martes, 14 de julio de 2015

TU REFRIGERIO ESÌRITUAL DE HOY: Mi amigo el tiempo

Mi amigo el tiempo
Ese día fui a visitar la que fuese casa de Christian Huygens, algo que había deseado desde hacía meses y, finalmente, lograba. Tenía curiosidad por conocer el lugar en el que vivió aquel astrónomo y estudioso de las matemáticas que en el siglo XVII observó los anillos de Saturno e inventó el reloj de péndulo. La vida me tenía guardado un regalo que atesoro y deseo compartirte en estas líneas. Estando en la planta baja de aquella casa, ahora museo, miraba el ingenioso dispositivo con el que Huygens calculó el movimiento oscilatorio, clave para su invención del reloj de péndulo y base para la medición moderna del tiempo. Al terminar de escuchar la explicación subí al segundo piso, sorprendiéndome que en realidad sea un ático. Al pie de la escalera un aviso recomendaba usar uno de aquellos cascos amarillos, para proteger la cabeza de golpear los soportes del techo de madera, que a baja altura van de lado a lado del reducido espacio. Un cuadro añejo, algunos manuscritos antiguos y una ventana con vista al verdor del jardín en verano y nieve de invierno. En ese reducido ático, en aquella remota casa de campo, en aparente soledad, su alma invirtió tiempo y fuerza para extender las alas del pensamiento, llevando adelante su frontera personal y la de toda su especie. Supe que el frio era algunas veces tan intenso que debió ir al pueblo donde tenía mejores condiciones materiales. Luego volvía al ático, donde llegaría a generarse el tic…tac que permitió medir el tiempo en forma novedosa. Permíteme ahora compartir dos enseñanzas de aquella vida que pueden enriquecer la nuestra. La primera es que invirtió buena parte de su tiempo en cosas transcendentes pero en forma pausada: intentando y fallando, sin rendirse, evaluando si la cuerda era muy corta o el peso muy grande, perseverando, hasta materializar el tic tac silencioso de su mente a la medida del tiempo. La segunda es que su aparente soledad no le convirtió en un alma amargada o avara, cosa común entre quienes justifican su vileza argumentando ser así porque bebieron las amargas aguas de la soledad. Me gusta pensar que quienes extienden las alas del alma son los que han aprendido a pensar en el tiempo como un amigo, percibiendo el tic tac como anuncio del paso transitorio por un mundo maravilloso, diseñado y ensamblado para explorarlo y maravillarnos. Miro la cicatriz en mi pecho y entiendo que muchos tic tac invirtió el alma cuyas manos realizaron la operación que prorrogó mi andar terrenal; el verde del campo desde la carretera y aplaudo a quien invierte tantos de sus tic tac en limpiar y emparejar el pasto; camino por una calle limpia y entiendo que alguien decidió poner algunos tic tac para mantener un entorno ordenado; sé que el piloto requirió muchos tic tac para tener su licencia que le permite transportar almas por los cielos; ni decir de los tic tac del educador que prepara lo que ha de impartir a sus alumnos del próximo curso. Sin embargo, también es cierto que el frenético ritmo de vida moderna mueve a tantos a intentar acelerar el tiempo (como si fuera posible), lo que concibe locura y violencia: apúrate, corre, empuja, compite, arrebata, deja que el próximo lo arregle, la vida es corta y si “pierdes” tanto tiempo no la disfrutarás. Perciben el tiempo como angustia, trampa y castigo. Sumado a