martes, 9 de julio de 2013

TU REFRIGERIO ESPIRITUAL DE HOY: Tres maneras de medir el tiempo Juan 4

Tres maneras de medir el tiempo
Juan 4

 José Gil y Alfonso Estrada
Acaba de finalizar el 2010, y las celebraciones de lo que llaman “navidad” y “fin de año” se ha convertido para muchas personas en una búsqueda frenética de comida, bebidas, regalos y salones de fiestas disponibles para “compartir”. Para cuando llega el momento de cena o intercambio, son muchos los que ya están desgastados emocional y físicamente, listos para enojarse por cualquier cosa, o incomodarse si alguien subestima su gran esfuerzo para organizar la reunión.
 ¿Qué hace que la forma de medir el tiempo de tantas personas sea el desenfreno y sobresalto por una fecha, o abarrotar su closet de nuevas cosas, que pronto serán viejas? La respuesta: estamos midiendo el tiempo con el reloj equivocado. Estamos actuando en forma “natural” y no en forma “renovada”, estamos mirando las cosas con los lentes del sistema de valores de este mundo. Esa es la causa también de lo insatisfecho que nos sentimos al terminar la euforia de nuestras celebraciones.
 El pasaje en Juan 4 está repleto de enseñanzas sobre la necesidad del alma humana, y una de esas enseñanzas es que muestra tres distintas maneras de medir el tiempo. Confieso que esta historia del encuentro no casual de Jesús y una mujer samaritana, en un camino solitario, la había leído muchas veces, pero en este tiempo de cosecha en mi existencia, tengo la bendición de mirar un poco más al interior del corazón de Dios. Me entusiasma compartirte lo que encontré en este recorrido. Espero sea de bendición para ti.
 El tiempo para la mujer del pozo: ella vino al pozo a la hora sexta, eso es, al mediodía. Interesante que el agua se colecta a primera hora, antes que la sed aparezca y no cuando el calor sofocante ha hecho su trabajo. Recuerdo en casa de mi abuela, en Caño Blanco, se llenaba el cántaro de agua cada mañana, aun a oscuras. ¿Qué impulsaría a la mujer a venir a esta hora? El pasaje nos da una pista. Ella había tenido cinco maridos, y ahora vivía con un sexto hombre, que no era su marido. Cuantas burlas, ofensas, críticas y menosprecios pudo haber recibido. Su forma de medir el tiempo era la de quienes sienten “déjenme en paz, me han molestado y lastimado suficiente, me han restregado mis errores en cara y me harté, vendré al pozo evitando encontrarme con los hipócritas que se creen mejor que yo”. La forma de medir el tiempo de ella me recuerda que muchas personas parecen igualmente haber decidido que ya no permitirán que nadie les lastime, aunque eso implique aislarse y tomar el camino de los mediodías hacia el pozo profundo, de una vida lastimada y abandonada.
 El tiempo para los discípulos: llegaron y se sorprendieron de ver a Jesús conversando con una mujer. Salieron a buscar comida, y con comida regresaron. De modo que en 4:31 le dijeron a Jesús “come maestro”, es tiempo de comer, fuimos a buscarte comida, considera el calor y la distancia recorrida, por favor “come”. Una segunda frase del pasaje me permitió captar como pensaban los discípulos respecto al tiempo que estaban viviendo. En 4:35 Jesús pregunta “¿No dicen ustedes que faltan cuatro meses para la cosecha?”. Me doy cuenta que su forma de medir el tiempo era según las necesidades materiales, lo que me recuerda que, también en nuestro tiempo, hay quienes miden su vida según las bendiciones materiales que Dios les provee. Parece que para muchos la expresión “Dios te bendiga” significa algo como “Dios te de un carro, una casa, un trabajo, buena salud, y, claro…comida y agua”. Todas esas son bendiciones provistas por el Padre para sus hijos, pero recordemos la clave “busquen primero el reino de Dios y su justicia, y esas cosas les serán dadas como añadidura”. Lo que me lleva a la tercera forma de medir el tiempo en el pasaje.
