José Gil
El peligro de la hipocresía
El peligro de la hipocresía
Lucas 5 y 6
Leía el evangelio de Lucas en una habitación de hotel en Bogotá, luego de un día de trabajo. Desde hacía algunos días venia leyendo ese evangelio, y al llegar a la porción en los capítulos 5 y 6 escuché esa voz que, cada vez con más frecuencia, me habló: lee de nuevo José, más despacio, medita, aprende.
Al leer de nuevo recordé la reciente noticia de una mujer que sería lapidada en un país oriental porque fue encontrada culpable de adulterio. Recordé que cuando se publicó esa noticia algunas naciones occidentales juzgaron la sentencia como horrorosa, mientras en esas mismas naciones la ley autoriza a asesinar a un bebecito en el vientre de su madre. Finalmente medité en mi entorno cercano, donde se auto-proponen como la solución a los problemas sociales del mundo, pero van tomados de mano con traficantes de drogas.
Me quedé pensando sobre la hipocresía que nos rodea, y me pareció escuchar a mi Padre Celestial decirme: José, mira bien, ten cuidado, no seas hipócrita, lee, medita, aprende, luego enseña.
Deseo compartirte lo que Dios puso en mi corazón sobre la hipocresía que Jesús enfrentó, y como venció. Desde Lucas 5:17 hasta 6:11 hay cinco oportunidades en que Jesús encaró la hipocresía, y siempre venció.
El peligro de una fe superficial: en el pasaje 5:17-26 se narra el episodio en que unos hombres rompieron parte del techo de la casa donde Jesús estaba enseñando, para llevar a un paralitico, seguramente amigo o pariente. ¿Recuerdas lo que pasó? Jesús le dijo al enfermo “tus pecados son perdonados”, y apareció la hipocresía en escena. Los fariseos comenzaron a pensar “¿Quién es este blasfemo? solo Dios puede perdonar pecados”. Jesús, sabiendo lo que pensaban, les preguntó “¿Qué es más fácil decir, tus pecados te son perdonados o levántate y anda?” Hablando superficialmente era más fácil decir tus pecados son perdonados. Pero Jesús no hablaba así, sus palabras tenían el compromiso de cumplir cuanto decía. Superficialmente era más fácil decir eso, pero perdonar era lo más importante y costoso: costaría la vida a Cristo. Como forma de autenticar que había sido enviado por Dios, Jesús le dijo “levántate y anda”. Esto era más difícil de decir pues implicaba un compromiso con los presentes. Si Jesús hubiese dicho aquellas palabras y el hombre no se levantaba…el fin. Los hipócritas mostraron una fe superficial, estaban escuchando a Jesús hablar sobre el perdonarse unos a otros y amarse unos a otros, pero en el momento en que pudieron poner en practica la enseñanza y mostrar su compasión por un paisano enfermo, les molestó que Jesús dijera al paralitico que era perdonado. Una fe superficial pone más cuidado de las apariencias que de las personas.
El peligro de condenar a otros: en 5:17-26 se narra el llamamiento de Levi, a quien conocemos como Mateo, escritor del primer evangelio. El era un recaudador de impuestos, alguien aborrecido por paisanos por considerarle traidor y por los romanos por considerarles de poco fiar. Jesús llama a Levi, y este le sigue de inmediato y luego hizo fiesta para mostrarle agradecimiento y presentarlo entre sus “amigos”. ¿Sabes qué? Jesús aceptó la invitación y se sentó a celebrar con ellos. Esta vez los fariseos murmuraron “¿Por qué te sientas con gente de dudosa reputación?”. Estos religiosos nunca hicieron un esfuerzo por mostrar amor o interés por los recaudadores de impuestos como Levi, y les acusaban de dejarse sobornar por los romanos. Pero a ellos no les estorbó sobornar a Judas con 30 monedas para que entregara a Jesús. Su hipocresía se hizo manifiesta esta vez al no mostrar interés en el cambio que se presentaba para Levi y sus cercanos. Rápidos para condenar a otros, y lentos para reconocer pecados propios.
El peligro de comparar personas: en 5:33-39 los hipócritas pasan a una fase más activa en su crítica a Jesús. Comenzaron a comparar a los seguidores de Jesús con los de Juan Bautista y los de los propios fariseos. Pero la comparación fue sobre la base de su propia interpretación sobre la oración y ayuno. Ellos se referían a la actitud externa de ayunar como sacrificio, y a orar como un acto para ser escuchado por otros. Jesús les dice que “no se hace ayunar a los ayudantes del esposo mientras el esposo está con ellos”. En lugar de comenzar a justificar a sus seguidores o destacar las muchas fallas que seguramente tenían los seguidores de Juan Bautista y los fariseos, Jesús llamó la atención sobre sí mismo como el esposo, el que organiza la boda, y por lo tanto quienes le ayudan están ocupados, de fiesta y no de duelo. Ante las injustas comparaciones que los hipócritas hicieron el Cristo no comenzó a hacer sus propias comparaciones y atacar las debilidades de las personas con quienes le compararon, sino que mostró quien es El.
El peligro del ritualismo: en 6:1-5 Jesús y sus seguidores son acusados de violar la ley, de ser delincuentes, porque arrancaban espigas el día de reposo para comer. ¿Quiénes le acusaron? Los hipócritas nuevamente. Ellos no se preocuparon por preguntar “disculpen pero ¿Cuándo fue la última vez que comieron? Hemos escuchado que vienen de Galilea y eso queda lejos ¿Comieron ayer, antier, la semana pasada?” No, ellos estaban interesados en su mezquina tradición sobre lo que se podía o no hacer en día sábado. Jesús les llama ignorantes al preguntarles “¿Ni siquiera leyeron lo que hizo David cuando tuvo hambre, como entró en el templo y comió los panes que eran destinados a los sacerdotes?” Si Dios hubiese considerado un delincuente a David y sus amigos habrían caído fulminados en la casa de Dios, pero nos quiso mostrar lo que los hipócritas olvidan: su misericordia atiende nuestras necesidades, el hombre es más importante que los rituales.
El peligro de la insensibilidad: en 6:6-11 un hombre con una mano enferma es sanado en día de reposo. Los hipócritas atacaron, esta vez haciendo silencio cuando Jesús les preguntó “¿es lícito hacer bien en día de reposo?”. En las 4 oportunidades anteriores ellos eran quienes habían iniciado la acusación y preguntado a Jesús, pero ahora Jesús toma la iniciativa para darles la oportunidad de ver las cosas como Dios las ve. Ellos en cambio mostraron su falta de sensibilidad, guardaron silencio. Allí estaba un enfermo, alguien con una gran necesidad, y ellos sabían de la fama de Jesús para sanar enfermos. En lugar de mostrar compasión y pedir sanidad para el enfermo, callaron. El pasaje termina con Jesús sanando al hombre, y los hipócritas decididos a acabar con el Maestro. La insensibilidad lleva al odio.
¿Te diste cuenta que los ataques fueron hechos realmente contra Jesús? Los lanzaron contra sus seguidores, pero en el fondo fue un ataque a Jesús. Una fe superficial, condenar a otros, comparar personas, ritualismo e insensibilidad, son conductas que atacan al Cristo mismo. Cuando actúo como hipócrita estoy manifestando que menosprecio a Jesús mismo. En el pasaje los hipócritas acusaron a Jesús de: 1) Blasfemo, 2) corrompido, 3) desordenado y 4) delincuente, por lo que en el quinto encuentro ya le odiaban.
El remedio infalible: cuando me disponía a orar Dios me habló de nuevo. José, el remedio. No es una coincidencia que los versículos con los que empieza y termina esta porción del evangelio dicen casi lo mismo. Lucas 5:16 dice que Jesús “estaba retirado en lugares solitarios orando”, y en 6:12 dice “salió al monte a orar y pasó la noche en oración a Dios”. La oración es el abono de la fe, y fue constante en la vida del Cristo. La oración preparó a Jesús para enfrentar y vencer la hipocresía. Esa es mi arma, orando me pongo en manos del Padre. Una vida de oración a Dios me fortalece para vencer mi tendencia a ser hipócrita, viviendo en verdad.
Oh Padre, Perdóname por haber sido hipócrita. Dame una fe con raíces profundas, enséñame a no condenar, líbrame de ritualismos y religiosidad, dame un corazón sensible para los demás, y que cualquier destello de odio sea desterrado de mi alma. Amen.
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