Familia de Dios
Caminaba por una calurosa calle del Cairo, regresando del trabajo, no lejos de acá había visto las pirámides, testigos mudos del paso de las arenas del tiempo ante las que ascendieron y cayeron faraones, pensadores y guerreros. Mientras avanzaba bajo el inclemente sol egipcio, con ruido de tráfico pesado, vi a varios mendigos echados en plena calle. Recordé lo visto bajo algunos puentes del exótico Paris, en el centro de Houston, barrios en Moscú, ni hablar de Rio de Janeiro o Caracas. Ciudades con su particular atractivo, y en todas he visto a los caídos, los desechados, bien por su propia cuenta o la de otros. Esta vez tuve una inusual sensación, tan cerca de donde se produjeron señales y prodigios para rescatar a un grupo de esclavos que aún carecían hasta de gentilicio; sin embargo, milenios más tarde, desde esta herencia de faraones y hasta las más modernas ciudades, hay quienes necesitan ser liberados, no del látigo del capataz de ladrillos, ni de una situación social o económica, sino de la esclavitud del alma, un sentido de miseria interior, soledad, una no-pertenencia, que se ha apoderado de tantos quienes parecen haber decidido que su vida no importa.
Terminada mi caminata, y tomando un café servido por una gentil empleada del lugar donde estoy, meditando, escuchando por un lado altoparlantes con un llamado en árabe a clamar al “Altísimo” en este Ramadán, y música en ingles de fondo…entonces, esa recurrente y apacible voz en mi mente...José, ¿sabes que yo amo a esta egipcia que te sirve, tanto como a su jefe tras el mostrador, al catire con cara de alemán sentado a tus espaldas, al asiático que está a tu derecha y los mendigos que viste en aquella calle polvorienta? Dime José ¿Cuál de ellos crees que sea mi familia? Te he permitido leer lo que he hablado y ver el mundo, dime ¿Cuál es la forma en que crees escojo a mi familia? ¿Su procedencia, su aspecto, su intelecto? ¿Cuál es mi familia?
Una sensación de gratitud me llena, recordando las palabras de Jesús, hablando a los desechados de su tiempo, los “perdedores”. No estaba en la sinagoga, pues había salido ante el acoso de religiosos que allí mandaban. En algún sitio sin renombre, abierto, donde abundaba la necesidad y faltaba prestigio; el Maestro pronuncia lo recogido en Mateo 12:50: “Todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo es mi hermano y hermana y madre”. Si alguna empresa estaba buscando reclutar personal para expandir su negocio o hacer publicidad, con toda seguridad no habría buscado candidatos en esa audiencia de Jesús, salvo que fuera para hacer alguna prueba de desodorante o rescatar a los que teniendo comodidad económica se trepaban a un sicómoro y dejaron un próspero negocio de pesca en manos de primos para seguir a Jesús. Eran aquellos por los que las probabilidades de grandeza histórica no alcanzaban ni para pagar el viaje en burro de Jerusalén al monte de las olivas. Entonces llegaron su madre y hermanos. Algún colaborador se acercó al Maestro a decirle, seguramente al oído para no interrumpirle, sobre la distinguida visita…su familia de carne y sangre.
Hay tres principios que Jesús incluye en sus palabras sobre su familia. Si no te aburrí con esta larga introducción permíteme decirte brevemente algo sobre cada una, y animarte a profundizar, a solas, en ellos.
ACCION
La familia de Dios se conforma por los que obedecen a Dios, quienes hacen su voluntad, lo que implica vivir conforme a los principios contenidos en su palabra. Quien actúa conforme a esa palabra se impregna del carácter mismo de Dios. Los rituales eran, y siguen siendo, la base de muchas creencias y religiones; y no deja de ser interesante que quienes más se opusieran a sus enseñanzas fueron personas ritualistas que se jactaban de ser descendientes de Abraham. La respuesta que recibieron fue “Dios podría levantar una descendencia de las piedras”. Sus palabras no buscan restar merito a la vida de Abraham, sino resaltar que ser familia de Dios es producto de confiar y disfrutar compañerismo con el Padre, no el haber nacido en una tierra o ser el bisnieto de algún notable.
