Mi amigo el tiempo
Ese día fui a visitar la que fuese casa de Christian Huygens, algo que había deseado desde hacía meses y, finalmente, lograba. Tenía curiosidad por conocer el lugar en el que vivió aquel astrónomo y estudioso de las matemáticas que en el siglo XVII observó los anillos de Saturno e inventó el reloj de péndulo. La vida me tenía guardado un regalo que atesoro y deseo compartirte en estas líneas. Estando en la planta baja de aquella casa, ahora museo, miraba el ingenioso dispositivo con el que Huygens calculó el movimiento oscilatorio, clave para su invención del reloj de péndulo y base para la medición moderna del tiempo. Al terminar de escuchar la explicación subí al segundo piso, sorprendiéndome que en realidad sea un ático. Al pie de la escalera un aviso recomendaba usar uno de aquellos cascos amarillos, para proteger la cabeza de golpear los soportes del techo de madera, que a baja altura van de lado a lado del reducido espacio. Un cuadro añejo, algunos manuscritos antiguos y una ventana con vista al verdor del jardín en verano y nieve de invierno. En ese reducido ático, en aquella remota casa de campo, en aparente soledad, su alma invirtió tiempo y fuerza para extender las alas del pensamiento, llevando adelante su frontera personal y la de toda su especie. Supe que el frio era algunas veces tan intenso que debió ir al pueblo donde tenía mejores condiciones materiales. Luego volvía al ático, donde llegaría a generarse el tic…tac que permitió medir el tiempo en forma novedosa. Permíteme ahora compartir dos enseñanzas de aquella vida que pueden enriquecer la nuestra. La primera es que invirtió buena parte de su tiempo en cosas transcendentes pero en forma pausada: intentando y fallando, sin rendirse, evaluando si la cuerda era muy corta o el peso muy grande, perseverando, hasta materializar el tic tac silencioso de su mente a la medida del tiempo. La segunda es que su aparente soledad no le convirtió en un alma amargada o avara, cosa común entre quienes justifican su vileza argumentando ser así porque bebieron las amargas aguas de la soledad. Me gusta pensar que quienes extienden las alas del alma son los que han aprendido a pensar en el tiempo como un amigo, percibiendo el tic tac como anuncio del paso transitorio por un mundo maravilloso, diseñado y ensamblado para explorarlo y maravillarnos. Miro la cicatriz en mi pecho y entiendo que muchos tic tac invirtió el alma cuyas manos realizaron la operación que prorrogó mi andar terrenal; el verde del campo desde la carretera y aplaudo a quien invierte tantos de sus tic tac en limpiar y emparejar el pasto; camino por una calle limpia y entiendo que alguien decidió poner algunos tic tac para mantener un entorno ordenado; sé que el piloto requirió muchos tic tac para tener su licencia que le permite transportar almas por los cielos; ni decir de los tic tac del educador que prepara lo que ha de impartir a sus alumnos del próximo curso. Sin embargo, también es cierto que el frenético ritmo de vida moderna mueve a tantos a intentar acelerar el tiempo (como si fuera posible), lo que concibe locura y violencia: apúrate, corre, empuja, compite, arrebata, deja que el próximo lo arregle, la vida es corta y si “pierdes” tanto tiempo no la disfrutarás. Perciben el tiempo como angustia, trampa y castigo. Sumado a esa tragedia el ocio es mano que mueve la cuna de quienes perciben el tiempo como una prisión. Se mueven entre el enfado en cuanto hacen y la sin sazón, pues nada les satisface. Sus “buenos” momentos se limitan a los fines de semana, para luego sumergirse en una amarga auto compasión de lunes por la mañana. Mirar el tiempo de esa manera es tierra de cultivo a cinismo, insensibilidad, retraso, corrupción y violencia que puebla el lado oscuro del reloj de tiempo de la especie humana. En cambio, las almas que perciben un infinito, que trasciende a su propio paso por esta tierra, aprenden a ver al tiempo como aliado, amigo, tic…tac…que les susurra tienes el tiempo que necesitas… asegúrate de llevar el paso y la actitud correcta, no mires a los lados, cada quien viaja a su paso, sigue el tuyo, es una caminata para aprender y dar durante el recorrido. No estoy diciendo que todos debamos ser inventores afamados, astrónomos o matemáticos; pero es fundamental saber que todos hemos sido dotados para dar algo, para sumar una parte, pequeña o grande en apariencia. Puede ser una palabra a un alma en un momento crucial, un abrazo a algún triunfador o herido del camino, un ejemplo silencioso de sembrador, un aplauso, incluso un amoroso regaño dado a tiempo. Pero si desde el ático que la vida nos ha dado para crecer lo que vemos es soledad y un espacio reducido…difícilmente lograremos disfrutar el tic tac del alma. Cuanto bien le haría a nuestra sociedad disfrutar el paso del tiempo en lugar de quejarnos de su “acelerado” ritmo. Si quien atiende en el supermercado o recibe las solicitudes para tramitar un documento público viese al tiempo como amigo…cuanta felicidad podríamos disfrutar y compartir. ¿Te parece que la vida es corta? ¿Cuántos años te gustaría vivir? Ah! pero entonces hay que evaluar si preferimos llegar a esa edad o vivir menos pero con buena salud; si tendremos alguien a nuestro lado; si en casa o ancianato; si habrá dinero para los gastos; y así...hacemos del tiempo un fantasma atemorizante bajo una cama de la que el sueño suele ausentarse. Estoy convencido que el tiempo que nos es dado sobre esta tierra es un regalo Divino y, visto como amigo, alcanza para aquello que nos ha sido encomendado como código en el ADN del alma. Dos pasajes preferidos en mi vieja biblia, el primero una oración “¡Enséñanos a contar bien nuestros días, para que en el corazón acumulemos sabiduría!” (Salmo 90:12). El segundo resume el aprendizaje de la sabiduría que procede de lo alto: “Todo tiene su tiempo, y para todo lo que se quiere debajo de los cielos hay un tiempo: tiempo para nacer y tiempo para morir, tiempo para plantar y tiempo para arrancar lo plantado, tiempo para matar y tiempo para curar, tiempo para demoler y tiempo para edificar, tiempo para llorar y tiempo para reír, tiempo para lamentar y tiempo para bailar, tiempo para esparcir piedras y tiempo para juntar piedras, tiempo para abrazar y tiempo para abstenerse de abrazar, tiempo para buscar y tiempo para perder, tiempo para conservar y tiempo para desechar, tiempo para romper y tiempo para coser, tiempo para callar y tiempo para hablar, tiempo para amar y tiempo para aborrecer, tiempo para la guerra y tiempo para la paz.” (Eclesiastés 3). Sea cual sea el tiempo que cruza el péndulo en tu vida, deseo de todo corazón que sientas su tic tac como amigo para tu momento de explorador en el camino. Feliz día.
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