Aprender… ¿De quién?
Caminaba rumbo a aquel cerro que otras veces había subido como ejercicio cardiovascular, aunque también por la calma que los sonidos y el verdor que los parajes de montaña me transmiten. Había pocas personas y tráfico en la avenida a esa hora, de modo que disfrutaba un relajado silencio. Me acercaba a una esquina cuando los vi, aquellos dos jóvenes conduciendo motocicletas en dirección contraria a la mía, muy cerca el uno del otro. El primero hacia la pirueta llamada el “caballito”, que consiste desplazarse con la rueda delantera de la moto levantada sin perder el equilibrio (ni la vida). Escuché cuando el que fungía como instructor dijo al otro “no tenga miedo, levante y mantenga el equilibrio, si se va para atrás salte”. Como seguían avanzando salieron de mi campo visual, aunque seguía escuchando a lo lejos que el maestro seguía guiando a su estudiante. Aquella avenida terminaba pocos metros más arriba y dieron la vuelta en “U” pues en segundos volví a escuchar que venían acercándose hacia mí. Las dos voces comenzaban a sentirse próximas cuando un estruendo me hizo voltear en alerta…el alumno acababa de perder el control de su moto y cayó aparatosamente en la acera mientras el caballo metálico le golpeo y siguió arrastrándose y perdiendo piezas hasta detenerse. Vi cuando su cabeza golpeó contra la acera y su rostro reflejaba miedo y dolor, quedándome una mezcla de susto, asombro y tristeza. Su “amigo” se la aproximó y más tarde sería trasladado al hospital. Luego supe que su lesión fue grave, no sé si mortal, y que en esa ciudad ocurren frecuentes muertes entre jóvenes en su intento de hacer piruetas en motocicletas. Ese absurdo desperdicio de vidas jóvenes me hizo pensar en la falta de guía o nuestra errada elección de maestros de vida, trayendo consecuencias tristes que pueden llegar a ser…mortales. Las palabras de Jesús “si el ciego guía a otro ciego ambos caerán en el foso” retumban en mi mente. En un tiempo en el que charlatanería y basura visual y sónica inunda a muchachos y muchachas, una decisión crucial es que aprender y de quien. Mientras millones de dólares se invierten en alentar a activar la adrenalina como forma de emoción en la vida, a la sensualidad desbordada y a un menosprecio a una vida sosegada e intelectualmente nutrida, tenemos palabras de sabiduría que nos muestran de quien y que podemos aprender. En un momento de conversación con seguidores y detractores Jesús dijo “aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón”. ¿Sabes algo interesante? Es la única oportunidad en que el Maestro hace referencia a su personalidad, y lo hizo para destacar dos cosas: 1) Invitarnos a aprender de él. 2) Su enseñanza es mostrar una vida de mansedumbre y humildad. Manso es una palabra que se refiere a un caballo que cabalga sin tirar a su jinete, a una persona con el temple para vivir sin violentar el derecho de otros. Humilde es una condición del alma que voluntariamente se sujeta a su relación con Dios como forma de vida. Muchos siguen como maestros o guías a personas intelectual y espiritualmente ciegas, por lo que a diario somos testigos de violencia y vidas truncadas o lisiadas. Hoy, lo mismo que ayer, a mi vida hay voces que me invitan a seguir a quienes hacen las piruetas de la vida…y una voz que me sigue invitando a aprender a calmar la tormenta del alma y tener serenidad puertas adentro del ser. Pero ¿sabes? La decisión es mía. Yo decido las cosas por las que vale la pena vivir, y debo asumir las consecuencias. Seguir como ciego a los guías ciegos me llevará -literal o figuradamente- a terminar herido sobre una de las avenidas de la vida. Mientras una vida valiente que se inicia en la paz de una armonía intelecto-espiritual como la ofrecida por Jesús…es garantía que aprendemos lo mejor de la vida porque tenemos al mejor instructor. Feliz día.