SUJECION
Llama la atención que quienes fueron a conversar con Jesús eran su madre y hermanos, de seguro había algún rasgo físico parecido entre el Maestro y ellos. Pero en sus palabras el destaca que su prioridad es “Mi padre que está en los cielos”. La ascendencia familiar destacada por Jesús fue la de quien está sobre él, y a quien se sometía gozosa y voluntariamente. El mensaje es claro, mi prioridad de vida la tiene El Padre, los demás vienen luego. Me parece que uno de los problemas que tienen muchas instituciones religiosas es el de tanto intermediario entre los feligreses y el Padre. Entre Dios y las personas se ha pretendido insertar desde ángeles, santos, religiosos, filósofos; hasta amuletos y personajes que más bien pertenecen al basurero de la historia. Toda esa intermediación suele venir acompañada de exigir sujeción, sometimiento a la voluntad y hasta capricho de nombres e instituciones que podrán disfrutar el beneficio de manipulaciones y tradiciones históricas, pero carecen de piso espiritual. La afirmación de Jesús es base sobre la que descansan quienes aceptan ser su familia, “Mi Padre” sobre todas las demás personas y cosas. Haremos bien en recordarlo.
FRATERNIDAD
Nadie hubiese criticado que aquel joven de unos 31 años recibiera a su familia a su lado, o atenderles con algún privilegio. En cambio, sus palabras establecen su principio de fraternidad. Los que obedecen a Dios son “sus hermanas y hermanos”, ni por encima ni por debajo sino iguales en cuanto a su condición de tener al Padre dirigiendo sus vidas, sin imponerse entre ellos. Lo que llamamos “iglesia” debe ser la familia de Dios, no un club ni jerarquía. Me gusta saber que Dios tiene hijos cuya única distinción es su determinación a servirse unos a otros, y lo hagan con fraternidad. Hace días mostraban en un noticiero un viejo video de Michael Jackson y rostros de seguidores que deliraban cuando pasaba cerca. La sensación de estar cerca de un famoso parece dar un sentido de cercanía a algunos, aunque sigan ídolos con pies de barro. Los seguidores de Jesús no tenían esa conducta frenética, pero a su alrededor solía haber un gran tumulto. Es entonces comprensible que al llegar su familia se diera privilegio de acceso, sobre todo en esa cultura. Al parecer en ese momento el Maestro no era bien visto por su familia y hay versiones bien interesantes del motivo de su visita, pero estarás de acuerdo conmigo que algún presente pensaría “quien fuera parte de su familia”. ¿Te gustaría ser familia de algún famoso? Flashes de cámara, aplausos, reconocimiento. Eso no es nuevo. Lucas escribió en 11:27 que una mujer dijo en voz alta “bendito el vientre que te trajo”, ¿Sabes lo que respondió Jesús? “Antes benditos los que oyen y cumplen la voluntad de Dios”. Acá está el hombre que daba esperanza a los desesperanzados, que alentaba a los que pensaban que a nadie le importaba, diciéndolos que ellos son invitados a ser familia de Dios, pues la ascendencia con la Divinidad no consiste en proceder de cierta familia, ciudad o religión, sino de obedecer la voluntad de Dios, y que quienes así hacen son sus hermanos y hermanas, sus iguales, igualmente amados por el Padre. ¿Te anima eso? A mí me anima mucho.
Conclusión:
Jesús es un buscador de familia, a cuyos hermanos y hermanas ha venido encontrando en lugares como frente a una mesa cobrando impuestos y agarrando su tajada, a otros tejiendo redes de pesca entre la vulgaridad y los pleitos, en la soledad de un camino al lado de un pozo profundo, debajo de una higuera, oculto en una cueva, en autobús, tren y avión, algunos han llegado a ser aplaudidos y honrados, otros burlados, perseguidos y asesinados. En lo que todos se parecen es en que no volvieron a ser la misma persona desde que decidieron ser su familia.
Imagino a Jesús con su cámara…quiero tomarle una foto a todos, así que apriétense bien, hagan espacio para Aasiya, mi hermana egipcia que sirve ese delicioso café, también a Lee mi hermano de China experto en computadoras, pégate Marteen no te hagas el seco que te queremos sonriendo en la foto, levántense de esa calle hermanos que aunque les llamen mendigos quiero que sean mi familia…los quiero a todos en la foto porque los amo a todos, PERO recuerden, mi familia son quienes oyen y hacen la voluntad de mi Padre. Aja, quedó súper, pero no se me dispersen, quiero otra…yo en medio. ¿Lo puedes imaginar?
Esa voz apacible…¿Sabías que sigo buscando a mi familia José? He diseñado un sitio especial para cada quien, somos muchos pero conozco a cada uno en particular, y para cada una de esas particulares almas he estado preparando un lugar. Uno de ellos tiene tu nombre. Eres mi familia.
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