domingo, 23 de noviembre de 2014

TU REFRIGERIO ESPIRITUAL DE HOY: Segundas oportunidades

Segundas oportunidades
Por José Gil
Esa mañana había salido con buen tiempo para tomar un tren que me llevaría a la ciudad de Voorburg, en la que a primera hora debía estar para cumplir un compromiso de trabajo. El día anterior había abonado saldo a una tarjeta de embarque en el tren y tenía suficiente saldo para hacer unos cuantos viajes sin problema. Al llegar a la estación pasé la tarjeta por el dispositivo de lectura y ubiqué el andén número 6, donde vi el aviso que confirmaba la hora y destino, ese era mi tren. Confiadamente subí y tomé asiento. Las puertas se cerraron y se inició el  recorrido, entonces ocurrió lo que me motiva a escribirte hoy. El controlador del tren vino para verificar que los pasajeros hubieran pagado su viaje y el primer pasajero que revisó fui yo. “Hay un problema” me dijo, y yo me sentí preocupado pensando en todo menos en lo que me diría después…”su tarjeta está bien y tiene saldo, pero este viaje no fue cargado al sistema”. Para ese momento ya algunos pasajeros miraban al cara de latino o árabe, posiblemente pensando que era un coleado. Si fuese uno de esos X-Men habría mutado mi rostro para esconder mi rubor…justo cuando yo venía tan confiado de que estaba haciendo todo bien. Sin inmutarse el controlador me observó severamente e hizo una pregunta “¿Se aseguró que la luz del dispositivo se encendiera al pasar la tarjeta?” Creo que mi estatura se debe haber recortado unos cuantos centímetros…”no recuerdo”. Una vez más me miró y dijo “¿A dónde se dirige?” Justo en el momento que por el altavoz se oía una voz metálica “la próxima estación Voorburg”. Era donde me correspondía bajar, pero un descuido antes de tomar el tren, me enfrentaba a una inusual vergüenza, sin contar una posible multa o algo más severo. No había prestado atención a la luz verde al pasar mi tarjeta. Desconozco si fue su percepción de que no le mentía o su sensibilidad ante un extranjero visitante, o ambas, pero la frase final del controlador para mí fue “debe poner más atención la próxima vez”, y sonriendo me advirtió “no pase la tarjeta al salir o será multado”. De modo que, avergonzado, viaje gratis, porque la autoridad del tren mostró gracia aunque también advirtió justicia. Me dio una segunda oportunidad, decidió confiar que la próxima vez yo mantendría la intención de hacer lo correcto pero además pondría atención a los detalles importantes. Ahora, me pregunto, cuál habría sido mi decisión si yo hubiese estado en los zapatos del controlador, en un país organizado hasta en mínimos detalles, cuyos pocos casos de delincuencia suelen estar asociados a “visitantes” y, tan temprano, toparse con un sospechoso de estar aprovechando su sistema y estilo de vida. ¿Qué habrías hecho tú conmigo? Algunas veces somos severos al emitir juicios a otros, pero una voz en nosotros tantas veces grita por benevolencia. Con demasiada frecuencia superficialidad y religiosidad  nos hacen sentenciar a algún “avergonzado” en el camino, cuando nosotros mismos hemos sido tantas veces beneficiado por segundas oportunidades. Una de las cosas más maravillosas de la vida se produce cuando una segunda oportunidad nos es regalada, aunque merecíamos vergüenza y multa. ¿Alguna vez tuviste esa rara sensación de caminar sobre una cuerda floja entre la vergüenza y tu destino? Puede que me equivoque pero me parece que todos, en el sentido espiritual, en algún momento, hemos estado en ese vagón, incluso algún santurrón que enviaría a todos al infierno. Viene a mi memoria historias cuando Jesús tuvo un encuentro con personas que estaban en un vagón del tren de la vida del que merecían ser expulsados, y ¿Sabes cuál fue su sentencia? “Ve, y no peques más”. A un religioso de su tiempo le preguntó si un acreedor perdonaba a dos deudores, el primero una gran deuda y al otro una más pequeña ¿Cuál amaría más a quien perdonó? La sabia respuesta: aquel a quien más se le perdonó. Si pudiéramos trascender al nivel de las oportunidades que hemos recibido disfrutaríamos una actitud de agradecimiento que nos daría una armonía interna que reyes y generales han buscado en las guerras equivocadas. Tengo buenas noticias para ti. La vida ofrece segundas oportunidades porque la persona con autoridad la ofrece: Jesús. Segunda oportunidad para recuperar una imagen deteriorada, sanar heridas, recuperar un dialogo perdido. Me gusta saber que el controlador del tren de la vida tiene la autoridad para bajarme, multarme y hasta hacerme detener…pero mira mi condición y me ofrece una oportunidad de hacerlo mejor. Me gusta pensar que la vida me dice “José, sé que puedes hacerlo mejor, eres libre, estas absuelto, ahora haz las cosas bien y pon atención para hacerlo mejor…aprende y avanza”. El Dios en el que creo tuvo firmeza de carácter para expulsar a quienes robaban en su nombre, pero también la sensibilidad para decir a los que viajaban sin pagar “ve, y no peques más”. Soy un alma agradecida porque ese controlador de tren me permitió recordar, esa mañana de invierno, que alguien, en un caluroso día de primavera, me absolvió para que no viviera en vergüenza, sino disfrutando una segunda oportunidad. Ahora puedo incluso aprender suyo para dar segundas oportunidades en el camino. Agradece y disfruta tu segunda oportunidad, y extiéndela a otros. Feliz día.

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