esa tragedia el ocio es mano que mueve la cuna de quienes perciben el tiempo como una prisión. Se mueven entre el enfado en cuanto hacen y la sin sazón, pues nada les satisface. Sus “buenos” momentos se limitan a los fines de semana, para luego sumergirse en una amarga auto compasión de lunes por la mañana. Mirar el tiempo de esa manera es tierra de cultivo a cinismo, insensibilidad, retraso, corrupción y violencia que puebla el lado oscuro del reloj de tiempo de la especie humana. En cambio, las almas que perciben un infinito, que trasciende a su propio paso por esta tierra, aprenden a ver al tiempo como aliado, amigo, tic…tac…que les susurra tienes el tiempo que necesitas… asegúrate de llevar el paso y la actitud correcta, no mires a los lados, cada quien viaja a su paso, sigue el tuyo, es una caminata para aprender y dar durante el recorrido. No estoy diciendo que todos debamos ser inventores afamados, astrónomos o matemáticos; pero es fundamental saber que todos hemos sido dotados para dar algo, para sumar una parte, pequeña o grande en apariencia. Puede ser una palabra a un alma en un momento crucial, un abrazo a algún triunfador o herido del camino, un ejemplo silencioso de sembrador, un aplauso, incluso un amoroso regaño dado a tiempo. Pero si desde el ático que la vida nos ha dado para crecer lo que vemos es soledad y un espacio reducido…difícilmente lograremos disfrutar el tic tac del alma. Cuanto bien le haría a nuestra sociedad disfrutar el paso del tiempo en lugar de quejarnos de su “acelerado” ritmo. Si quien atiende en el supermercado o recibe las solicitudes para tramitar un documento público viese al tiempo como amigo…cuanta felicidad podríamos disfrutar y compartir. ¿Te parece que la vida es corta? ¿Cuántos años te gustaría vivir? Ah! pero entonces hay que evaluar si preferimos llegar a esa edad o vivir menos pero con buena salud; si tendremos alguien a nuestro lado; si en casa o ancianato; si habrá dinero para los gastos; y así...hacemos del tiempo un fantasma atemorizante bajo una cama de la que el sueño suele ausentarse. Estoy convencido que el tiempo que nos es dado sobre esta tierra es un regalo Divino y, visto como amigo, alcanza para aquello que nos ha sido encomendado como código en el ADN del alma. Dos pasajes preferidos en mi vieja biblia, el primero una oración “¡Enséñanos a contar bien nuestros días, para que en el corazón acumulemos sabiduría!” (Salmo 90:12). El segundo resume el aprendizaje de la sabiduría que procede de lo alto: “Todo tiene su tiempo, y para todo lo que se quiere debajo de los cielos hay un tiempo: tiempo para nacer y tiempo para morir, tiempo para plantar y tiempo para arrancar lo plantado, tiempo para matar y tiempo para curar, tiempo para demoler y tiempo para edificar, tiempo para llorar y tiempo para reír, tiempo para lamentar y tiempo para bailar, tiempo para esparcir piedras y tiempo para juntar piedras, tiempo para abrazar y tiempo para abstenerse de abrazar, tiempo para buscar y tiempo para perder, tiempo para conservar y tiempo para desechar, tiempo para romper y tiempo para coser, tiempo para callar y tiempo para hablar, tiempo para amar y tiempo para aborrecer, tiempo para la guerra y tiempo para la paz.” (Eclesiastés 3). Sea cual sea el tiempo que cruza el péndulo en tu vida, deseo de todo corazón que sientas su tic tac como amigo para tu momento de explorador en el camino. Feliz día.

