domingo, 10 de agosto de 2014

TU REFRIGERIO ESPIRITUAL DE HOY: Aprender… ¿De quién?

Aprender… ¿De quién?
Caminaba rumbo a aquel cerro que otras veces había subido como ejercicio cardiovascular, aunque también por la calma que los sonidos y el verdor que los parajes de montaña me transmiten. Había pocas personas y tráfico en la avenida a esa hora, de modo que disfrutaba un relajado silencio. Me acercaba a una esquina cuando los vi, aquellos dos jóvenes conduciendo motocicletas en dirección contraria a la mía, muy cerca el uno del otro. El primero hacia la pirueta llamada el “caballito”, que consiste desplazarse con la rueda delantera de la moto levantada sin perder el equilibrio (ni la vida). Escuché cuando el que fungía como instructor dijo al otro “no tenga miedo, levante y mantenga el equilibrio, si se va para atrás salte”. Como seguían avanzando salieron de mi campo visual, aunque seguía escuchando a lo lejos que el maestro seguía guiando a su estudiante. Aquella avenida terminaba pocos metros más arriba y dieron la vuelta en “U” pues en segundos volví a escuchar que venían acercándose hacia mí. Las dos voces comenzaban a sentirse próximas cuando un estruendo me hizo voltear en alerta…el alumno acababa de perder el control de su moto y cayó aparatosamente en la acera mientras el caballo metálico le golpeo y siguió arrastrándose y perdiendo piezas hasta detenerse. Vi cuando su cabeza golpeó contra la acera y su rostro reflejaba miedo y dolor, quedándome una mezcla de susto, asombro y tristeza. Su “amigo” se la aproximó y más tarde sería trasladado al hospital. Luego supe que su lesión fue grave, no sé si mortal, y que en esa ciudad ocurren frecuentes muertes entre jóvenes en su intento de hacer piruetas en motocicletas. Ese absurdo desperdicio de vidas jóvenes me hizo pensar en la falta de guía o nuestra errada elección de maestros de vida, trayendo consecuencias tristes que pueden llegar a ser…mortales. Las palabras de Jesús “si el ciego guía a otro ciego ambos caerán en el foso” retumban en mi mente. En un tiempo en el que charlatanería y basura visual y sónica inunda a muchachos y muchachas, una decisión crucial es que aprender y de quien. Mientras millones de dólares se invierten en alentar a activar la adrenalina como forma de emoción en la vida, a la sensualidad desbordada y a un menosprecio a una vida sosegada e intelectualmente nutrida, tenemos palabras de sabiduría que nos muestran de quien y que podemos aprender. En un momento de conversación con seguidores y detractores Jesús dijo “aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón”. ¿Sabes algo interesante? Es la única oportunidad en que el Maestro hace referencia a su personalidad, y lo hizo para destacar dos cosas: 1) Invitarnos a aprender de él. 2) Su enseñanza es mostrar una vida de mansedumbre y humildad. Manso es una palabra que se refiere a un caballo que cabalga sin tirar a su jinete, a una persona con el temple para vivir sin violentar el derecho de otros. Humilde es una condición del alma que voluntariamente se sujeta a su relación con Dios como forma de vida. Muchos siguen como maestros o guías a personas intelectual y espiritualmente ciegas, por lo que a diario somos testigos de violencia y vidas truncadas o lisiadas. Hoy, lo mismo que ayer, a mi vida hay voces que me invitan a seguir a quienes hacen las piruetas de la vida…y una voz que me sigue invitando a aprender a calmar la tormenta del alma y tener serenidad puertas adentro del ser. Pero ¿sabes? La decisión es mía. Yo decido las cosas por las que vale la pena vivir, y debo asumir las consecuencias. Seguir como ciego a los guías ciegos me llevará -literal o figuradamente- a terminar herido sobre una de las avenidas de la vida. Mientras una vida valiente que se inicia en la paz de una armonía intelecto-espiritual como la ofrecida por Jesús…es garantía que aprendemos lo mejor de la vida porque tenemos al mejor instructor. Feliz día.

lunes, 4 de agosto de 2014

TU REFRIGERIO ESPIRITUAL DE HOY: Kifah: Pan y jugar

Kifah: Pan y jugar
Kifah, niño sirio
-¿Dime que ocurre?
-La gente está enojada.
-¿Por qué? Fue la pregunta de la corresponsal de guerra a Kifah, un niño en las calles de la ciudad capital más antigua que permanece en pie en el planeta: Damasco. El rostro de Kifah cambió de serena a una mueca de dolor, clavando una daga de tristeza, posiblemente como la de esa ciudad, en mi alma.
-No hay pan. Respuesta con lágrimas pero sin mostrar desespero.
En el fondo se escuchan explosiones. La última pregunta de la corresponsal. ¿Qué te gustaría hacer?
-Comer y poder jugar con mis amigos en la calle. Una ciudad bajo bombardeos entre dos bandos de “adultos”, quienes dicen desear liberarla y los que dicen defenderla de invasores. Poco o nada conozco de los intereses tras esas absurdas matanzas, pero las palabras de aquel niño se hicieron sello en mi mente...una voz quebrada que desea “pan y jugar”. Me hizo pensar en las cosas que suelen quitarme el sueño o irritarme, y sobre todo lo que me produce satisfacción. Invierto tanto tiempo pensando en cosas que, ante asuntos realmente importantes en la vida, son vanidad. Muchas cosas en una siempre empacada maleta, tantas cosas que ya no uso pero si son tocadas o perdidas me inquieto, un teléfono inteligente (el tercero, pues me han robado dos), libros, ropa y paro de contar. No me entiendas mal, estoy agradecido por poder disfrutar todo eso, pero me pregunto si en mi afán de vida haya yo descuidado lo sencillo, lo natural, que resulta ser lo esencial. Me gusta lo que escribiera T.S. Eliot, al referirse a nuestra búsqueda de sentido de la vida: “…el final de toda nuestra exploración termina en el sitio donde comenzamos”. No sé qué pueda hacer yo por Kifah, pero una voz en mi ser me dijo “escribe José. Escribe y derrama tu alma, deja de llorar por momentos y cosas vanas perdidas, mira lo que está pasando a tus semejantes, eres un ser privilegiado porque puedes sentir y saber, porque puedes reír y llorar, asciende en la manera de dar prioridad a las cosas en la vida”. Palabras de Jesús han venido a mi mente “dichosos los que hoy lloran, pues ellos serán consolados”. No se refiere a llorones por una rabieta caprichosa o haber perdido un partido de futbol, se refiere al llanto de un alma que expresa una sed puesta allí en forma natural por lo Divino para que sepamos distinguir entre lo pasajero y lo duradero. He llorado por tantas cosas y circunstancias en la vida, la mayoría más por inmadurez mía que por la dureza del momento, pero puedo decir que incluso de las más triviales he recibido consuelo que ahora entiendo claramente ha sido enviado por lo Divino. Hoy estoy dando gracias a Dios porque un niño rodeado de muerte y destrucción, me ha dado una lección para recordar lo que me hace realmente humano: solidaridad, llorar -aunque desde la distancia- con quien llora, un niño que desea comer y jugar para que su vida tenga sentido y florezca. Sin embargo, puede que la mayor lección para mí en este precioso día es meditar si lo que realmente estoy considerando esencial para mi alma es vano o es lo genuino. Estoy orando por Kifah el niño de Damasco, y por todos los que, como el, no procuran lo superficial sino que anhelan cosas sencillas de la vida para disfrutarla a profundidad. Feliz día.