UN PUENTE ANGOSTO LLAMADO SOLEDAD
Por José Gil
¿Alguna vez sentiste que eres un alma solitaria sentada a la orilla de la vida? ¿Conoces esa sensación de estar sin brújula para navegar un océano? ¿Querer expresar algo y sentir que nadie te ve o poco importa? Entonces te ha tocado cruzar un puente angosto llamado soledad, que en diferentes motivos, y por diferentes razones, enfrentamos en la vida.
Hacía unos días que un colega, con quien tomaba un rico café turco, me había advertido “ten iniciativa, en este país dependes de ti”. La noche anterior mi amigo Obay, encargado de mi sitio preferido para cenar, me había dicho con tristeza que los sirios no eran muy bien visto en este país últimamente. Pensé la circunstancia de estar en un país lejano, desconocido, en un entorno cultural y social diferente, en un ambiente civil impredecible, y ocasionalmente no saberse bienvenido. Pero la siguiente mañana, cuando salí del ascensor camino a iniciar un día de trabajo, el empleado en recepción me sorprendió con un “Buenos días”, apenas le había contestado vi a quien creo es jefe de cocina y me lanzó un cordial “good morning” y, al cruzar la puerta de salida, un trabajador me saludaba “sabah el kheer”. Estas personas con quien he compartido algunos espacios y tiempo brevemente me permitieron apreciar dos opciones para enfrentar algunos momentos en la vida: sentarme a lamentar la soledad o cruzar el puente que sale de ella...paso a paso.
Mi puente: Me parece que la soledad es como un puente angosto que solo se puede cruzar caminando, pero algunas veces me he sentido paralizado. Otras veces pensé hasta en saltar con tal de salir rápido de momentos o circunstancias. He salido de muchos cuartos de hospitales, y no siempre con buenas noticias. He estado en muchos sepelios de gente amada, y relaciones personales o trabajos que ayer parecieron inamovibles, quedaron atrás. Esa mañana, esas personas, con su saludo a un desconocido, aunque un alma semejante a ellos, me recordaron que hasta en un aparente mar de soledad puedo y debo cruzar mi puente angosto para alcanzar el otro extremo en este emocionante camino a casa que llamo vida.
Los puentes de otros: ha venido a mi mente una de tantas frases de Ernesto Sábato, insertada en su libro “La Resistencia”, inseparable en mis viajes: “El hombre se expresa para llegar a los demás, para salir del cautiverio de su soledad”. La soledad es vencida cuando permito a mi alma salir de mi auto-aislamiento, de mi auto-compasión, para expresarme, para abrazar a todas las otras almas en un solo abrazo, pero sobre todo, para estrechar la mano extendida de mi compañero del camino, quien cada día me dice “no estás solo José, tu soledad es producto de no expresar el deseo genuino de tu alma, y eso lo vas a experimentar mirando a tu equipo de futbol en el Camp Nou o mientras tomas agua en una remota choza en la Guajira venezolana”. La soledad es un puente que requiere ser cruzado, y para eso necesito romper mi propio silencio y expresar lo que Dios ha puesto en mi alma. ¿Cuántos pintores y escritores están solos porque aún no han tomado el pincel o la pluma? ¿Cuántos senderistas de alma están solos porque temen salir de una oficina y dejar un hábito de vida que nutre su cuerpo y seca su alma? Es interesante que según el Génesis Dios dijo “no es bueno que el hombre esté solo”, cuando Jesús se despedía de sus amigos les dijo una frase que me cautiva “no los dejare solos, les enviare un compañero para el camino”. Incluso sobre gente tocada por Dios en la historia se escribió que “anduvieron por los desiertos, solos, errantes, de los cuales el mundo no era digno”. La soledad puede que sea mejor aprovechada para escuchar lo que el alma nos dice, en especial cuando hemos estado aletargados demasiado tiempo. ¿Cuántos que en este mismo momento están a punto de saltar para aligerar la salida a su soledad lo que necesitan es extender su mano y tocar la de Dios, y por ende la de sus semejantes, para entender que hemos sido diseñados para compartir? Los desolados, abatidos, amargados del camino, son personas paralizadas en el puente de la soledad, y solo ellos pueden decidir cruzarlos, salir del cautiverio de la soledad es una decisión y acción personal.
Siempre acompañados: ¿Sabes dónde se originó la creencia de que existe UN SOLO DIOS, que hasta hoy honran las tres más numerosas religiones monoteístas? En el desierto, donde el alma, en apariencia solitaria, se conecta con un sentido del infinito que dudo poder explicar en unas pocas líneas. Fue en un lugar de profunda soledad donde Dios se dio a conocer en forma personal a Moisés. El llamado apóstol Pablo pasó la mayor parte de su vida en cautiverio, y en lugar de sentarse a lamentar sus cadenas escribió cartas que, si bien es cierto han sido manipuladas por mercantilistas de la fe, también han alentado y guiado a salir de cautiverio a millones de almas en la historia. En su libro “El largo camino hacia la libertad” Nelson Mandela rememora una vida de persecución y su cautiverio de 27 años, parte de ellos en total aislamiento, pero cuando salió de cruzar ese puente angosto, este extraordinario líder resistió el natural llamado a la venganza para enseriar a una nación al borde de la guerra civil que para vencer la soledad primero hay que vencer el miedo y abrazar la coexistencia. Hoy enfrenta posiblemente su último puente angosto, y lo hace con la dignidad de un verdadero guerrero no la de un esclavo sometido. ¿Has notado la valentía de Jesús frente a sus enemigos? Ese valor lo adquiere el alma que ha entendido que no camina sola a casa…
Me asombra lo que un alma, tan pequeña y aparentemente sola y frágil, alcanza cuando decide caminar cada paso de salida desde su puente angosto…entendiendo que el extremo que le libera está más cerca que lo que ya se dejó atrás. Fe, esperanza, nutridas de un amor que Dios puso en las almas para que sea cultivado en contacto con nuestros semejantes. ¿Te sientes solo? Toma la iniciativa, cruza tu puente, y anima a otros a cruzar el suyo. Estoy agradecido porque un breve saludo en otros idiomas y rostros pasajeros en mi camino me recuerdan que puedo estar solo incluso rodeado de muchos conocidos, pero también sentirme acompañado aunque nadie me sonría. La clave está en dejar a mi alma expresar aquello que Dios puso en ella, empezando por amistad y compañerismo con El, manteniendo mi mano extendida a favor de mis semejantes y recordando que camino a casa habrá puentes angostos, pero son solo tramos para alcanzar el otro extremo y continuar. Feliz día, alma cruzadora de puentes…
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