lunes, 6 de julio de 2015

TU REFRIGERIO ESPIRITUAL DE HOY: Estrellas fugaces

Estrellas fugaces
Por Jose Gil
Me desperté cerca de la 1 de la mañana, sintiendo un calor inusual. El silencio y oscuridad circundante dejaron entender lo que pasaba…la electricidad se había ido, de nuevo, en todo el pueblo. El viejo ventilador que, además de refrescar la habitación, ayudara a mitigar el ataque de los zancudos, estaba apagado. Linterna en mano salí del cuarto, encontrando que un gato se había coleado y plácidamente dormía sobre un mueble al lado de mi morral. No estoy seguro cuál de los dos se sorprendió más por el súbito encuentro. Ante la huida del gato -y la de mi sueño- subí a la terraza, procurando la briza del espacio abierto. La delicia de su frescura alejó el fastidio del incidente eléctrico y el sobresalto de aquellos diminutos ojos en la oscuridad. Estuve unos minutos siguiendo visualmente la sombra de la montaña al sur de aquellos parajes merideños, así como  la gran cantidad de puntos de luz en el cielo, resaltantes por la oscuridad imperante. Miraba el firmamento cuando, repentinamente, un halo de luz apareció y desapareció en un parpadeo. ¿Has visto alguna estrella fugaz? Fascinante. De seguro sabes que son fragmentos de roca procedentes del espacio que entran en la atmósfera del planeta a una velocidad tan alta que la fricción los calienta y transforma de solido a gas. El leve brillo que vemos en el cielo es lo que toma esa transformación. Tan emocionante como breve. En la niñez las veía con más frecuencia y, de adulto, una de las emociones al viajar a sitios como La gran Sabana ha sido observar el paso de satélites y las estrellas fugaces en su breve y fascinante brillo. Pensaba en esto cuando la voz que dicta desde dentro susurró la analogía que me motiva a escribirte hoy. ¿Has pensado la similitud de las estrellas fugaces con la vida de algunas personas? Me refiero a quienes parecen haber vivido corto, poco, parecieran haber sido arrebatados o interrumpidos, cuyo testimonio ha sido sin embargo refulgente e inolvidable. Pensaba en niños y jóvenes masacrados por decir “no” a los viejos y modernos emperadores de la historia, en entusiastas voluntarios hostigados por enseñar a leer y escribir a mujeres en ambientes de virulento machismo, médicos asesinados por llevar medicinas a regiones donde ignorancia y superstición imperan, aquel maratonista asesinado por un vendedor de droga, el estudiante universitario abatido por uniformados corruptos, los encarcelados injustamente, los desechados del poder pervertido…vidas hermosas interrumpidas. Pensaba también en los primeros seguidores de Jesús. ¿Sabías que fueron asesinados por ser sus amigos y solo uno de ellos alcanzó la ancianidad en exilio? ¿Alguna vez leíste que durante los 378 años que duró la inquisición las víctimas preferidas fueron genuinos seguidores de Jesús? No me entiendas mal, no trato de propagar el desánimo; sino que recordemos a quienes han dado un brillo breve pero impactante al fondo oscuro de la historia de nuestra especie. Su vida y legado son como esos meteoritos en la noche, breve según nuestra forma acelerada de medir el tiempo, pero profundo en la impresión que han dado a nuestras almas. Pienso en esa maravillosa analogía y me pregunto ¿Qué motiva el deseo de continuidad en mi vida? Sobrevivir es instinto pero tener propósito es lo que le da brillo, valor, a mi existencia. Pienso en los desafíos que se plantean a nuestra vida en sociedad moderna y, figuradamente, cuantos ojos abrazan la esperanza que “algo” resplandezca para iluminar el cielo oscuro que circunda aunque sea por instantes. Ese algo…somos nosotros. No se trata de pensar en inmolarnos para propagar un estilo de vida martirizada; aunque si tener el temple y dominio propio de preferir vidas breves y encendidas antes que abrazar una longevidad en tinieblas. Cuando pensamos en los padres y abuelos que antecedieron nuestro recorrido ¿A quién recordamos con mayor fascinación? Seguramente a quienes iluminaron el cielo de nuestra vida con ejemplo de amor, valor y honor; en especial si estuvieron dispuestos a pagar el precio de vivir en la luz cuando la tiniebla acechaba. Quiero animarte en este día a meditar cuanta grandeza, emoción y alegría podemos legar si nos atrevemos a ser luz de vida. Llama mi atención que en el relato del Génesis, en el primer capítulo de mi vieja Biblia, se habla de un caos y tinieblas, entonces “Dijo Dios, sea la luz…y fue la luz”. Un amigo de Jesús escribió “la luz en las tinieblas resplandece”, posiblemente al recordar como vivió y haberle escuchado decir “que vuestra luz alumbre delante de los hombres”. Fíjate que esas expresiones ponen más énfasis en el brillo que en el tiempo que alumbre; lo que no niega el valor de una vida longeva, pero lo deja en segundo plano al compararse al asombro de iluminar la vida para disipar las tinieblas. Me despido hoy pidiéndote algo: ¿Hay tiniebla intelecto-espiritual a tu alrededor? Medita si la causa por la que la vida te ha puesto en esa circunstancia y tiempo es para que…resplandezcas. Feliz día.