 El tiempo para Jesús: es el tiempo de propósito, de cumplimiento de su misión celestial en la Tierra. La mujer había contado el tiempo para venir a la hora solitaria, mientras Jesús le estaba esperando a la orilla del pozo. Ella contaba las horas para que nadie la molestara, Jesús aguardaba el momento del encuentro personal. Dios es un Dios de encuentro personal, y en este mismo momento puede que esté sentado a la orilla del pozo de alguna área de mi vida, bajo el sol inclemente, esperando a que yo venga para tener la oportunidad de darme el agua de vida. En cuanto a los discípulos, hay dos expresiones que muestran la forma de medir el tiempo del Mesías. La primera está en 4:34, donde les dice “mi comida es hacer la voluntad de quien me envió, y completar su obra”. Recuerda que Jesús tenía sed, por eso le pidió agua a la mujer, y tenía hambre, por eso esperaba que sus discípulos trajeran comida. Sin embargo, cuando vio la necesidad de la mujer puso su apetito y sed en un segundo plano, para hablarle del reino eterno. La segunda está en su expresión “levanten sus ojos y miren los campos, listos para la cosecha”. Faltaban cuatro meses para la recolección de granos, pero Jesús estaba mirando a la mujer que regresaba seguida de los hombres de su comunidad. Su forma de medir el tiempo era la cosecha, no del grano que llena el estómago, sino de las almas que venían sedientas para oír la palabra de Dios, para los menospreciados, perdidos, los rechazados, los extranjeros en su propia tierra.
 Conclusión: como resultado del encuentro con Jesús, y su estadía durante dos días, aquella comunidad quedó convencida que habían conocido el hijo de Dios. ¿Sabes cuantos milagros hizo Jesús en esa comunidad? Ninguno. Ellos creyeron porque oyeron las palabras de vida eterna. No sé si los desprecios contra aquella mujer de visitas solitarias al pozo desaparecieron, pero seguro que la soledad del alma si fue sanada. No estoy seguro si los discípulos regresaron luego a buscar más comida, pero fueron testigos de que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
 Padre, gracias por enseñarme a medir el tiempo no por la cantidad de minutos que tenga y como me las haya ingeniado para que no me lastimen, tampoco por la provisión material que das a mi existencia. Gracias porque he aprendido que el tiempo en mi vida es el de tu propósito cumpliéndose en mí, para llevar agua de vida a los sedientos. Concédeme una vida libre de resentimientos y soledades, líbrame de una visión material de tu reino, y dame un reloj sincronizado con tu propósito, para mi bien, para mi felicidad, y, sobre todo, para la gloria de tu nombre. Amen.
 Acaba de finalizar el 2010, y las celebraciones de lo que llaman “navidad” y “fin de año” se ha convertido para muchas personas en una búsqueda frenética de comida, bebidas, regalos y salones de fiestas disponibles para “compartir”. Para cuando llega el momento de cena o intercambio, son muchos los que ya están desgastados emocional y físicamente, listos para enojarse por cualquier cosa, o incomodarse si alguien subestima su gran esfuerzo para organizar la reunión.
 ¿Qué hace que la forma de medir el tiempo de tantas personas sea el desenfreno y sobresalto por una fecha, o abarrotar su closet de nuevas cosas, que pronto serán viejas? La respuesta: estamos midiendo el tiempo con el reloj equivocado. Estamos actuando en forma “natural” y no en forma “renovada”, estamos mirando las cosas con los lentes del sistema de valores de este mundo. Esa es la causa también de lo insatisfecho que nos sentimos al terminar la euforia de nuestras celebraciones.
