lunes, 10 de junio de 2013

TU REFRIGERIO ESPIRITUAL DE HOY: Un pozo profundo Juan 4:1-17, 42

Un pozo profundo

Juan 4:1-17, 42


JOSÉ GIL

La sensación de estar en un lugar oscuro puede ser una de las peores para una persona. De niño vivía en la calle 93, que daba acceso al centro de Maracaibo. Dicha calle fue demolida para dar paso a lo que hoy se llama la Av. Padilla. Durante la construcción, una de las diversiones preferidas entre los muchachos fue meternos por las tuberías de aguas enterradas a 2 metros de profundidad. Se entraba por un extremo y, luego de recorrer unos 20 metros en la oscura tubería, se salía por el otro extremo. Para los muchachos de la cuadra era un desafío para demostrar que se era hombre, en realidad era la imprudencia con que un muchacho arriesga su vida, y agradezco a Dios me protegió de mí mismo en ese tiempo.

Cierto día, cuando hacía el recorrido, algo me ocurrió, tuve miedo. Había hecho ese recorrido otras veces, pero esta vez, casi a mitad del recorrido bajo tierra tuve miedo. No me atrevía a seguir, y no podía retroceder. Por unos instantes me sentí perdido en un hueco bajo tierra. Finalmente me animaron desde afuera y terminé el recorrido, que, decidí, sería el último.

Un encuentro inusual: Cuando leemos Juan 4 encontramos a Jesús en su camino desde la región de Judea, al Sur, caminando hacia Galilea, en el Norte, y pasando por el territorio de los samaritanos, quienes no tenían buenas relaciones con los judíos. Jesús tuvo un encuentro con una mujer samaritana, con quien sostuvo una conversación en la que se hizo manifiesto que su corazón estaba igual que yo en aquella tubería…en un pozo profundo.

El texto que abrió mi entendimiento sobre la soledad de aquella mujer es 4:11 “no tienes con que sacar el agua, y el pozo es hondo”. Fue su respuesta a la firmeza de Jesús al decirle que El podía darle “agua viva”. Meditando en la conversación encontré tres elementos que permiten percibir la soledad no solo de aquel viejo pozo en Sicar, sino la del corazón de la mujer.
Las enemistades heredadas: la primera cosa que la samaritana dijo a Jesús, en 4:9, fue “¿como tú, siendo judío, me pides a mí, samaritana que te de agua?”. En nuestro tiempo la frase hubiese sido algo como “me parece mentira que un hombre, que tienen todas las ventajas sociales, y además judío, que se creen superiores, me pida agua”. Los rencores históricos entre judíos y samaritanos ya eran de larga trayectoria en ese momento, y estaba claro que la mujer había heredado la herida emocional entre aquellas dos culturas.

Era la herida de vivir a la defensiva, resultado de pleitos y rencores, transmitidos de padres a hijos, y aflorando en la mujer frente a aquel pozo.

Su propios resentimientos: hay tres elementos en las palabras de la samaritana que permiten percibir resentimiento: 1) “soy mujer samaritana”, en una cultura machista y habiendo tenido varios maridos su condición económica no era la mejor. Sus paisanos, en especial los hombres, no deben haber sido muy generosos en sus referencias a una mujer con cinco ex-maridos. Es posible que la razón para haber tenido 5 maridos fuera justamente su necesidad de disfrutar protección de hombre, requisito social de la época para no perecer en la indigencia. Aquella mujer no era una prostituta como algunos han pretendido enseñar, pero si algunos ignorantes del presente le señalan de esa forma, siento pena por ella al imaginar cómo habrán sido sus vecinos. Una mujer sola, en un mundo machista, causaba un pozo profundo en su corazón.

2) En 4:15 le dice a Jesús “dame esa agua para que no tenga yo sed”. Es el clamor de quien camina bajo un inclemente sol para cargar agua que calme la sed propia y la de los que están en casa, pero la sed volvería. Esto nos lleva al tercer elemento: 3) “Para que no tenga que venir de nuevo al pozo”. ¿Cuántas veces habría buscado agua en aquel pozo? Todos los días, 1 vez al día, como mínimo. Un gran esfuerzo llegar y cargar el agua, y no menos difícil era lanzar el recipiente al fondo y subirlo. Pero cada día habría que regresar, pues al igual que las demás cosas de este mundo, solo calman ciertas necesidades por tiempo limitado.

Su vacio emocional: en 4:17 Jesús le dice “cinco maridos has tenido, y el que te acompaña ahora no es tu marido”. No sabemos si aquella mujer enviudó en las cinco oportunidades anteriores, o si fue repudiada, o se divorció. Pero en todo caso, había sufrido no una, ni dos, sino cinco separaciones sentimentales, cada una con sus cicatrices y penas en el alma. No conocemos los detalles de lo que vivió, pero podemos imaginar lo que ocurre en el alma de una persona que haya navegado las aguas turbulentas de cinco separaciones…era un pozo hondo, el pozo de la tristeza, de heridas, de soledades.

“No tienes con que sacar el agua profunda del pozo oscuro de mi vida”, esa debe haber sido el llanto del alma de quien ahora, por vez primera en su vida, se encontraba frente a la fuente de agua que calma la sed del alma, que penetra hasta el fondo del pozo más profundo de nuestro ser para calmar la sed interior. Creo que, sin saberlo, ella expresó en esa frase la condición de la mente de muchas personas a nuestro alrededor, e incluso la nuestra en momentos decisivos de la vida.

Un final extraordinario: se nos dice en 4:42 que como resultado del testimonio de la samaritana, y las palabras de Jesús, aquella comunidad, en especial los hombres, reconocieron que Jesús es el hijo de Dios, el enviado a salvarles de sus pecados y dolores. Me impresiona ver como Dios se interesa por tener un compartir personal y lleno de amor y misericordia con los que tienen un hoyo en sus almas, y el resultado es que nos convierte en agentes de reconciliación entre los solitarios frente a sus pozos, con el Padre. Ahora no solo se sacia nuestra sed, sino que podemos llevar el agua a otros sedientos del camino de la vida.

El salmista dice en 103 que Dios es “el que rescata del hoyo tu vida”. Creo que por eso Jesús dijo “el que cree en mí, de su interior fluirán ríos de agua vida”.

Padre, gracias porque eres el agua de vida, y porque la has puesto para calmar la sed de nuestras vidas, gracias porque por profundo que sea el pozo de las heridas por enemistades pasadas, mis propios resentimientos y mis vacíos emocionales, el agua que me has dado me ha dado vida en abundancia. Te pido que esa fuente de agua brote de mi…para que otros calmen la sed de sus vidas. Amén.

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