Una flor para el desconocido
Por José Gil
Caminaba por aquella angosta calle en una zona poco transitada de una conservadora comunidad. Mis pensamientos abrazaban la idea de avanzar para culminar un recorrido que, por cansancio, se hacía algo pesado e insípido. Habían pasado más de 6 meses de una mudanza transoceánica y, en momentos como el de la caminata de ese día, el alma parecía estar absorta, procurando terminar el quehacer y el recorrido para refugiarse en el sueño; esperanzado en que, al despertar, habría nuevos bríos. En un momento me encontré caminando de frente a una anciana que empujaba un coche con un bebé y a menos de un paso detrás suyo aquella niña que, estimo, tendrá unos 3 añitos. He aprendido a poner especial atención en no mostrarme efusivo con niños en sociedades donde los padres, producto de tristes experiencias, encienden sus alarmas mentales ante cualquier desconocido que se acerca a sus pequeños. Esta vez sucedió lo contrario, y yo recibiría un hermoso regalo de la vida, que me dio bríos y entusiasmo con los ojos bien abiertos. Era primavera y los arboles de esa región, cuyas ramas se desnudan en invierno, comienzan a brotar flores coloridas, algunas de las cuales se desprenden por el viento. Dado lo angosto de la acera me moví hacia mi derecha para dar paso a aquel trio familiar que se aproximaba, parándome al lado de un árbol que retoñaba. En ese preciso momento noté que la niña había detenido su paso justo frente a mí, con sus ojos iluminados, sorprendiendo y haciendo sonreír al niño abrazado a mi alma. Al mirar sus manos extendidas hacia mí, allí estaba, una florecita, la había tomado en su caminata y, ahora, se la daba a aquel desconocido del camino. Desperté del breve monologo de hastió que me acompañaba y recordé aquella poderosa frase escrita por un poeta y guerrero: “Si tomara las alas del amanecer y me mudara al extremo del mar, aun allá me alcanzará tu mano y me sostendrá tu diestra” (Salmo 139). Ya no estaba absorto, ni frio. Las nubes grises de mis pensamientos se disiparon cuando la poderosa mano invisible que sostiene mi vida me hizo recordar vivir con agradecimiento y entusiasmo, por el regalo recibido de manos de la niña. He querido compartirte estas líneas con un sincero deseo, si te encuentras absorto en tantos aparentes sinsabores del camino, o tus emociones parecen dictar un aparente aislamiento en tu vida; recuerdes que el amor Eterno jamás te deja, siempre te acompaña y se expresa incluso a través de lo sencillo e iluminado de la vida a tu alrededor. ¿Puedes verlo? Pon atención a los asuntos aparentemente pequeños y sencillos de la vida y lo verás. Hasta en parajes áridos y distantes, donde los cactus y arenales decoran el horizonte, lo Divino se ha mostrado a quienes han cruzado circunstancias tormentosas. Ninguna cosa creada nos puede separar del amor de Dios, pero hay dos asuntos que necesitamos revisar para poder percibir ese amor: 1) Nuestras abarrotadas agendas de compromisos y actividades que enjaulan al niño o niña en nuestro ser interior. 2) Nuestros pensamientos de víctima o autocompasión que sugieren nadie nos ama y que es mentira el amor que la vida nos regala. ¿Cuándo fue la última vez que observaste las flores en los árboles o un amanecer sin antes mirar tu teléfono? ¿Recuerdas por cual lado salen más estrellas por la noche? Pero en cambio, sabemos hasta la marca de auto de algún cantante famoso, los tatuajes de algún afamado, donde perforar un pozo, como hacer una inserción para operar o la forma de administrar una gran cantidad de dinero para otros. Con razón hay tanta alma caminando absorta, que no alcanza a percibir toda la belleza y maravilla que aún persiste a nuestro alrededor. Nos hemos concentrado demasiado en lo material, producto de nuestros miedos. Quiero terminar estas líneas, mientras agradezco a Dios, invitándote a que consideres cuan acompañado o acompañada, genuinamente, te sientes en este momento de tu existencia. La mano Divina te ofrece flores para recordarte que sigue a tu lado, insistente, amorosa. La vida nos quiere guiar a ser los protagonistas de nuestra única e irrepetible historia. En nuestro recorrido abrazamos y dejamos de abrazar, edificamos y derribamos, bailamos y lloramos lutos…pero mientras el amor sea la fuente de la que bebe nuestra alma, continuaremos avanzando hacia el destino que nos llama amorosa y constantemente, siempre acompañados del amor de la vida. Solo viven quienes aman como la vida nos ama. Feliz día.