”. Si sustituyo el nombre de Pedro por el mío, tendré con claridad la instrucción de Dios para mi vida: Escucha a mi hijo, y ponle atención.

Tercera ocasión: Lucas 9:43-45 nos presenta una tercera oportunidad en que Jesús anuncia que el reino seria introducido, inaugurado, a través del servicio, del sacrificio, de su muerte y resurrección. ¿Sabes lo que ocurrió en esta tercera oportunidad? Me asombra que apenas la noche anterior habían presenciado la transfiguración y habían escuchado la voz del Padre, sin embargo en esta tercera ocasión en que Jesús les habla tampoco oyeron ni entendieron, y además “temían preguntarle”. Preferían no hablar del asunto, les asustaba las palabras de Jesús, hacían como muchos de nosotros hacemos cuando la voz de Dios nos dice algo distinto a nuestra preferencia o nuestra agenda personal. En lugar de oír con atención lo que les estaba siendo revelado de Dios en cuanto al sacrificio que antecede a la grandeza, comenzaron a discutir “quien sería el mayor entre ellos” pero sin sacrificio alguno. Esa actitud me hace recordar la historia de una pareja de ancianos que sentados frente a su casa estaban en silencio, la esposa escuchaba voces lejanas del coro de la iglesia que ensayaba, y el anciano ponía atención al sonido de los grillos de la noche. Ella de pronto le preguntó ¿No es hermoso ese sonido?, a lo cual él respondió: Oh si ¿Sabías que ese sonido lo hacen frotando sus patas traseras? Claro que me produce risa, y también me hace reflexionar en que, muchas veces, en mi vida, al igual que a los discípulos, Jesús me habla en una dimensión y yo estoy en otra por estar atento a otras cosas mientras El me habla. Dice la palabra “El Eterno está en su Santo templo, guarde silencio delante de El toda la tierra”.

Padre, sabes cuánto me gusta la quietud, el silencio, y escuchar a Mozart o Vivaldi, pero también sabes que tantas veces no pongo esa misma atención a oír tu voz. Se dice que los hombres no sabemos escuchar, no sé si eso es cierto en todos pero en mi si lo es, y yo quiero aprender a oírte. Perdona mi falta de atención a tu voz. Dame un oído presto para oír, y concédeme un corazón sensible para obedecer con entusiasmo. Te alabo por tu amorosa persistencia para hablarme. Bendito seas Padre. Amen.

miércoles, 12 de junio de 2013

TU REFRIGERIO ESPIRITUAL DE HOY: Jesús y las mujeres Lucas 7 y 8


JOSÉ GIL

He venido observando que desde hace algún tiempo ha resurgido, con fuerza, la promoción de programas en TV, y películas de Hollywood, en la cual se procura demostrar que Jesús fue un hombre. Desde el llamado “Evangelio de Judas”, hasta películas como “El código D’ Vinci”, se sugiere y afirma que Jesús fue un hombre, resaltando que se haya casado y tenido hijos, que murió, y se quedó muerto.

Lo que más llama mi atención es que en su intento por demostrar que Jesús fue un hombre el esfuerzo se haya centrado en que se haya casado y tenido descendencia. En realidad la Biblia misma afirma, sin dejar dudas al respecto, que Dios se hizo hombre en la persona del Cristo, en Jesús. Los intentos por mostrar la hombría de Jesús son causados en realidad por quienes ignoran o niegan la palabra Divina, y el objetivo es negar la deidad de Jesús.

Pensaba en eso cuando me encontré leyendo Lucas 7 y 8, en los cuales el medico narra tres oportunidades de cercanía de Jesús con mujeres. Era un tiempo en el cual las mujeres eran relegadas como inferiores, cuya opinión y voluntad estaba adscrita a la del hombre, al punto que ni siquiera contaban para el censo poblacional. Sin embargo, en esas tres ocasiones del pasaje Dios me ha mostrado algo que había pasado inadvertido para mí, se trata de tres aspectos del carácter del Señor, que le muestran como un hombre, todo un hombre, un verdadero hombre.

Quiero compartirte hoy esas tres cualidades que muestran como Dios espera que sea un hombre. Es una verdad fundamental que fuimos “hechos a imagen y semejanza de Dios”. En Lucas 7-8 encuentro la imagen y semejanza de Dios, reflejados por el mejor y mayor hombre que haya pisado esta tierra: Jesús, y su trato a las mujeres.

Compasión: la primera ocasión se narra en Lucas 7:11-17 Jesús venia seguido de una multitud. Puedo imaginar el alboroto de los que hablaban de las maravillas que habían presenciado, los que cantaban, y los que reían. Era como una fiesta en el camino. Jesús se encontró con una viuda, quien iba por el camino para sepultar a su joven hijo, su único hijo. Ella también era seguida por mucha gente. La fiesta de quienes seguían a Jesús tropezó con la tristeza. El texto en 7:13 será de mis favoritos mientras viva: “Jesús fue movido a compasión por la mujer, y le dijo no llores”. ¿Notas que no dice compasión por el difunto o la multitud, sino por aquella mujer quien sufría la más profunda pena? Vi a mi madre andando el camino para sepultar a mi padre y a cada uno de mis hermanos con quienes crecí, así que conozco el solitario y doloroso camino que va de casa al cementerio. En aquel contexto social la situación emocional, moral y económica de una viuda sin hijos era digna de compasión, mientras el dominio social y religioso de los hombres de esa época poco o nada hacían al respecto. Pero aquí está Jesús, todo un hombre, y le muestra lo que un hombre a imagen y semejanza de Dios hará bien en aprender: mostrar compasión.