 El pasaje en Juan 4 está repleto de enseñanzas sobre la necesidad del alma humana, y una de esas enseñanzas es que muestra tres distintas maneras de medir el tiempo. Confieso que esta historia del encuentro no casual de Jesús y una mujer samaritana, en un camino solitario, la había leído muchas veces, pero en este tiempo de cosecha en mi existencia, tengo la bendición de mirar un poco más al interior del corazón de Dios. Me entusiasma compartirte lo que encontré en este recorrido. Espero sea de bendición para ti.
 El tiempo para la mujer del pozo: ella vino al pozo a la hora sexta, eso es, al mediodía. Interesante que el agua se colecta a primera hora, antes que la sed aparezca y no cuando el calor sofocante ha hecho su trabajo. Recuerdo en casa de mi abuela, en Caño Blanco, se llenaba el cántaro de agua cada mañana, aun a oscuras. ¿Qué impulsaría a la mujer a venir a esta hora? El pasaje nos da una pista. Ella había tenido cinco maridos, y ahora vivía con un sexto hombre, que no era su marido. Cuantas burlas, ofensas, críticas y menosprecios pudo haber recibido. Su forma de medir el tiempo era la de quienes sienten “déjenme en paz, me han molestado y lastimado suficiente, me han restregado mis errores en cara y me harté, vendré al pozo evitando encontrarme con los hipócritas que se creen mejor que yo”. La forma de medir el tiempo de ella me recuerda que muchas personas parecen igualmente haber decidido que ya no permitirán que nadie les lastime, aunque eso implique aislarse y tomar el camino de los mediodías hacia el pozo profundo, de una vida lastimada y abandonada.
 El tiempo para los discípulos: llegaron y se sorprendieron de ver a Jesús conversando con una mujer. Salieron a buscar comida, y con comida regresaron. De modo que en 4:31 le dijeron a Jesús “come maestro”, es tiempo de comer, fuimos a buscarte comida, considera el calor y la distancia recorrida, por favor “come”. Una segunda frase del pasaje me permitió captar como pensaban los discípulos respecto al tiempo que estaban viviendo. En 4:35 Jesús pregunta “¿No dicen ustedes que faltan cuatro meses para la cosecha?”. Me doy cuenta que su forma de medir el tiempo era según las necesidades materiales, lo que me recuerda que, también en nuestro tiempo, hay quienes miden su vida según las bendiciones materiales que Dios les provee. Parece que para muchos la expresión “Dios te bendiga” significa algo como “Dios te de un carro, una casa, un trabajo, buena salud, y, claro…comida y agua”. Todas esas son bendiciones provistas por el Padre para sus hijos, pero recordemos la clave “busquen primero el reino de Dios y su justicia, y esas cosas les serán dadas como añadidura”. Lo que me lleva a la tercera forma de medir el tiempo en el pasaje.
 El tiempo para Jesús: es el tiempo de propósito, de cumplimiento de su misión celestial en la Tierra. La mujer había contado el tiempo para venir a la hora solitaria, mientras Jesús le estaba esperando a la orilla del pozo. Ella contaba las horas para que nadie la molestara, Jesús aguardaba el momento del encuentro personal. Dios es un Dios de encuentro personal, y en este mismo momento puede que esté sentado a la orilla del pozo de alguna área de mi vida, bajo el sol inclemente, esperando a que yo venga para tener la oportunidad de darme el agua de vida. En cuanto a los discípulos, hay dos expresiones que muestran la forma de medir el tiempo del Mesías. La primera está en 4:34, donde les dice “mi comida es hacer la voluntad de quien me envió, y completar su obra”. Recuerda que Jesús tenía sed, por eso le pidió agua a la mujer, y tenía hambre, por eso esperaba que sus discípulos trajeran comida. Sin embargo, cuando vio la necesidad de la mujer puso su apetito y sed en un segundo plano, para hablarle del reino eterno. La segunda está en su expresión “levanten sus ojos y miren los campos, listos para la cosecha”. Faltaban cuatro meses para la recolección de granos, pero Jesús estaba mirando a la mujer que regresaba seguida de los hombres de su comunidad. Su forma de medir el tiempo era la cosecha, no del grano que llena el estómago, sino de las almas que venían sedientas para oír la palabra de Dios, para los menospreciados, perdidos, los rechazados, los extranjeros en su propia tierra.
 Conclusión: como resultado del encuentro con Jesús, y su estadía durante dos días, aquella comunidad quedó convencida que habían conocido el hijo de Dios. ¿Sabes cuantos milagros hizo Jesús en esa comunidad? Ninguno. Ellos creyeron porque oyeron las palabras de vida eterna. No sé si los desprecios contra aquella mujer de visitas solitarias al pozo desaparecieron, pero seguro que la soledad del alma si fue sanada. No estoy seguro si los discípulos regresaron luego a buscar más comida, pero fueron testigos de que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
 Padre, gracias por enseñarme a medir el tiempo no por la cantidad de minutos que tenga y como me las haya ingeniado para que no me lastimen, tampoco por la provisión material que das a mi existencia. Gracias porque he aprendido que el tiempo en mi vida es el de tu propósito cumpliéndose en mí, para llevar agua de vida a los sedientos. Concédeme una vida libre de resentimientos y soledades, líbrame de una visión material de tu reino, y dame un reloj sincronizado con tu propósito, para mi bien, para mi felicidad, y, sobre todo, para la gloria de tu nombre. Amen.
Acaba de finalizar el 2010, y las celebraciones de lo que llaman “navidad” y “fin de año” se ha convertido para muchas personas en una búsqueda frenética de comida, bebidas, regalos y salones de fiestas disponibles para “compartir”. Para cuando llega el momento de cena o intercambio, son muchos los que ya están desgastados emocional y físicamente, listos para enojarse por cualquier cosa, o incomodarse si alguien subestima su gran esfuerzo para organizar la reunión.
 ¿Qué hace que la forma de medir el tiempo de tantas personas sea el desenfreno y sobresalto por una fecha, o abarrotar su closet de nuevas cosas, que pronto serán viejas? La respuesta: estamos midiendo el tiempo con el reloj equivocado. Estamos actuando en forma “natural” y no en forma “renovada”, estamos mirando las cosas con los lentes del sistema de valores de este mundo. Esa es la causa también de lo insatisfecho que nos sentimos al terminar la euforia de nuestras celebraciones.
El pasaje en Juan 4 está repleto de enseñanzas sobre la necesidad del alma humana, y una de esas enseñanzas es que muestra tres distintas maneras de medir el tiempo. Confieso que esta historia del encuentro no casual de Jesús y una mujer samaritana, en un camino solitario, la había leído muchas veces, pero en este tiempo de cosecha en mi existencia, tengo la bendición de mirar un poco más al interior del corazón de Dios. Me entusiasma compartirte lo que encontré en este recorrido. Espero sea de bendición para ti.
 El tiempo para la mujer del pozo: ella vino al pozo a la hora sexta, eso es, al mediodía. Interesante que el agua se colecta a primera hora, antes que la sed aparezca y no cuando el calor sofocante ha hecho su trabajo. Recuerdo en casa de mi abuela, en Caño Blanco, se llenaba el cántaro de agua cada mañana, aun a oscuras. ¿Qué impulsaría a la mujer a venir a esta hora? El pasaje nos da una pista. Ella había tenido cinco maridos, y ahora vivía con un sexto hombre, que no era su marido. Cuantas burlas, ofensas, críticas y menosprecios pudo haber recibido. Su forma de medir el tiempo era la de quienes sienten “déjenme en paz, me han molestado y lastimado suficiente, me han restregado mis errores en cara y me harté, vendré al pozo evitando encontrarme con los hipócritas que se creen mejor que yo”. La forma de medir el tiempo de ella me recuerda que muchas personas parecen igualmente haber decidido que ya no permitirán que nadie les lastime, aunque eso implique aislarse y tomar el camino de los mediodías hacia el pozo profundo, de una vida lastimada y abandonada.
 El tiempo para los discípulos: llegaron y se sorprendieron de ver a Jesús conversando con una mujer. Salieron a buscar comida, y con comida regresaron. De modo que en 4:31 le dijeron a Jesús “come maestro”, es tiempo de comer, fuimos a buscarte comida, considera el calor y la distancia recorrida, por favor “come”. Una segunda frase del pasaje me permitió captar como pensaban los discípulos respecto al tiempo que estaban viviendo. En 4:35 Jesús pregunta “¿No dicen ustedes que faltan cuatro meses para la cosecha?”. Me doy cuenta que su forma de medir el tiempo era según las necesidades materiales, lo que me recuerda que, también en nuestro tiempo, hay quienes miden su vida según las bendiciones materiales que Dios les provee. Parece que para muchos la expresión “Dios te bendiga” significa algo como “Dios te de un carro, una casa, un trabajo, buena salud, y, claro…comida y agua”. Todas esas son bendiciones provistas por el Padre para sus hijos, pero recordemos la clave “busquen primero el reino de Dios y su justicia, y esas cosas les serán dadas como añadidura”. Lo que me lleva a la tercera forma de medir el tiempo en el pasaje.
 El tiempo para Jesús: es el tiempo de propósito, de cumplimiento de su misión celestial en la Tierra. La mujer había contado el tiempo para venir a la hora solitaria, mientras Jesús le estaba esperando a la orilla del pozo. Ella contaba las horas para que nadie la molestara, Jesús aguardaba el momento del encuentro personal. Dios es un Dios de encuentro personal, y en este mismo momento puede que esté sentado a la orilla del pozo de alguna área de mi vida, bajo el sol inclemente, esperando a que yo venga para tener la oportunidad de darme el agua de vida. En cuanto a los discípulos, hay dos expresiones que muestran la forma de medir el tiempo del Mesías. La primera está en 4:34, donde les dice “mi comida es hacer la voluntad de quien me envió, y completar su obra”. Recuerda que Jesús tenía sed, por eso le pidió agua a la mujer, y tenía hambre, por eso esperaba que sus discípulos trajeran comida. Sin embargo, cuando vio la necesidad de la mujer puso su apetito y sed en un segundo plano, para hablarle del reino eterno. La segunda está en su expresión “levanten sus ojos y miren los campos, listos para la cosecha”. Faltaban cuatro meses para la recolección de granos, pero Jesús estaba mirando a la mujer que regresaba seguida de los hombres de su comunidad. Su forma de medir el tiempo era la cosecha, no del grano que llena el estómago, sino de las almas que venían sedientas para oír la palabra de Dios, para los menospreciados, perdidos, los rechazados, los extranjeros en su propia tierra.
 Conclusión: como resultado del encuentro con Jesús, y su estadía durante dos días, aquella comunidad quedó convencida que habían conocido el hijo de Dios. ¿Sabes cuantos milagros hizo Jesús en esa comunidad? Ninguno. Ellos creyeron porque oyeron las palabras de vida eterna. No sé si los desprecios contra aquella mujer de visitas solitarias al pozo desaparecieron, pero seguro que la soledad del alma si fue sanada. No estoy seguro si los discípulos regresaron luego a buscar más comida, pero fueron testigos de que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
 Padre, gracias por enseñarme a medir el tiempo no por la cantidad de minutos que tenga y como me las haya ingeniado para que no me lastimen, tampoco por la provisión material que das a mi existencia. Gracias porque he aprendido que el tiempo en mi vida es el de tu propósito cumpliéndose en mí, para llevar agua de vida a los sedientos. Concédeme una vida libre de resentimientos y soledades, líbrame de una visión material de tu reino, y dame un reloj sincronizado con tu propósito, para mi bien, para mi felicidad, y, sobre todo, para la gloria de tu nombre. Amen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario