Expositor Jose Gil
sábado, 6 de octubre de 2018
martes, 10 de abril de 2018
El precio del éxito
Existen tres elementos en torno a los cuales la sociedad suele medir el éxito: riqueza, poder, fama. Desde el entorno familiar, el trabajo, colegios y en nuestras tertulias con amigos, hacemos referencia halagadora a los “exitosos”, los que destacan socialmente en alguno de esos tres elementos o una combinación de ellos. ¿Has considerado el precio a pagar por buscar el éxito con esos medios?
Estar en un aeropuerto esperando por un vuelo retrasado que posiblemente ni salga, mientras en la desolada pista se observan avionetas privadas. Buscar una medicina que parece haberse esfumado de las farmacias mientras se nos dice que cierto “amigo” tiene los “contactos” para conseguirla. La fascinación social por afamados intérpretes de videos musicales cuya letra e imágenes degradan al género femenino. Son algunos ejemplos cotidianos que parecen susurrar (o gritar) al oído del alma “Si deseas el éxito invierte tu vida en acumular dinero, conéctate al poder, sigue a los famosos”.
Medir el éxito de esa manera demuestra que el GPS de nuestro sistema de valores y sentido de dicha requiere mantenimiento y calibración.
Riqueza: Cierta mercadotecnia de redes sociales y TV, en una sociedad con miopía espiritual; ha convencido a demasiadas personas de resolver sus problemas acumulando dinero. Entonces se embarcan en hacer dinero “como sea”, con lo cual terminan siendo un avaro comerciante, un especulador, un empleado corrupto, un sicario, contrabandista, o un amargado si fracasa en acumular riqueza. Viene de mi memoria una frase dicha por Jesús: “la vida del hombre no consiste de la abundancia de bienes que posee”. Acumular riqueza no es lo que nos define como persona, vivir para tener más me convierte en un prisionero, mientras percibir como riqueza mi esencia espiritual sí que me enriquece.
Poder: es otro espejismo para quien mal entiende el éxito. A diario somos informados sobre gobernantes involucrados en crímenes y violación de DDHH, ejecutados para mantener el poder. Es trágico que se alabe a tiranos cuyo único mérito es haber usado el poder para su beneficio personal, incluso sobre la sangre y sufrimiento de otros. ¿Qué decir de tanto criminal representado como “poderoso”? Se ha hecho común, sobre todo entre jóvenes, copiar el acento utilizado por algún narcotraficante cuya historia es presentada en TV como atractiva o placentera. La búsqueda del éxito por medio del poder suele terminar en la celda de dos carceleros del alma: el odio y el miedo. Sobre el poder meditemos lo dicho por Jesús “los que gobiernan naciones se enseñorean de ellas…pero quienes quieran ser realmente poderosos sirvan a sus semejantes”. ¿Así o más claro?
Fama: en un tiempo en el que la burla y el rechazo social han llevado a muchos al suicidio, la fama se ha convertido en otro poderoso y seductor espejismo. Quien busca la fama para resaltar sobre otros se convierte en una caricatura, un ser irreal, una parodia de alguien que no existe, negando su esencia. Los deportes, el cine, la moda, son solo algunos de los submundos en el que el éxito es precedido por la fama, y descarta a los “perdedores”. Pregunta ¿Recuerdas quién es considerado el hombre más rápido del mundo? Si, correcto, Usain Bolt, la centella jamaiquina que en 2008, 2012 y 2016 ganó en 100 metros planos, e impuso un registro mundial de 9.58 segundos. ¿Conoces el nombre del segundo lugar? Yo tuve que buscarlos. Uno de ellos fue Justin Gatlin, estadunidense, quien hizo 9.85 y Bolt 9.77 segundos. La diferencia fue de solamente 8 centésimas de segundo pero la fama…no recuerda a los segundos ¿verdad? Esa forma de mirar el éxito a través de la fama concibe almas frustradas, autoexcluidas de la dicha. Ni hablar de la moda, en la que las lágrimas y envidias son el día a día. Me gusta recordar lo dicho por Jesús a sus seguidores “ay de ustedes si en un sistema de valores pervertido hablan bien de ustedes”, con lo que ilumina a quienes puedan extraviarse buscando ser famosos sin meditar el sistema de valores espirituales de quienes le aplaudan.
Conclusión: vivir en armonía con Dios, con nosotros mismos, con la creación, permite que la vida atraiga hacia nosotros la medida que nos conviene de riqueza, poder y fama. Será el producto de lo que vamos esculpiendo de nuestra esencia de vida, pero no debemos permitir que esa trilogía se convierta en nuestra razón de ser. Somos afortunados cuando disfrutamos de lo que, en armonía espiritual, fluye hacia nosotros, sin que hayamos tenido que degradarnos ni comprometer nuestra esencia. La recibimos, la abrazamos, es regalo Divino. Busquemos el verdadero éxito, el que generamos en la realización de lo que el llamado espiritual nos hace…y las demás cosas nos serán añadidas.