Perdón: la segunda ocasión se produjo pocos días después en casa de un religioso que insistentemente había invitado a Jesús. En Lucas 7:36-50 se narra lo que ocurrió cuando, estando a la mesa del anfitrión, una mujer entra a la escena y derrama un frasco completo de un fino y costoso perfume (acompañado de lágrimas y besos) sobre los pies del Señor. Llama mi atención que el religioso le pareció indigno que aquella mujer, señalada de prostituta, tocara a Jesús. Me parece que ella conocía la fama y la rectitud del Señor, y vino en busca de paz a su triste corazón, y lo encontró. Pero el religioso estaba molesto con Jesús por permitirle besarle (aunque besaba era sus polvorientos pies), y pensaba “si supiera que clase de mujer es esta”. Entonces encuentro otro texto conmovedor, pues Jesús le pregunta “¿Ves a esta mujer?” El anfitrión solo había tomado en cuenta los antecedentes de la mujer, pero su dolor y vergüenza le fueron invisibles. Jesús entonces le recordó al anfitrión su falta de cortesía al no besarle ni ofrecerle limpieza para sus pies polvorientos y cansados del camino como era costumbre con un invitado. Entonces le propuso una pregunta sobre la parábola de dos siervos cuya deuda fue perdonada. “¿Cuál siervo le amara más?” La respuesta fue correcta “aquel a quien más se le perdonó”. A Simón le molestó la presencia de la mujer pero no parece haberle estorbado la actitud de los hombres que la compraron y usaron. Su corazón parecía pasar por alto con tanta facilidad el pecado de otro hombre, pero jamás perdonaría a una mujer. Recientemente en cierta nación de gobierno religioso acusaron a una mujer de adultera y fue condenada a muerte. La opinión internacional detuvo la sentencia, pero date cuenta que solo acusaron a la mujer. ¿Dónde está el hombre que pecó con ella? Es la misma discriminación del pasaje en Lucas. Entonces veo esa cualidad del hombre verdadero: Perdón, misericordia, para una mujer condenada a la vergüenza, en una sociedad gobernada por hipócritas. El hombre a imagen y semejanza de Dios se muestra como tal en tener un corazón dispuesto a perdonar lo que suele ser considerado imperdonable.

Humildad: el pasaje en Lucas 8:1-3 dice que varias mujeres que “habían sido sanadas por el Señor le seguían”. Luego agrega que “otras muchas le servían con sus bienes“. Siendo Jesús el hijo de Dios ¿Necesitaría a un grupo de mujeres para que le siguieran?. Además, teniendo a su disposición a los ángeles del cielo, y los tesoros de la tierra ¿necesitaba las dadivas que Susana, esposa de un mayordomo de Herodes, u otras mujeres le enviaran? En esta tercera oportunidad Jesús nos muestra una cualidad que revelan a un verdadero hombre: humildad. Aceptar la compañía del primer grupo de mujeres rescataba la dignidad de ellas y mostraba que el reino de los cielos está abierto a hombres y mujeres por igual, y al aceptar la ayuda financiera del segundo grupo de mujeres les hacía participe de “invertir” en el reino de los cielos. En esta tercera ocasión de encuentro con mujeres, la humildad de Jesús pone al descubierto la actitud de un hombre verdadero, uno que sabe que ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios.

Conclusión: Luego de meditar en estos pasajes y ver la forma en que Jesús, hombre, se relacionó con aquellas mujeres, vino a mi mente que para nosotros el prototipo de hombre es el deportista fuerte o veloz, el negociante exitoso, el galán de novel. Una miope imagen de la hombría. Dios puso vida en el vientre de Eva y los genitales de Adán para multiplicarse, pero lo que resalta el carácter de un hombre verdadero en este mundo tampoco es su capacidad para reproducirse sino su disposición a mostrar compasión, perdón y humildad. Ese es parte del legado de Jesús, linaje Divino y de hombre, un verdadero hombre.

Estuve leyendo el libro de Proverbios recientemente, y un texto llamó mi atención con especial fuerza, en 20:6 dice “muchos hombres proclaman cada uno su propia bondad, pero hombre de verdad ¿Quién lo hallara?” Quiero decirte que en Lucas 7 y 8 encontré a un hombre de verdad, a imagen de Dios, en especial en su trato con las mujeres.

Aquellos que vienen a decirnos que Jesús es hombre llegan tarde, la palabra de Dios lo dijo hace miles de años. Pero es primordial abordar la hombría en los términos de Dios y no los del mundo. Alabo a mi Dios porque me invita a aprender a ser un hombre, en especial en el trato a las mujeres, y Jesús es el hombre perfecto para darme esa lección.

Padre, gracias por mostrarme mis faltas en la forma de pensar y actuar como hombre. Gracias porque me enseñas lo que implica ser hombre. Concédeme la gracia para apropiarme del carácter de Jesús, y ser todo un hombre, mostrando esa hombría en un trato compasivo, perdonador y humilde. Amen.