¿Un rico en el cielo?
Al escuchar la historia fue como si un velo fuese quitado en mis pensamientos y pudiera haber entendido algo que, aunque desde niño había escuchado, no había captado su relevancia. La persona sobre la que se hablaba había tenido varias oportunidades de mejorar sus condiciones de vida y abrir mejores oportunidades para sí misma y sus hijos…pero no lo hizo pues “sentía que disfrutaba un poder importante donde estaba y tuvo miedo al cambio…”. ¿Te suena familiar eso? Miedo al cambio. Cuantas cimas hemos dejado de avizorar y ascender en nuestra vida por miedo al cambio. Como una luz que se enciende vinieron a mi mente aquellas palabras de Jesús “difícilmente un rico entrará al reino de los cielos”. Palabras que han sido usadas y abusadas, en especial por mercaderes de promesas populistas y manipuladores de oficio. Aquella historia me abrió el entendimiento para notar que en lugar de referirse al aspecto material se nos estaba dejando lección sobre aspirar a un nivel superior de vida, lo que requiere dejar cosas atrás. El joven rico había preguntado lo que le hacía falta para entrar, disfrutar, una vida plena, el “reino de los cielos”; de modo que estaba básicamente aspirando a disfrutar de una plenitud emocional y espiritual que le había eludido a pesar de tener lo que muchos pensarían era lo que se necesitaba para ser feliz: una buena religión, estabilidad, respeto, comodidad y salud. La respuesta del Maestro no menosprecia el dinero ni pretende transmitir una crítica a poseer riquezas, sino más bien al caso particular del joven para quien haberse acostumbrado a vivir en su zona de confort le impedía aspirar a cosas superiores. “Vende lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme”. Es como si le hubiera dicho, pues ya que te has dado cuenta que hay metas superiores, que de poco o nada sirve una alforja llena si el alma está vacía…camina a mi lado y alcanzarás las alturas de la vida. La historia termina con el joven retirándose triste porque no pudo soltar su ancla. Si me preguntas te digo que pienso que aquel joven rico está en el cielo, pero lo que no estoy seguro es cuánto de su riqueza emocional perdió al no soltar lo material de su comodidad. ¿En que se parecen estas dos historias que te acabo de compartir? Fíjate que nada hay que reprochar a los personajes, pues ambos procuraban preservar lo que tenían, eso es quedarse en su zona de confort. Lamentablemente, ambos perdieron la oportunidad de ascender en su vida. Ahora deseo preguntarte algo: ¿Qué haces cuando debes enfrentar la necesidad de cambio que exige salir de tu zona de confort, del nido en que te has acostumbrado a una vida cómoda y “segura”? ¿Cuándo fue la última vez que elegiste plenitud antes que comodidad? Recuerda a Dios diciéndole a Abram “sal de esta tierra y de tu familia…”, era la invitación a salir de una vida de confort, y Abram lo hizo. ¿Resultado? Vivió en las alturas de la vida, a pesar de sus propias debilidades. Hoy lo llaman “padre de la fe” las tres mayores religiones monoteístas del planeta. Si tu vida se ha venido haciendo aburrida o vacía es porque has abandonado tus sueños y estás sentado a la sombra del árbol del conformismo. Siempre hallarás motivos para justificarte, pero de seguro en tu ser interior esa voz sigue diciéndote “vamos, demos ese salto de fe”. El peso social en nuestras decisiones suele ser decisivo para muchas personas, quienes prefieren acallar los gemidos indecibles de su alma para mantener un status, una condición de aparente éxito o cordura. ¿Qué haremos tú y yo? Nadie va a criticarnos si decidimos como los personajes de nuestra historia, nadie…excepto nosotros mismos. A sus 68 años un amigo, quien ya partió a la eternidad, me dijo que los momentos que mejor recordaba de su vida y le hacían sentirse que había valido la pena vivir eran aquellos en los que salió de su zona de confort buscando plenitud de amor y felicidad a su alma. Jesús fue su amigo y compañero hasta el último día. Ahora es nuestro turno de decidir si aspiramos a una vida plena o una vida cómoda…nosotros decidimos.
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