Estar en un aeropuerto esperando por un vuelo retrasado que posiblemente ni salga, mientras en la desolada pista se observan avionetas privadas. Buscar una medicina que parece haberse esfumado de las farmacias mientras se nos dice que cierto “amigo” tiene los “contactos” para conseguirla. La fascinación social por afamados intérpretes de videos musicales cuya letra e imágenes degradan al género femenino. Son algunos ejemplos cotidianos que parecen susurrar (o gritar) al oído del alma “Si deseas el éxito invierte tu vida en acumular dinero, conéctate al poder, sigue a los famosos”.
Medir el éxito de esa manera demuestra que el GPS de nuestro sistema de valores y sentido de dicha requiere mantenimiento y calibración.
Riqueza: Cierta mercadotecnia de redes sociales y TV, en una sociedad con miopía espiritual; ha convencido a demasiadas personas de resolver sus problemas acumulando dinero. Entonces se embarcan en hacer dinero “como sea”, con lo cual terminan siendo un avaro comerciante, un especulador, un empleado corrupto, un sicario, contrabandista, o un amargado si fracasa en acumular riqueza. Viene de mi memoria una frase dicha por Jesús: “la vida del hombre no consiste de la abundancia de bienes que posee”. Acumular riqueza no es lo que nos define como persona, vivir para tener más me convierte en un prisionero, mientras percibir como riqueza mi esencia espiritual sí que me enriquece.
Poder: es otro espejismo para quien mal entiende el éxito. A diario somos informados sobre gobernantes involucrados en crímenes y violación de DDHH, ejecutados para mantener el poder. Es trágico que se alabe a tiranos cuyo único mérito es haber usado el poder para su beneficio personal, incluso sobre la sangre y sufrimiento de otros. ¿Qué decir de tanto criminal representado como “poderoso”? Se ha hecho común, sobre todo entre jóvenes, copiar el acento utilizado por algún narcotraficante cuya historia es presentada en TV como atractiva o placentera. La búsqueda del éxito por medio del poder suele terminar en la celda de dos carceleros del alma: el odio y el miedo. Sobre el poder meditemos lo dicho por Jesús “los que gobiernan naciones se enseñorean de ellas…pero quienes quieran ser realmente poderosos sirvan a sus semejantes”. ¿Así o más claro?
Fama: en un tiempo en el que la burla y el rechazo social han llevado a muchos al suicidio, la fama se ha convertido en otro poderoso y seductor espejismo. Quien busca la fama para resaltar sobre otros se convierte en una caricatura, un ser irreal, una parodia de alguien que no existe, negando su esencia. Los deportes, el cine, la moda, son solo algunos de los submundos en el que el éxito es precedido por la fama, y descarta a los “perdedores”. Pregunta ¿Recuerdas quién es considerado el hombre más rápido del mundo? Si, correcto, Usain Bolt, la centella jamaiquina que en 2008, 2012 y 2016 ganó en 100 metros planos, e impuso un registro mundial de 9.58 segundos. ¿Conoces el nombre del segundo lugar? Yo tuve que buscarlos. Uno de ellos fue Justin Gatlin, estadunidense, quien hizo 9.85 y Bolt 9.77 segundos. La diferencia fue de solamente 8 centésimas de segundo pero la fama…no recuerda a los segundos ¿verdad? Esa forma de mirar el éxito a través de la fama concibe almas frustradas, autoexcluidas de la dicha. Ni hablar de la moda, en la que las lágrimas y envidias son el día a día. Me gusta recordar lo dicho por Jesús a sus seguidores “ay de ustedes si en un sistema de valores pervertido hablan bien de ustedes”, con lo que ilumina a quienes puedan extraviarse buscando ser famosos sin meditar el sistema de valores espirituales de quienes le aplaudan.
Conclusión: vivir en armonía con Dios, con nosotros mismos, con la creación, permite que la vida atraiga hacia nosotros la medida que nos conviene de riqueza, poder y fama. Será el producto de lo que vamos esculpiendo de nuestra esencia de vida, pero no debemos permitir que esa trilogía se convierta en nuestra razón de ser. Somos afortunados cuando disfrutamos de lo que, en armonía espiritual, fluye hacia nosotros, sin que hayamos tenido que degradarnos ni comprometer nuestra esencia. La recibimos, la abrazamos, es regalo Divino. Busquemos el verdadero éxito, el que generamos en la realización de lo que el llamado espiritual nos hace…y las demás cosas nos serán añadidas.
martes, 16 de enero de 2018
*Tres formas de cambio: Reforma, Revolución, Rebelión*_
Estoy estudiando discursos de Osho sobre “Cambio” y encontré algunas ideas muy interesantes, dignas de leer y meditar, en especial para las circunstancias que vivimos en el país. Espero sean edificantes o, al menos, te animen a considerar si nuestra vida es un obstáculo o abono para cambiar lo que vivimos.