viernes, 3 de julio de 2015

TU REFRIGERIO ESPIRITUAL DE HOY: El sultán y los dioses

El sultán y los dioses
por José Gil.
Por primera vez visitaba la ciudad de Muskat, de la que recuerdo el resaltante blanco en las paredes de muchas de sus casas, levantadas sobre roca caliza, abundante en la región. Desde aire y tierra me pareció fascinante el contraste con el oscuro color de las montañas al Oeste de la ciudad. Una amiga y colega me había buscado en el aeropuerto y explicaba que aquellas rocas oscuras eran producto de actividad volcánica ancestral y la región era una de las muy pocas del mundo donde se les podía observar en superficie. Aquella plática, aburrida para quien no guste de la geología petrolera, daría paso a otra cuya lección de vida deseo compartirte en estas líneas. Mientras me daba un tour por Muskat y mostraba sitios destacados para un visitante, entramos a tiendas modestas de artesanía local, notando en dos de ellas un cuadro pequeño con el rostro de un hombre joven. Pregunté a mi amiga de quien se trataba y me dijo que era el sultán de Omán, heredero único del poder político de aquella nación. Luego me dijo que, según le comentaban colegas omaníes, era respetado y admirado por las mejoras que introdujo en los servicios públicos, la sencillez de su discurso, su respeto a los beduinos y por mantener buenas relaciones diplomáticas con las demás naciones en la comunidad árabe y occidente. Pero para este visitante hubo otro aspecto suyo que sería el que más llamaría la atención. El sultán, portador de poderes plenipotenciarios en lo político y social, había decretado la prohibición de que su rostro fuera puesto en pancartas o vallas públicas. ¿La causa? Para el joven gobernante era una ofensa a Alá que el rostro de una persona ocupara un espacio prominente que pertenece solo a lo Divino. Al recibir esa información repasé mentalmente el recorrido y, efectivamente, había visto avisos e inscripciones por calles y avenidas, pero no el rostro del gobernante, excepto aquellos discretos en algunos negocios. Sentí pesar al recordar que, solo unas semanas antes, había estado de visita en una instalación petrolera en mi país, en la que alguna vez elaboré la tesis de grado para recibir el título de ingeniero; y en la que, ahora, se podía observar una imagen del tamaño del edificio de 4 pisos, con el rostro de cierto funcionario público. Pesar por un país cuya mayor parte de la población se autodenomina “cristiana”. Pesar al recordar que por avenidas y carreteras nacionales, oficinas de la administración pública y grafitis callejeros, se observa aquel rostro en lo que, indistintamente de como se le quiera llamar, se convirtió en culto a la persona. Bajo el brillante sol omaní, meditaba la paradoja de estar en un sitio donde quien ostenta pleno poder promueve el respeto a lo Divino; mientras en la otra se promueve sustituirle. No es una coincidencia que la pobreza y violencia caminen de la mano con prácticas que combinan la superstición, la sumisión y la usurpación del espacio Divino en el alma por el culto al hombre. La historia leída y mi experiencia me han enseñado que las sociedades que han avanzado en materia de civismo, respeto a la vida, ética y hasta riqueza, son aquellas que dejaron a un lado el culto a la persona, dándole primacía a los valores intelecto-espirituales. No me refiero a los valores del poder religioso tradicional (que es posiblemente el más perverso) sino a los valores que se forjan en el alma de una sociedad que aprende a considerar a su prójimo como a sí mismo, entendiendo que quien endiosa al hombre degrada su propia existencia y termina despreciando a los demás. Xenofobias, divisiones internas y hasta guerras han sido el legado del culto al hombre a lo largo de la historia de nuestra especie, y es que quienes usurpan el lugar de Dios en el alma son embajadores del infierno mismo. Ante tal paradoja que, por momentos, pareciera abrumarme, estoy agradecido por haber sido testigo, en aquella lejana región, en una cultura y religión que sufren sus propias dolencias; de una experiencia que recuerda mirar hacia arriba, lo superior, valorando las cualidades y acciones que trascienden y fortalecen a una persona, a una nación. Pero también me alerta sobre la variedad de dioses que son levantados en la sociedad. Hazte esta pregunta, si tu alma fuese una ciudad por la que algún invitado hace un tour ¿Que vería en sus parques y avenidas? ¿A quién se rinde culto en tu lugar secreto puertas adentro del ser? ¿Alguna pancarta tendrá el rostro de hombre? Puede que las vallas de nuestra alma destaque a alguno de los otros dioses modernos con nombres sofisticados: tecnología, negocios, placer, fama, poder, por citar solo algunos. Hace unos días el máximo jerarca de la religión católica emitió un escrito criticando el “culto a la tecnología”. Me pregunto qué resultado tendríamos comparando el tiempo que pasamos con la cabeza gacha mirando los teléfonos inteligentes (así llamados aunque en algunos produzca un efecto “idiotizante”) con las que invertimos en compartir en armonía con lo Divino, dando el primer lugar a lo que nutre al ser. Imagina por un momento que el invitado que recorre tu alma sea Jesús, quien observa y amigablemente dice “dale a Dios lo que es de Dios”. Existen personas que aseguran creer la existencia de Dios, pero sus pensamientos son fácil presa de artimañas tele-comunicacionales de los dioses modernos. En mi vieja Biblia leo que cuando Dios se manifestó a nuestros antecesores les dijo “soy celoso…no me compares ni sustituyas mi lugar por nada ni nadie”. Aprendamos a distinguir la diferencia entre la mediocridad de una vida sometida a ídolos humanamente fabricados y la grandeza de quienes caminan manteniendo su mirada en las alturas para la que fueron diseñados. Feliz día.