La torre
Por José Gil
Por primera vez me encontraba en aquella ciudad, cuyo ambiente otoñal invitaba a visitar sitios y monumentos históricos, testigos y memorias de algunas de las contradictorias acciones de nuestra especie en este periplo llamado historia. Visitar Berlín era una vivencia fascinante, aunque apenas unas horas después de haber aterrizado ocurrió el atentado terrorista en Paris, en el que 130 personas fueron asesinadas, poniendo en alerta a la ciudad en la que el despliegue policial era notorio. Las circunstancias obligaban incluso a portar mi pasaporte en todo momento. Decidí ir a conocer la ciudad, empezando por la famosa torre de Berlín, la Fernsehturm o torre de telecomunicaciones, un icono berlinés, cuya altura supera los 360 metros, ofreciendo una vista panorámica de la ciudad. Siguiendo la dirección de un folleto turístico tomé el tren hasta la estación Alexanderplatz, desde la cual la torre debería quedar muy cerca. Era un día soleado, inusual para la estación, por lo que esperaba disfrutar del paseo sin paraguas ni abrigo. Caminé unos minutos, distraído por el tráfico y la nutrida afluencia peatonal. Al cabo de unos minutos decidí preguntar a una dama que pasaba a mi lado. ¿Dónde está la torre? Con notoria risa ella repitió mi pregunta ¿La torre? La tiene aquí al lado, “mire hacia arriba”. Comencé a reír, parte por lo embarazoso del momento y parte por imaginar lo que algunos amigos y parientes dirían cuando les contara el episodio. Allí estaba una torre de 368 metros de altura, punto visible desde cualquier sitio de Berlín…y yo no lo había visto. Alguien podría perderse buscando un tramo de algún paseo en bote, los tres puntos de control de pasaportes de la guerra fría o hasta confundirse por los tramos del muro que dividió la ciudad en Este y Oeste. Pero ¿no ver la torre? Se requería estar muy perdido o sufrir de alguna limitación para levantar la mirada. Se vale reír de quien te escribe, disfruta este momento y puedes hasta recordármelo en nuestro próximo encuentro: José, el único turista en Berlín que no veía la torre. Efectivamente, la sola vista desde el mirador al tope de la torre ofrece una perspectiva educativa y hermosa, que por cierto permite un mejor disfrute al momento de visitar alguno de sus monumentos históricos. Haber visto las cosas desde las alturas pareciera dejarte disfrutar mejor cuando llegas a ellas. Ahora bien, hoy te escribo para compartir algo más que esa una visita turística, decirte algo trascendente que aprendí: algunas veces una limitada visión en la vida nos hace perder alturas que están a nuestra disposición. Con demasiada frecuencia estamos tan absortos en lo que ocurre alrededor que una especie de amnesia o discapacidad intelecto-espiritual impide elevar nuestra perspectiva de las circunstancias, aspiraciones, sueños. Con demasiada facilidad la afluencia de entendidas responsabilidades, compromisos o tareas limitan nuestra aspiración a mirar las cosas desde una posición que eleve nuestra vida. No se trata de desconocer realidades, los millones de migrantes desde Africa y Suramérica hacia Europa y Estados Unidos, los más de 1000 millones de toneladas de alimento que se pierden cada año en el planeta (mientras 19000 niños mueren de inanición cada día), la corrupción que abarca desde gobernantes hasta directores deportivos, el incremento de la violencia armada y el cambio climático; son ya suficiente como para sugerir que la sociedad se encuentra en la sala de espera frente a una puerta con un cartel que dice “Crisis apocalíptica”. Por otro lado, ya muchos tienen suficiente presión con su problema de empleo, la dificultad para encontrar medicinas, pagar deudas o lidiar con problemas familiares o de soledad. Ante semejante lista de cosas ocurriendo en nuestras narices -o del otro lado de la calle- luce natural que haya más de algún distraído preguntando ¿Dónde queda la torre? No una física para disfrutar la vista, sino una espiritual para alcanzar una perspectiva elevada que me permita comprender y actuar, consecuentemente, con la altura que fluye del alma cuando esta se eleva. Existe una promesa que ha sido fuente para mirar hacia la torre de mi alma: “dichoso quien medita en las enseñanzas de Dios…es como árbol plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto cuando corresponde…y prospera en lo que emprende”. Si quieres ver la promesa completa lee el Salmo 1, no tiene desperdicio. Poderosa promesa, de la cual se han apropiado muchas almas que han dejado un legado de altura espiritual. Enfrentaron momentos duros y rudos pero fueron capaces de elevar su visión de la vida, su mirada a las circunstancias; se atrevieron a soñar, vieron la torre de sus vidas y ascendieron para mirar las cosas desde “arriba”. ¿Sabes? Existe una altura que fue diseñada para ti, y solo tú puedes alcanzarla, pero necesitas levantar la mirada. Quien se atreve a aspirar a la altura y buscarla…la encontrará. Cuidado, altura no se trata de sentirse superior, sea por lo acumulado en bancos o el número de contactos en la red social. Altura es usar las cualidades que la vida nos ha dado para llegar a ser la mejor versión de nosotros mismos. En lo personal, considero a Jesús la más alta mejor versión del alma, y aprender suyo es elevar mi altura para esculpir una visión de la vida que me eleve. ¿Ya sabes dónde está la torre? ¿Tu torre? Levanta la mirada de la vida, busca las alturas del espíritu, anhela que tu mente sea alimentada de cosas espirituales. Tener una visión elevada de la vida traerá paz a tu mente y será guía para otros que buscan las alturas. Feliz día.