*Tres formas de cambio: Reforma, Revolución, Rebelión*
*Reforma*: es como un lubricante, suaviza las cosas pero deja que sigan como estaban. Es como colorear la vieja forma de ser con colores nuevos, dejando igual la estructura. La casa se está cayendo, las vigas se rompen, la fundación se hunde, y un reformista busca la forma de introducir cambios para que aguante un poco más pero se vea mejor. Reformar entonces es una acción que está a favor del llamado “status quo”, está al servicio del pasado pero no del presente ni futuro. La reforma se ocupa de los modales, de las etiquetas, de actuar civilizadamente, cambiar la conducta formal del ser pero sin tocar su esencia interior. Un reformista no niega que tengamos espiritualidad, pues no les estorba en su tarea que busca retocar lo exterior. Es una persona educada que nada descarta y, a menos que sea absolutamente necesario, admite toda creencia y acción como aceptable y respetable. La reforma no exige mucho de nosotros, solo mejorar la fachada y mostrarla aceptable, dejando el sucio puertas adentro. La reforma nos hace personas respetables en la sociedad, si quieres respeto haz reformas.
*Revolución*: va un poco más allá que la reforma, pretende cambiar la estructura externa de algo, dejando intocable, incluso negando, que exista una estructura interna. El ser humano es fusión de dos naturalezas: espiritual y física, y la revolución solo se enfoca en cambiar lo económico y social; es decir la naturaleza física, marginando lo espiritual. La revolución se ocupa de la moralidad, de la reputación social; introduce cambios estructurales que por estar centrados en la distribución de lo material crea una división: apartar lo espiritual de lo material. Por eso los llamados revolucionarios niegan el espíritu, afirmando que cambiando lo externo se logra cambiar al hombre. La revolución es analogía de exigir cambiar la decoración de la sala de visita, dejando la mugre en el área no social del individuo o sociedad. Ello crea una división entre el santurrón y el pecador reprimido que espera la oportunidad para saltar a dominar la escena. La revolución destruye a los opresores particulares del pasado e instaura otros nuevos a los que llama “Padre” o “Estado”, pero que actúan con la misma malicia de sus antecesores.
*Rebelión*: se produce en el núcleo, en la esencia del ser, en su conciencia, es radical, transmuta la química del pensamiento para crear no un cuerpo o ropa nueva, sino un nuevo ser, un nuevo “hombre” interior. La rebelión es cambio absoluto porque se origina en nuestra esencia intelecto-espiritual, crea una discontinuidad con el pasado y concibe algo nuevo. No procura reparar lo viejo sino edificar algo nuevo. Jesús es ejemplo de rebelión, por lo que fue enfrentado por reformistas (religiosos) y revolucionarios (Barrabas y similares). El rebelde no renuncia a vivir en el mundo sino que lo afronta con una nueva visión, con valores y principios que no están en venta, y que, consecuentemente, cambian al mundo. Como ha sido dicho: *cambiando yo…cambia el mundo*
La historia muestra intentos sociales de cambio al modificar la estructura exterior del pasado, fracasando en cambiar al hombre interior, quien sigue siendo el mismo: avaro, egoísta, ambicioso. Se cambian, e imponen por fuerza: leyes, políticas y economía (lo externo); pero no se puede cambiar desde fuera la naturaleza humana. Cuando la contención policial desaparece…reaparece la barbarie.
Reformistas y revolucionarios solo pueden gobernar por el uso dictatorial de fuerza, pues el primero acepta que haya espíritu pero le omite de sus esfuerzos; mientras la segunda niega que el ser posea algo llamado espíritu y se centra en crear condiciones externas mejoradas. La rebelión en cambio es espontanea, se produce dentro del ser, en sus motivaciones e intenciones, donde solo lo espiritual es capaz de llegar.
*Conclusión*_: Es rebeldía que meditemos en la forma en la que hemos intentado cambiar, como individuos únicos que somos y como sociedad.
*Es rebeldía* mirar en el espejo de nuestra propia alma y procurar la espiritualidad no-religiosa que nos permita esculpir la mejor versión de nosotros mismos. Los cambios que nos permiten avanzar, como individuos y como especie, son aquellos que nacen en nuestra rebeldía interior y –entonces- reflejamos en el exterior. Fue escrito a los seguidores de Jesús: _no nos conformemos a la vieja manera de pensar y al perverso sistema de valores instaurado, sino que renovemos nuestra mente_”
Los cambios que tanto necesitamos requieren almas rebeldes, valientes, dispuestas a pagar el precio de vivir en grandeza frente a un entorno que pretende imponer la pequeñez a cambio de fortuna, fama o poder. Cada uno de nosotros debe decidir su elección de la forma de cambio en la vida.
Pretender cambiar al país pasa por cambiar yo en mis valores, principios y rebeldía frente al miedo que cierne.
*José Gil*
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