Miel para el camino
Por José Gil
Aquellos 9 campesinos no tuvieron opción, debían regresar a buscar a su hermano, quien había quedado detenido al otro lado de la frontera, acusado de ser guerrillero. Viaje obligado por la carencia de alimento y el deseo de liberar a su hermano, aunque sabían que su viaje implicaba enfrentar un gran peligro. La condición de la autoridad Egipcia para liberar al detenido fue que llevaran a su hermano menor y corroborara una historia que ellos habían contado al negar ser invasores o ladrones. Su anciano padre les pidió que cuidaran a su hermanito, recordando la pérdida de otro hijo en un viaje similar y entendiendo que, al cruzar la frontera, quedaban a merced del deseo de un -aparentemente- caprichoso gobernante. Entre lágrimas y dolorosos recuerdos los 10 hombres se dispusieron a salir. Es entonces cuando el anciano les da una última instrucción: “lleven miel para el camino y como presente”. Uno de sus hijos detenido en el extranjero, enfrentando la quiebra por aquella prolongada sequía, su hijo amado había muerto, había enviudado, y ahora enfrentaba la posibilidad de que los hombres de la familia no volvieran, quedando con una multitudinaria familia, en una finca sin cosecha, sin recursos ni fuerzas para proveerles. Sin embargo, algo en su fuero interior había madurado, ya no era el joven embaucador que por engañar a su padre debió huir para nunca volver a ver el rostro ni sentir el abrazo de su madre, se había extinguido el embaucador cuyo propio hermano había jurado matar, aquel astuto criador de ganado a quien ni su suegro -otro experto timador- pudo ganarle en manipulación de negocios. Ahora, anciano, mirando lo pedregoso del entorno y viviendo aquella sequía que, puede haberle recordado soledades en su alma, instruía a sus hijos “lleven miel para el camino”. ¿Miel? ¿Para hombres recios? ¿Para el gobernante que ordenó detener a mi hijo, un campesino, acusándole de ser espía? ¿Yo enviando miel? ¿Creen que mi pierna cojea por no haber luchado en la vida? He vivido en cuevas, dormido sobre piedras, luché contra Dios mismo, mis soledades y rigores para ascender en la vida exceden a las de quienes me han criticado, he crecido solo y nadie me ha ayudado, mi nombre significa “príncipe”. ¿Miel?...Si, lleven miel para el camino, lleven suficiente para ustedes e incluso para quien parece amenazarme…no lleven armas como solían, no usen astucias como aprendieron de mí, no traten de sorprender al enemigo cuando esté desprevenido como aquella noche…lleven miel para el camino. Las nobles abejas no han dejado de libar miel, mi alma tampoco dejará de hacerlo aunque estos son tiempos desolados. ¿Conoces el personaje? Si, es Jacob. Puedes leer todos los detalles de esta fascinante etapa de su vida en el libro de Génesis, capítulo 43. Antes que lo hagas quiero compartirte algo que puede serte útil para el resto de tu vida: la importancia de fluir miel y no amargura en tu alma. Miel para los momentos difíciles de la existencia, dulzura del alma que te sustente e incluso alcance para compartir con quienes están a tu alrededor. ¿Has sufrido? ¿Te parece que la vida te adeuda por tanta lágrima derramada en soledades? ¿Te ha tocado subir cuestas empinadas entre espinas y cardos? Bueno, déjame decirte algo…visto en perspectiva eres un alma afortunada, siempre y cuando mires al rigor de la vida como la oportunidad para conocer, en carne propia, la diferencia entre la hiel y la miel. Lo que necesitas es decidir, luego de hacer balance puertas adentro del ser, donde nadie mira ni sabe ¿Qué llevarás para el camino que falta transitar? Puedes decidir llevar el resentimiento, la pena, la rabia, o todas juntas. ¿Alguna vez pensaste que era mejor acabar con todo de una “buena” vez? Muchas almas lo hicieron…se quebraron. En cambio, si has llegado hasta estas líneas es porque has decidido avanzar, pero la vida te regala el ir más allá que en modo de supervivencia, degustando la actitud que decidas llevar para el camino. Recuerdo una noche de Marzo, hace varios años, en la celebración del casamiento de mi hija, escuchando al ministro que les compartía palabras de estimulo. ¿Sabes la frase que recuerdo de sus palabras para la pareja que iniciaba un camino compartido? “Lleven miel para este camino que inician”. En una noche de celebración aquella frase puede haber pasado desapercibida, pero seguramente ha sido referencia para días posteriores. Puede que lleguen momentos, si es que no han llegado, en los que la euforia, el sentido de abundancia, incluso la salud parecen esfumarse, son las horas menguadas. Aun así, son momentos para recordar que debemos decidir si nuestra alma fluirá miel de esperanza que incluso sea influencia para los otros senderistas de la vida. Una sombra de pesimismo y amargura suele rodear a los resentidos del camino, a los que su balance siempre les da negativo, a quienes culpan a todo y todos por su condición. Sus palabras, acciones e influencia son amargas. Un alma que destila dulzura, aunque se encuentre en un desierto, llegará a ver milagros que la amargura jamás alcanzará a ver ni desde la distancia. ¿Piensas que los niños disfrutaban la presencia de Jesús porque fuera un amargado? Los niños sí que saben distinguir y disfrutar la miel de la vida. Un alma endulzada por la miel del amor, esperanza y entusiasmo cruzará desiertos pedregosos, verá el rostro que consideraba perdido, recibirá un perdón inmerecido e inesperado, tendrá provisión para el sustento y disfrutará una reconciliación y felicidad que la lógica y la razón atea no alcanzan a comprender. ¿Te cuesta creerlo? Los campesinos en la historia que te compartí recibieron todo eso y, déjame decirte algo, habían vivido entre aciertos y maldades, lo mismo que nosotros. Quiero terminar estas sentidas líneas animándote a soltar las penas de tu alma y dejar que la dulzura de la vida fluya, primero en ti, y alcance para otros. Endulza tus pensamientos, deshazte de sentimientos y palabras agrias contra ti mismo y los demás; atrévete a dejar que la voz del niño o niña en tu ser interior ría de nuevo…y se cumplirá una de las promesas más esperanzadoras que Jesús dio a sus seguidores: “El que en mi cree, de su interior correrán ríos de agua vida”. Feliz día.