Esperanza para vencer
En solo 1 semana he visto acontecimientos que quieren minar mi alma con desesperanza. A solo unas cuadras de mi residencia un joven, no sé si por temeridad o ira (o evocando a aquel anónimo que detuvo un tanque militar en plaza Tianmein en 1989) trató de contener a un pelotón de policías que venían a repeler a quienes habían matado 43 de sus compañeros…cayendo abatido, en una escalada de violencia que pone en tensión a todo Medio Oriente y Norte de Africa.
Hacia solo dos días la organización no gubernamental Médicos Sin Fronteras (MSF) había decidido abandonar Somalia, luego de dar ayuda humanitaria durante 22 años, pues sus integrantes están siendo literalmente masacrados por los enemigos del bien. En Pakistán, a menos de 100 kilómetros de su capital, han surgido grupos que asesinan niños y maestros que pretendan recibir o dar educación.
En Venezuela ocurren más asesinatos que en Irak o Afganistán, en Estados Unidos hay escuelas que requieren detector de armas para tratar de contener violencia que, de cuando en cuando, muestra la paranoia del odio. Pareciera que las buenas noticias van en camello mientras las malas en jet. ¿Qué hacer? Los políticos dan sus propuestas, los militares las suyas, religiosos, inversionistas, sociólogos, todos opinan.
Muchos siguen incluso ciertas ideologías y están dispuestos a “lo que sea” para imponer su “salvación” a la sociedad. Lo cierto es que con distintos niveles de intensidad, y con distintas evidencias sociales, parecieran existir tantas cosas que promueven cinismo, conformismo, amargada y derrota.
¿Qué hacer? La respuesta la tuve frente a mis ojos, esta semana también, labrada en un trozo de madera en un antiquísimo monasterio, en Wadi El Natrum, al sur del Cairo en Egipto: esperanza. Levantado en zona árida, ese monasterio muestra áreas verdes, sencillas y laboriosamente cuidadas. En un silencio y quietud que inexplicablemente deja por fuera hasta la abundancia de moscas de la zona, colgada en una vieja pared de áspero frisado, estaba una tabla con una inscripción que llamó mi atención, aunque no entendí su mensaje, hasta que me fuera traducida posteriormente.
Es una referencia al último libro de la Biblia, y más o menos dice: “Las ovejas ya no tendrán miedo, ni llanto, ni dolor, pues serán resguardados cerca del trono del Rey”. Que desafiante mensaje, hecha por quiénes levantaron esos monasterios. Fueron creyentes de los primeros siglos, despiadadamente perseguidos y asesinados, que se vieron forzados a refugiar donde ni siquiera el odio los pudiera encontrar, donde nadie quisiera tomarse la molestia. En lugar de construir un lugar para la amargura o castillos para armar ejércitos vengadores, levantaron sitios para la oración, la meditación.
Con sus manos levantaron huertos para continuar viviendo, en condiciones muy limitadas, pero valientes, para continuar expandiendo “las buenas noticias” de Dios. Fue un tiempo cuando los malos y violentos parecieron acorralar a los justos, pero ¿Cuál mensaje honramos hoy, el de los perseguidores o el de los sembradores de esperanza? Muchos sedientos y perdidos del desierto hallaron refugio entre aquellas paredes.
El tiempo ha sido testigo de algunas perversiones que ocurren en toda organización humana, pero esas viejas edificaciones gritan en silencio que cuando parece que todo está perdido es momento de que los que quieran y aun puedan se unan para rescatar lo bueno que hay en el mundo, en cada uno de nosotros, el deseo de hacer las cosas bien en una segunda o tercera oportunidad, que aunque el ambiente sea hostil y la bondad parezca ser la enemiga publica número 1, vale la pena sembrar bondad incluso en el desierto.
A eso es lo que llamamos ESPERANZA. No es un sueño sin acción, es una visión para la vida, la esperanza de comenzar de nuevo motivó esas construcciones, dio fuerza a sus primeros ocupantes para vivir y...pudieron dar esperanza de vida a quienes de otro modo habrían perecido en las arenas del desierto. Me parece que algunos, no sé si todos, pasamos momentos y circunstancias en que todo nos dice “ríndete, estas perdido, los malos ganaron, no hay nada que puedas hacer, no vale la pena”. Alguien escribió que no puedo hacer todo lo que se necesita, pero si hacer todo lo que pueda. La biblia contiene muchas palabras de esperanza, para la vida venidera, pero partiendo de la presente. Esperanza no se trata de que yo espere a morir para luego vivir. ¿Sabes cuál es una expresión muy repetida en los salmos? “Espera en El Eterno”. La confianza en Dios de aquellos peregrinos fue su fortaleza para vivir con esperanza, para no cansarse de hacer el bien, a costo de comodidades e incluso su integridad física.
Estoy agradecido porque en la misma semana de violencia, también he estado cerca de lo que me recuerda que “Dios consolará a sus hijos que sufren, y un día ya no habrá muerte, ni llanto, no dolor”. Entre tanto llega ese día, no nos fatiguemos de cultivar lo que parezcan pocas frutas en un desierto, ni de regarlas para mantener el verdor donde la sequía parece abrazar, pues con nuestra actitud estamos acumulando vida y esperanza para nosotros, y para otros que la dan por perdida. Algunos voluntarios parecen levantarse para ir de nuevo a dar clases a niños donde aún lloran a los que murieron, médicos y enfermeras puede que retornen si tan solo hay valientes que ayuden con la seguridad, padres vuelven a enviar a niños a escuelas donde hubo masacres, y gente hermosa que he conocido habla de avanzar dejando atrás a los sembradores de odio. En lo que esas personas, de diferentes lugares del mundo, coinciden, es en transmitir un mensaje con sus acciones: los portadores de bondad y la esperanza no nos rendiremos ante la maldad y la desesperanza.
Me gusta pensar que el reino de los cielos está formado por constructores de esperanza, los que se atreven a reedificar lo destruido, y sembrar incluso en el desierto, si es necesario. Feliz día.
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