Comprobando la voluntad de Dios
Romanos 12:2
José Gil y Alfonso Estrada
Hace algunos meses tuve en mis manos el libro “la tiranía de la abundancia”, en el cual su autor, Barry Schwartz, muestra que en tiempos modernos la abundancia de opciones de productos de consumo es una prisión para muchos consumidores a quienes les abruma poder distinguir que es lo que buscan y, muchas veces, que es lo que conviene comprar.
Ante lo rápido que pareciera andar el reloj, y lo vertiginoso que se presentan algunos episodios en la vida, en algunos momentos he dudado sobre algunos hechos y su relación con la voluntad de Dios. He llegado a sentirme abrumado y paralizado, situación peligrosa para un hijo de Dios. Entonces meditaba en la carta que Pablo envió a Roma y, allí estaba, un texto que me dice que la “buena voluntad de Dios” es “agradable y perfecta”. Pero además, me dice que hay tres acciones, tres verbos que, combinados, me permiten comprobar la voluntad de Dios. Estoy agradecido porque me ha sido mostrado en Romanos 12:2, y deseo compartirte esos verbos, esperando sea de bendición para tu vida.
No conformarse: en tono de orden la palabra dice “no se conformen a este sistema de valores”. Este verbo implica la idea de amoldarse, adaptarse, tomar la forma de algo. Para conocer la voluntad del Padre debo, primeramente, evitar amoldarme al sistema de valores del mundo. ¿Cuál era el sistema de valores del tiempo de Pablo? Violencia, hipocresía, sensualidad, avaricia y menosprecio por todo lo que sonara a santidad Divina. ¿Acaso no son los mismos elementos que promueve el mundo moderno? Entonces lo que Dios me dice es “José, para que puedas comprobar mi voluntad tienes que evitar amoldarte al sistema de valores que te rodea”. Eso me puede poner en la situación de ser visto como un “desadaptado, un perdedor” en cuanto al mundo, pero no en la perspectiva Divina.
Ser transformado: este segundo verbo implica la idea de cambiar algo de su forma, como cuando a una roca en bruto se le da forma de escultura. Fíjate bien en un detalle, el pasaje dice “transfórmense”, es decir, yo tengo la responsabilidad por mi transformación. No es el pastor o maestro, ni mis padres o amigos, sino que mi transformación es algo en lo que yo debo comprometerme. Claro que un buen consejo y ejemplo son aliento para el cambio, pero la decisión definitiva es mía. Suelo ser experto en evadir mis responsabilidades culpando las ineficacias de otros, pero en cuanto a ser transformado, no tengo excusa valida ante Dios. Conozco a alguien que hace un par de meses fue sometido a una delicada operación que, además de exponerle al filo de la vida, le hizo rebajar once kilos de peso y perder casi la mitad de la sangre en su cuerpo. Estaba notoriamente debilitado. En menos de seis semanas su cuerpo ya mostraba un cambio importante. ¿Sabes por qué? Tomó la decisión de recuperarse siguiendo un riguroso tratamiento y ejercicios físicos que, aunque dolorosos por momento, cambiaron lo debilitado en vigoroso, y ese proceso de mejorar continua. Comprobar la voluntad de Dios también requiere cambiar formas y estilos en mi vida, requiere una transmisión a fondo convertir la roca en escultura, lo que me lleva al tercer punto que me dice cómo lograrlo.
Ser renovado: el pasaje cierra diciendo “por medio de la renovación de vuestro entendimiento”. Entender es la forma en que vemos e interpretamos las cosas a nuestro alrededor, y el pasaje señala que necesitamos una forma nueva de entender todo, fíjate que no es una forma mejorada sino renovada, para comprobar la voluntad de Dios. Leí que cuando iniciaron el proyecto de construcción de un famoso Banco en Nueva York, se dieron cuenta que el terreno bajo superficie era arcilloso y débil como para soportar la estructura diseñada. Los ingenieros sugirieron inyectar ciertos componentes químicos para que, al reaccionar con las arcillas, dieran al suelo una resistencia capaz de soportar la carga, luego de más de cinco décadas…ese edificio sigue en pie. Me gusta saber que Dios me habla por su palabra, para que las ideas, miedos y malicia de mi vieja mente sean sustituidos por los del Padre y mi entendimiento sea renovado. Nos esforzamos por mejorar nuestro aspecto físico, y un mayor esfuerzo debemos concentrar en tener una mente renovada. ¿Cómo? Sacando la basura bajo la alfombra, lo que leemos, miramos en TV, lo que escuchamos, lo que antes posiblemente disfrutábamos como “vida” pero que nos aleja del carácter santo de Dios, y llenando nuestra mente con su palabra para aprender a interpretar la vida como Él lo hace.
Conclusión: lejos de darnos golpes con las paredes (Dios no lo permita) o preguntándole a la almohada cuál es la voluntad de Dios, podemos apropiarnos de estos tres verbos, tres acciones, en las cuales nosotros la decisión es nuestra: No amoldarme, transformarme, renovarme.
Padre, gracias porque me das la llave para librarme de la esclavitud del sistema de valores de este mundo, porque tu palabra me ha sido dada para darle forma al corazón de piedra de mi vida y hacer una escultura viva; y porque puedo renovar mi forma de ver las cosas por tu palabra para que, no mis acciones y pensamientos más íntimos, sean cambiados conforma a tu voluntad. Concédeme que yo compruebe tu voluntad para mi vida conforme a tu promesa en Romanos 12:2. Amen
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