Lo pasajero y lo duradero
Hacía meses que no iba el mercado “Las Pulgas” en el centro de Maracaibo, caminando por la calle que da acceso principal a sus pasillos. Observaba con asombro el gran número de locales cerrados, no sé si por ser tiempo de vacaciones escolares o por haber perdido su batalla contra la economía nacional. Iba de regreso hacia el estacionamiento cuando escuché “cuarenta mil millones…”. Aquel vendedor de loterías hacía, voz en cuello, una oferta difícil de ignorar, en especial considerando el sitio y las personas que suelen caminar esa parte del mercado. ¿Cuántas cosas podría hacer? ¿Cuántos problemas podría resolver el joven que compraba aquel par de pilas? En ese momento mis pensamientos trajeron a escena una noticia que había leído la madrugada anterior sobre cientos de ciudadanos que viajan, desde Alemania e Inglaterra, a Suiza; para ser asistidos al suicidarse. Debes estar preguntándote la causa por la cual se hayan conectado esa noticia y la oferta del vendedor ambulante. Sin duda que algo tendrá que ver mi tendencia a conectar todas las cosas; sin embargo, déjame compartirte algo que puedes meditar por tu cuenta. Me parece que debido a abrumadoras carencias materiales de nuestro país, somos empujados a pensar que con dinero podríamos resolver el problema o, al menos, nuestro problema. Pero que interesante que, al otro lado del Atlántico, con un mejor poder adquisitivo, libres de las taras sociales que acá nos mantienen en zozobra…muchos se suicidan. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reporta que unos 360 millones de personas sufren de depresión, de los cuales 1 millón se suicida cada año. Me parece son dos expresiones de una misma tragedia. Allá soledad y pena, acá una selva de empujar y gritar por lo material. No pretendo saber lo que abruma al alma al punto de hacerle perder el afecto por la vida misma, al punto de terminarla por suicidio o incinerarla diariamente en su afán por cosas. Pero una frase bíblica viene a mi mente: “…el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. Fortuna, fama, poder; han sido erigidos como trilogía de dioses de la sociedad, tras cuya búsqueda las almas tienen la misma esperanza de vida que los ratoncitos de laboratorio a quienes ponen a dar vueltas en jaulas tipo bombo, donde corren y corren, pero nunca avanzan ni se liberan. Muchos parecen haber perdido el amor a la vida al ser testigos de tragedias, incluyendo las suyas. Otros están muriendo un poco cada día, entregados a una tragicomedia para conseguir lo que ya los primeros tienen. Una misma respuesta es enviada para ambos, que bien puede servirme en mi andar diario: lo que permanece de la vida es todo cuanto pensamos, hablamos y hacemos, en armonía con la voluntad de Dios. Ah! ¿Y eso cómo se come? Se refiere a vivir en armonía con Dios (no con la iglesia ni religiones, por cierto), con nosotros mismos y, como resultado, con nuestros semejantes. ¿Cuándo fue la última vez que tomé un tiempo para orar, leer algo de valor espiritual, meditar? No me refiero a ir al templo a que me cuenten cuentos entretenidos, me hagan sentir buena persona, o me den un regaño…me refiero a ese momento en el que, a solas, marco una clara línea que distingue lo pasajero de lo permanente en mi ser interior. ¿Qué es lo que mueve mi vida? Mi respuesta es mía, igual que la tuya pertenece al sumario de tu existencia. En cuanto a la tragedia que puedas estar viviendo, quiero despedirme por hoy con una frase de Ana María Frank, niña que vivió el horror de la guerra, huyendo, oculta del ejército invasor que ocupaba Holanda. Ante la crudeza de lo vivido acuñó una frase que aun retumba en las almas que alienta: “No pienso en toda la miseria, sino en toda la belleza que aún permanece”. Somos beneficiarios de un mundo maravillosamente diseñado, una vida que nos es regalada cada día, y la oportunidad de discernir entre aquellas cosas que hacemos, las pasajeras y las permanentes. Es nuestra decisión cuales, y en que magnitud, son las que motivan nuestro andar y definirán nuestro paso en la eternidad. Feliz día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario