Aprendiendo a disfrutar la vida
Eclesiastés 3:9-13
José Gil y Alfonso Estrada
¿Disfrutas la vida? ¿Realmente? ¿Cuándo fue la última vez que recuerdas haber sabido y sentido que la vida es preciosa? ¿Esta mañana? En la introducción de un libro que recomiendo plenamente, “Salvaje de Corazón”, su autor, John Eldredge, hace referencia a algo que he constatado por mi cuenta: existen personas que creen en Dios, pero sus vidas son “aburridas”. Hace varios años estuve reuniéndome en una iglesia cristiano-evangélica en Maracaibo, donde conocí gente hermosa, y en una ocasión fui sorprendido con un mensaje anónimo: “preocupa que José se ría tanto”. En otra oportunidad hablé a un grupo sobre la importancia de tener un refrigerio intelecto-espiritual, y apenas hube terminado su líder espiritual dijo, en tono de burla, que no fueran a poner tanta atención a la diversión que dejaran sus trabajos botados.
Leyendo en Eclesiastés 3:9-13, una mezcla de agradecimiento y entusiasmo me inunda. Ese pasaje bíblico enseña, sin lugar a dudas, que la vida implica disfrutar, conforme al carácter de quien la da. Lo primero que llama mi atención es la frase del verso 11, que Dios “lo hizo todo hermoso en el momento adecuado”. Pienso en El Roraima, las playas de Falcón, El Sahara, el Gran Cañón, y percibo una belleza que habla sin palabras en un lenguaje que llega a mi alma. Sin embargo, cuando leo en Génesis, dice que la máxima creación SOY YO, esto que llamamos hombre. Si puedo disfrutar la belleza de la creación, ¿Por qué me cuesta disfrutar la que Dios ha puesto en mí, su máxima creación? Necesitamos entender que es mi regalo, mi privilegio, disfrutar la creación, la vida. Déjame compartirte dos principios en este pasaje sobre disfrutar la vida.
Disfrutar con visión por lo eterno
Escuché a alguien decir, en broma, que comía tanto porque su religión no le permitía bailar ni fumar, entonces para disfrutar la vida solo le quedaba comer. ¿A que llamamos disfrutar? Cada quien debe dar su respuesta, Dios tiene la suya. Este pasaje comienza aclarando que nuestro tránsito por esta vida no es una tragedia, pues mirando con atención el verso 12 dice “no hay nada mejor que alegrarse y disfrutar su vida”. Las dos palabras que saltan ante mis ojos: alegrarse y disfrutar. Me parece hay quienes creen que un creyente es un ser obstinado del mundo y amargado con sus perversos semejantes que interrumpen su impecable vida cerca del cielo. Pero ¿De quién está hablando el pasaje? Lo dice claramente el 11: aquellos a quienes Dios ha encomendado un trabajo para hacer, y tienen visión del propósito eterno de Dios. Existe una conexión entre la belleza de lo creado, nuestra visión en esa creación, y nuestra función o trabajo. Nuestra armonía con Dios pasa por disfrutar el equilibrio entre nuestras actividades y la obra creadora de Dios. No se trata de ser un ambientalista, vegetariano o contemplar las nubes y cantar; eso tiene un valor ético y moral sin duda, pero de lo que se trata es de reconocer que mi alma contiene una función asignada directamente por el Creador, y disfrutar cumpliéndola en armonía con su carácter. Cuando comienzo a tener una visión del plan eterno de Dios, grabado como ADN en mi alma, comienzo a disfrutar la vida. ¿Has notado que los niños querían estar cerca de Jesús? El Maestro no era un amargado aguafiestas, supo cuál era su lugar en el plan eterno, y cumplirlo fue un entusiasmo y disfrute que habrá pasado desapercibido para los religiosos amargados de su tiempo, pero no para los niños.
Disfrutar con agradecimiento
Si sigo leyendo el pasaje llego a una expresión que me gusta tanto en el verso 13. “Es un regalo de Dios que el hombre coma, beba y vea el fruto de todo su trabajo”. Debo poner atención, el verso comienza afirmando que Dios me regala, que le place, que en su carácter esta la condición de ser dador de cosas buenas para mí. La forma de ser algunas personas en su actitud para dar deja ver que, o no creen en Dios, o le perciben como un viejo tacaño a quien hay que rogar migajas de felicidad. La misma escritura bíblica contiene expresiones como “Dios ama al dador alegre”, al igual que “den gratuitamente lo que gratuitamente recibieron” y “les daré bendiciones hasta que sobreabunde”, entre otras. Parte del carácter Divino es la de un dador generoso. Papá solía decir que el infierno está lleno de mal agradecidos, y ante estos pasajes, estoy completamente de acuerdo. Ahora hay otra cosa, dice el pasaje que es un regalo de Dios que el hombre “coma y beba”, de lo que vuelvo a pensar en aquel amigo comilón, prisionero de su religión. Algún santurrón seguramente ha pensado que si me tomo una copa de vino me iré de cabeza al infierno metido en la botella. No dice el pasaje que el regalo es que el hombre sea un glotón o borracho, pues la clave está en la expresión que sigue “vea el fruto de todo su trabajo”, alentando a disfrutar un trabajo bien hecho. A Dios le agrada que disfrutemos lo que justa y honradamente hayamos trabajado. Cuando se escribió este pasaje era esencial trabajar la siembra de la uva para el vino y las semillas para alimento en el tiempo que correspondía, y no se podría esperar disfrutar la cosecha sin haber trabajado arduamente la siembra. Este es un principio muy importante: tenemos derecho a disfrutar como resultado del trabajo. Cualquier ganancia que no se genere como resultado de trabajo honrado no merece disfrute; por eso el robo, la extorsión, los sobornos, apuestas y toda fuente de ganancia no trabajada son perversión del principio Divino para el alma. Tales cosas corrompen a una persona, a una nación. Me gusta saber que el mensaje Divino es que puedo disfrutar libremente el fruto de mi trabajo, reconociendo la provisión Divina en respuesta a mi esfuerzo; y agradecido por poder disfrutar y alegrarme.
Conclusión:
Confieso que estoy riendo en esta línea, no de aquel mensaje anónimo que recibiera hace años, tampoco porque esté pasado de copas o harto de comida, ni siquiera porque me hayan pagado una buena suma por un trabajo bien hecho. Lo hago porque este pasaje en Eclesiastés me ayuda a entender que necesito disfrutar con una visión por lo eterno, sentirme parte del plan de Dios. Disfruto saber que mi Dios no es un aburrido aguafiestas sino que me anima a disfrutar placeres benignos que, aunque pasajeros, son sanamente satisfactorios para mí y me recuerdan que Dios recompensa mi esfuerzo. Pero sobre todo, puedo reír sabiendo que la provisión para mi alma no se agota, y eso me llena de agradecimiento y entusiasmo. Un alma agradecida siempre tendrá entusiasmo para vivir. No todo en mi vida ha sido risa, pero sigo riendo…gracias a Dios, estoy aprendiendo a disfrutar.
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