Mentes Renovadas
por Jose Gil
¿Has escuchado decir “soy así, quien me quiera tendrá que quererme así”? ¿Sabías que nuestro cerebro tiene la capacidad de crear hábitos y anclarnos a ellos? Hace poco tiempo supe de investigaciones científicas sobre esa función cerebral: crear y deshacer hábitos. Un grupo de expertos explica que el cerebro humano funciona creando patrones de asociación entre lo que percibe del entorno y nuestra reacción interna, según lo que considere sea conveniente para nosotros. El cerebro crea una red de conexiones que asemejan carreteras de pensamiento de modo que, la próxima vez que perciba algo similar a la experiencia anterior, tratará de reproducir las mismas ideas (transitar la misma carretera de pensamiento) y; como resultado, producir las mismas acciones. A ese ciclo repetitivo lo llamamos hábito. Desarrollamos hábitos para la hora de comer, colores preferidos, dormir, ir al baño, caminos para ir al trabajo, y pare de contar. Repetir lo habitual da al cerebro un sentido de seguridad y comodidad que ahorra energía y produce relajación. De modo que, comodidad y seguridad (parte importante de nuestras emociones) son resultado de un cerebro que actúa por costumbre, y forma parte de una vida sana. Hasta aquí todo va bien, pero cuidado, lo que por un lado brinda seguridad y confort, puede en ser un peligroso obstáculo en circunstancias claves para nuestra vida. Los hábitos pueden crear resistencia a cambiar y eso podría ser contraproducente. Cada vez que enfrentamos la necesidad de un cambio se produce una tensión entre quedarnos en el hábito (zona de confort, seguridad, rutina) o asumir un nuevo conocimiento que exige actuar en forma no habitual, nuevas autopistas cerebrales. En la medida que nuestro pensamiento sea rígido mayor es el desafío. ¿Has visto a alguien en su intento por dejar de fumar? ¿Con que frecuencia cambiamos algo complejo como una posición filosófica, política, religiosa hasta algo sencillo como el brazo donde ponemos el reloj? Una pregunta que deberíamos hacernos ¿Estoy dispuesto a cambiar si mi nivel de conciencia cambia o me adhiero a mis hábitos negando cambio alguno? La respuesta puede marcar la diferencia entre un alma libre o prisionera, una mente momificada o una jovial. Es más fácil hablar o escribir sobre cambiar que hacerlo ¿Verdad? Al final de su investigación los científicos proponen la forma en que podemos ajustar o desalojar hábitos de nuestra vida. Por cierto, su respuesta coincide con otra que ha estado disponible durante siglos: re-educándonos con nuevos hábitos. Interesante, en el sitio donde se producen las reacciones que conectan nuestro mundo interior con el externo, hay una lucha entre viejo y nuevo, hábito y necesidad de cambio. Pensaba en eso y recordé dos frases leídas en mi vieja Biblia. La primera son palabras de Jesús a sus seguidores “no se pone un remiendo nuevo en un vestido viejo” (Mateo 9:16). Advertía así a sus amigos que tratar de tapar los vacíos en alguien con pensamiento ritualista, envejecido, pegándole remiendos de nuevos pensamientos terminará generando un vacío más grande. La segunda frase es de un seguidor suyo: “No se conformen al sistema de valores imperante, sino transfórmense con nuevas y superiores formas de pensamiento” (Romanos 12:2). Pablo entendió que necesitamos una mente renovada, no remendada; que la mente renovada resiste las telarañas del conformismo y que es mi responsabilidad alimentar nuevos pensamientos para crecer intelectual y espiritualmente. ¿Te das cuenta? La sabiduría antigua y nuevos descubrimientos esta vez concuerdan en que existe la necesidad de renovar nuestro pensamiento, sustituyendo aquellos hábitos que nos paralizan con otros que nos aproximen a la mejor versión de nosotros mismos. Ante estas evidencias cabe preguntarme, ¿Por qué en tantas decisiones de mi vida prevalecen el conformismo y la repetitividad? Porque permito que mis viejos esquemas mentales decidan. Con razón hay tanta gente que vive fatigada y apesadumbrada, empujando una vida aburrida y desmotivada. Atrapados por pensamientos de un sistema de valores que les dicta que comer, vestir, hablar y cuándo o con quien hacer pareja. Repitiendo las mismas cosas o haciendo lo que “todos hacen” obtendré los mismos resultados o lo que “otros ya obtuvieron” pero no lo que mi individualidad está llamada a alcanzar: la mejor versión de José, una mente renovada y no una remendada. Pon atención a las personas que han marcado una huella digna de elogiar o imitar y te darás cuenta que, igual que nosotros, tuvieron carencias pero, a diferencia de la mayoría, el conformismo no fue una de ellas. Una excusa suele ser que es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer…es la voz del miedo al cambio que grita desde la azotea. Alguien dijo que no temamos dejar lo bueno para aspirar a lo grandioso. Es natural y comprensible llevar una vida protegida y tranquila, es parte de nuestra salud emocional; pero recordemos que el entusiasmo por la vida se nutre de recorrer el camino que eleva mi ser hacia mayores y mejores formas de pensamiento y acción. Te animo a considerar la importancia de renovar nuestra mente, atreviéndonos a alcanzar la altura para la cual fuimos diseñados. Feliz día.
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