miércoles, 12 de junio de 2013

TU REFRIGERIO ESPIRITUAL DE HOY: Jesús y las mujeres Lucas 7 y 8


JOSÉ GIL

He venido observando que desde hace algún tiempo ha resurgido, con fuerza, la promoción de programas en TV, y películas de Hollywood, en la cual se procura demostrar que Jesús fue un hombre. Desde el llamado “Evangelio de Judas”, hasta películas como “El código D’ Vinci”, se sugiere y afirma que Jesús fue un hombre, resaltando que se haya casado y tenido hijos, que murió, y se quedó muerto.

Lo que más llama mi atención es que en su intento por demostrar que Jesús fue un hombre el esfuerzo se haya centrado en que se haya casado y tenido descendencia. En realidad la Biblia misma afirma, sin dejar dudas al respecto, que Dios se hizo hombre en la persona del Cristo, en Jesús. Los intentos por mostrar la hombría de Jesús son causados en realidad por quienes ignoran o niegan la palabra Divina, y el objetivo es negar la deidad de Jesús.

Pensaba en eso cuando me encontré leyendo Lucas 7 y 8, en los cuales el medico narra tres oportunidades de cercanía de Jesús con mujeres. Era un tiempo en el cual las mujeres eran relegadas como inferiores, cuya opinión y voluntad estaba adscrita a la del hombre, al punto que ni siquiera contaban para el censo poblacional. Sin embargo, en esas tres ocasiones del pasaje Dios me ha mostrado algo que había pasado inadvertido para mí, se trata de tres aspectos del carácter del Señor, que le muestran como un hombre, todo un hombre, un verdadero hombre.

Quiero compartirte hoy esas tres cualidades que muestran como Dios espera que sea un hombre. Es una verdad fundamental que fuimos “hechos a imagen y semejanza de Dios”. En Lucas 7-8 encuentro la imagen y semejanza de Dios, reflejados por el mejor y mayor hombre que haya pisado esta tierra: Jesús, y su trato a las mujeres.

Compasión: la primera ocasión se narra en Lucas 7:11-17 Jesús venia seguido de una multitud. Puedo imaginar el alboroto de los que hablaban de las maravillas que habían presenciado, los que cantaban, y los que reían. Era como una fiesta en el camino. Jesús se encontró con una viuda, quien iba por el camino para sepultar a su joven hijo, su único hijo. Ella también era seguida por mucha gente. La fiesta de quienes seguían a Jesús tropezó con la tristeza. El texto en 7:13 será de mis favoritos mientras viva: “Jesús fue movido a compasión por la mujer, y le dijo no llores”. ¿Notas que no dice compasión por el difunto o la multitud, sino por aquella mujer quien sufría la más profunda pena? Vi a mi madre andando el camino para sepultar a mi padre y a cada uno de mis hermanos con quienes crecí, así que conozco el solitario y doloroso camino que va de casa al cementerio. En aquel contexto social la situación emocional, moral y económica de una viuda sin hijos era digna de compasión, mientras el dominio social y religioso de los hombres de esa época poco o nada hacían al respecto. Pero aquí está Jesús, todo un hombre, y le muestra lo que un hombre a imagen y semejanza de Dios hará bien en aprender: mostrar compasión.

Perdón: la segunda ocasión se produjo pocos días después en casa de un religioso que insistentemente había invitado a Jesús. En Lucas 7:36-50 se narra lo que ocurrió cuando, estando a la mesa del anfitrión, una mujer entra a la escena y derrama un frasco completo de un fino y costoso perfume (acompañado de lágrimas y besos) sobre los pies del Señor. Llama mi atención que el religioso le pareció indigno que aquella mujer, señalada de prostituta, tocara a Jesús. Me parece que ella conocía la fama y la rectitud del Señor, y vino en busca de paz a su triste corazón, y lo encontró. Pero el religioso estaba molesto con Jesús por permitirle besarle (aunque besaba era sus polvorientos pies), y pensaba “si supiera que clase de mujer es esta”. Entonces encuentro otro texto conmovedor, pues Jesús le pregunta “¿Ves a esta mujer?” El anfitrión solo había tomado en cuenta los antecedentes de la mujer, pero su dolor y vergüenza le fueron invisibles. Jesús entonces le recordó al anfitrión su falta de cortesía al no besarle ni ofrecerle limpieza para sus pies polvorientos y cansados del camino como era costumbre con un invitado. Entonces le propuso una pregunta sobre la parábola de dos siervos cuya deuda fue perdonada. “¿Cuál siervo le amara más?” La respuesta fue correcta “aquel a quien más se le perdonó”. A Simón le molestó la presencia de la mujer pero no parece haberle estorbado la actitud de los hombres que la compraron y usaron. Su corazón parecía pasar por alto con tanta facilidad el pecado de otro hombre, pero jamás perdonaría a una mujer. Recientemente en cierta nación de gobierno religioso acusaron a una mujer de adultera y fue condenada a muerte. La opinión internacional detuvo la sentencia, pero date cuenta que solo acusaron a la mujer. ¿Dónde está el hombre que pecó con ella? Es la misma discriminación del pasaje en Lucas. Entonces veo esa cualidad del hombre verdadero: Perdón, misericordia, para una mujer condenada a la vergüenza, en una sociedad gobernada por hipócritas. El hombre a imagen y semejanza de Dios se muestra como tal en tener un corazón dispuesto a perdonar lo que suele ser considerado imperdonable.

Humildad: el pasaje en Lucas 8:1-3 dice que varias mujeres que “habían sido sanadas por el Señor le seguían”. Luego agrega que “otras muchas le servían con sus bienes“. Siendo Jesús el hijo de Dios ¿Necesitaría a un grupo de mujeres para que le siguieran?. Además, teniendo a su disposición a los ángeles del cielo, y los tesoros de la tierra ¿necesitaba las dadivas que Susana, esposa de un mayordomo de Herodes, u otras mujeres le enviaran? En esta tercera oportunidad Jesús nos muestra una cualidad que revelan a un verdadero hombre: humildad. Aceptar la compañía del primer grupo de mujeres rescataba la dignidad de ellas y mostraba que el reino de los cielos está abierto a hombres y mujeres por igual, y al aceptar la ayuda financiera del segundo grupo de mujeres les hacía participe de “invertir” en el reino de los cielos. En esta tercera ocasión de encuentro con mujeres, la humildad de Jesús pone al descubierto la actitud de un hombre verdadero, uno que sabe que ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios.

Conclusión: Luego de meditar en estos pasajes y ver la forma en que Jesús, hombre, se relacionó con aquellas mujeres, vino a mi mente que para nosotros el prototipo de hombre es el deportista fuerte o veloz, el negociante exitoso, el galán de novel. Una miope imagen de la hombría. Dios puso vida en el vientre de Eva y los genitales de Adán para multiplicarse, pero lo que resalta el carácter de un hombre verdadero en este mundo tampoco es su capacidad para reproducirse sino su disposición a mostrar compasión, perdón y humildad. Ese es parte del legado de Jesús, linaje Divino y de hombre, un verdadero hombre.

Estuve leyendo el libro de Proverbios recientemente, y un texto llamó mi atención con especial fuerza, en 20:6 dice “muchos hombres proclaman cada uno su propia bondad, pero hombre de verdad ¿Quién lo hallara?” Quiero decirte que en Lucas 7 y 8 encontré a un hombre de verdad, a imagen de Dios, en especial en su trato con las mujeres.

Aquellos que vienen a decirnos que Jesús es hombre llegan tarde, la palabra de Dios lo dijo hace miles de años. Pero es primordial abordar la hombría en los términos de Dios y no los del mundo. Alabo a mi Dios porque me invita a aprender a ser un hombre, en especial en el trato a las mujeres, y Jesús es el hombre perfecto para darme esa lección.

Padre, gracias por mostrarme mis faltas en la forma de pensar y actuar como hombre. Gracias porque me enseñas lo que implica ser hombre. Concédeme la gracia para apropiarme del carácter de Jesús, y ser todo un hombre, mostrando esa hombría en un trato compasivo, perdonador y humilde. Amen.

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