¿Cuándo me voy?
Aquella tarde decembrina había conversado telefónicamente con abuela, prometiéndole que viajaría de nuevo el lunes a visitarle. Pero durante la noche entraría en un vaivén de tiempos entre profundo dormir y corto despertar. En uno de esos despertares, casi sentada, dirigió una pregunta a mi madre: “¿Cuándo me voy?”. Al amanecer del domingo abuela partió. Una vivencia similar ocurrió recientemente, cuando un grupo de mujeres visitaba a una de sus amigas, hospitalizada por enfrentar un cáncer terminal. Una de las visitantes tomó las manos de la enferma y elevó una plegaria, quedando todas asombradas cuando la agonizante mujer se sentó en cama y preguntó “¿Cuándo nos vamos?”. Horas más tarde…se fue. Te comparto estas líneas mientras medito en la inminencia de nuestra partida de esta vida, indistintamente de cuan longeva llegue a ser. Tarde o temprano…nos tendremos que ir. Sin pretender saber lo que hubo en la mente de estas dos personas, algo parece haberles hecho percibir que debían irse. En muchos aspectos la muerte sigue siendo un enigma, pero incluso los más recalcitrantes ateos reconocen que muchos pacientes en fase terminal tienen “experiencias” difíciles de explicar sin incluir la existencia de una vida más allá de la presente. Pero no todos parecen estar atentos a la inminente partida, por lo que tantos, cometen descuidos que suelen obligarles a “irse” súbitamente. La misma mañana del día en que escribo estas líneas vi a una dama bajar, descuidadamente, del minibús que se había detenido delante de mí, en un lugar no autorizado. La dama no vio al motociclista que, violando la ley y el sentido común de manejo, adelantaba a alta velocidad por la derecha. El espacio que quedó entre ambos fue más pequeño que el de una pelota de futbol, fracciones de segundos y pocos centímetros faltaron para que “se fuera”. Apenas unas horas más tarde presencié como un camión que era manejado en retroceso impactaba a un motorizado derribándolo en la vía, salvándose por muy poco de “irse”. Quiero llamar tu atención sobre algo, sea que haya alguna circunstancia que nos sensibilice o un hecho súbito, somos pasajeros en este terminal llamado vida y, en algún momento…nos tendremos que ir. Esta realidad me hace pensar en aquellas palabras de Jesús a sus amigos “el tiempo de vida de ustedes se puede terminar en cualquier momento”, Juan 7:6. Lejos de extender una invitación a la tristeza o desespero, aquellas palabras llaman nuestra atención a vivir entendiendo que, eventualmente, las arenas del tiempo en nuestro reloj de vida terminarán de pasar al nivel inferior. Vale la pena preguntarme si la forma en que estoy viviendo considera el cuidado de mi vida física para evitar las imprudencias y descuidos que pueden adelantar mi partida, pero también si estoy poniéndole cuidado a mis cualidades intelecto-espirituales, mis emociones, mis motivaciones. Permíteme hacerte una pregunta, si supieras que te restan 24 horas de vida ¿Harías lo que tienes pensado hacer o cambiarias tus planes? Digamos que el medico te informa que debes someterte a una operación a la brevedad posible y tu probabilidad de salir de quirófano es 30% ¿Seguirías tu rutina actual de vida o harías algún ajuste? Déjame terminar estas líneas diciéndote algo: tú y yo nos tenemos que ir, eso es un hecho. Somos afortunados si no sabemos cuándo….pero igual nos iremos. Entonces ¿Qué estas esperando para vivir? No me refiero a la superficialidad del libertinaje ante lo corto de la vida, me refiero a que hagas aquello que tu alma dicta como propósito de vida. ¿Cuál es tu motivación en la vida? ¿La estas degustando en cuanto haces o la estas sepultando bajo una lista de asuntos intrascendentes? Nuestro tiempo siempre está presto, pero ¿Sabías que al hombre que dijo esas palabras le tomó menos de 35 años cumplir su propósito? El entusiasmo y la virtud fueron sus aliados, gran sentido del humor, sensibilidad por las necesidades de otros, virtud de acero y corazón de niño ¿Su secreto? Vivió de verdad, vivió para hacer lo que su alma le dictó, y milenios más tarde…seguimos asombrados de su vida. En tu caso y el mío no sabemos si nuestra partida será lo suficientemente anunciada como para percibirla en el cuerpo o súbita como para no dar tiempo ni de despedirnos de los amados. ¿Cuándo me voy? Dios permita que sea cuando haya culminado aquello para lo cual la vida ha invertido tanto amor, esfuerzo y tiempo. Piénsalo, espero nos veamos en casa cuando llegue el tiempo de…irnos. Feliz día.
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