Eso llamado..."pecado"
Por José Gil
Me encontraba en la ciudad de San Cristóbal, en los andes venezolanos, atendiendo la invitación que me hiciera un amigo para aquel fin de semana. Al llegar me pidió que pudiera hablarle a un grupo de jóvenes amigos suyos, pero de tema inusual. Quería que hablara sobre lo que se llama “pecado” en la biblia. Por mi mente pasaron algunas ideas, de las que recuerdo que yo en ese tiempo había estudiado varias palabras del griego antiguo que se traducen como “pecado” en la escritura bíblica…pero si algo he aprendido es no sermonear con teología a quien necesita agua para la sed de su alma. Mientras seguía caminando algo llamaría mi atención, un olor muy característico: carne asada. Un olor que de inmediato le dice a tu cerebro que se acerque. Al pasar justo al lado de la brasa noté que no había carne asándose, lo que me confundió pues, si no había carne asándose, ¿De dónde venía el olor? Me detuve a conversar con el encargado y al compartirle mi curiosidad sobre el olor me dijo su secreto, que es parcialmente la causa de que te escriba estas líneas. Entre las brasas de los carbones había colocado grasa y tocino, que, al asarse, emite un olor poderosamente llamativo para el olfato de quienes degustan comer carne. ¿Te das cuenta del truco? Lo que atraía era el olor y, ese olor, guía al cerebro a pensar en “deliciosa” carne, pero lo que se vendía y consumía no era lo que te había atraído…un sencillo pero eficaz método de atraer compradores que, a la final, consumen algo distinto a lo que les sedujo. Con semejante ilustración de los espejismos y anzuelos que se nos presentan en la vida, me encaminé a hablar con los jóvenes y tenía algo importante que decirles: una característica que distingue a eso que llamamos pecado es que luce apetitoso y promete placenteros resultados, pero lo que terminas consumiendo no es lo que te prometieron, su aspecto es una distracción que puede ser tan sutil y aparentemente inofensiva como consumir una parrilla en la esquina, pero también tan letal como el poder, placer, fama o dinero, adquiridos a cualquier precio. Todo aquello que en la vida no sea el producto genuino, en el sentido de mantenernos en armonía con Dios, nosotros mismos y nuestros semejantes, actúa alejándonos del sentido mismo de la vida…a eso debemos llamar “pecado”. Pasado el tiempo de aquella cotidiana vivencia, y aprendizaje, recuerdo una frase que un seguidor de Jesús le envió a amigos en una carta: “Porque somos fragante aroma de Cristo para Dios”. Me gusta pensar que, al escribir, Pablo estaba pensando en el olor de alguna rica comida degustada, o posiblemente en alguno de los sacrificios que presenció, o en el olor del incienso; pero la clave es que se refería a un olor “genuino”, que se eleva e impregna con lo que realmente es. Por eso seguramente el aroma del incienso que se eleva se compara a la oración sincera de quien pone su confianza en Dios. Mientras escribo estas líneas el entorno celebra el cierre del 2014, entre cohetones, música, comida y palabras de buenos deseos. ¿Me pregunto cuántos a esta hora estarán pensando las circunstancias en que, espiritualmente, han elegido seguir olores de confusión en la vida? Se podrían dar tantas vueltas teológicamente acertadas, pero hoy quiero decirte que, todo aquello que no es auténtico del alma, toda falsificación para alcanzar una meta o propósito…es pecado, hará sufrir y alejará de una vida plena, de estar en paz. Estoy agradecido con la vida porque podemos -y debemos- recordar que nuestro diseño original, nuestro ser interior, nos pide vivir en forma auténtica como aroma grato a Dios y referencia genuina a otros en el camino. Acabo de saber de una anciana monja, Francisca, que hoy partió a casa, luego de una ancianidad dedicada a la caridad y pregonar la fe cristiana…me gusta pensar que su vida, y partida, hayan sido aroma grato, incluso al momento de partir, lo mismo que, eventualmente, nos tocará a ti y a mí, si elegimos el lado correcto de los aromas de la vida. Feliz día, feliz inicio de 2015.
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