jueves, 13 de junio de 2013

TU REFRIGERIO ESPIRITUAL DE HOY: Silencio, para poder oír Lucas 9: 21-45


JOSÉ GIL

Estaba leyendo en Lucas 9, mientras hacía pausas para meditar y escuchaba la lluvia cayendo cerca de mi habitación de hotel en Bogotá. Al terminar la lectura en Lucas 9 meditaba en mi propia tendencia a hablar más y escuchar menos. Recordé haber leído el libro “Porque los hombres no escuchan y las mujeres no saben leer mapas” que expone en forma educativa y hasta divertida el hecho que para los seres humanos, en especial los hombres, parece tan difícil guardar silencio y escuchar.

En Lucas 9:21-45 se narran tres oportunidades en las que Pedro demuestra su propia dificultad para guardar silencio, y la invitación de Dios a aprender a escuchar. En lo personal me asombra la facilidad con que las mujeres pueden estar rodeadas de un tumulto de personas conversando, y ser capaces de saber exactamente lo que dijo quien estaba hablando en la mesa cercana. Dios les bendiga. En mi caso necesito quedarme callado y que no haya ruido alrededor para poder concentrarme en lo que me dicen. Me cuesta quedarme callado…debe ser por eso que muchas veces no escucho a mi Padre. Con facilidad criticamos a Pedro su limitada capacidad para escuchar, pero en realidad deberíamos meditar en nuestra propia limitación. Me gusta pensar que el mejor medio de comunicarnos es el oído, no la boca. Quiero compartirte hoy lo que Dios me mostró para mi propia vida en estas tres oportunidades que Pedro habló antes de oír.

Primera ocasión: En Lucas 9:21-26 Jesús les dice a sus discípulos que en Jerusalén sería despreciado por los ancianos y sacerdotes, que sería humillado, muerto y luego resucitaría. Pero también les indicó que ellos mismos debían aprender a no avergonzarse de la humillación que El viviría, que ellos mismos debían prepararse para cruzar el duro camino de la humillación por causa de obedecer a Dios. ¿Alguna vez te han humillado? No me refiero a un asunto trivial, me refiero a algo que realmente te haya hecho sentir el menosprecio de ser tratado como alguien inferior o despreciable. Que interesante que en esta primera ocasión, estando en plena fama su poder y su carácter, Jesús les enseña a sus discípulos que por causa de cumplir el plan de salvación de Dios por amor al mundo, estaba dispuesto a morir. Allí estaban sus discípulos, quienes más le escucharon predicar, pero ¿Estaban oyendo? Me impresiona que Jesús guardó silencio ante Pilato, no dijo palabra ni para amenazar ni para demostrarle que todo aquello era un complot, una cobarde injusticia. Jesús “guardó silencio ante sus trasquiladores”, porque estaba determinado a oír y obedecer la voz del Padre. En cambio, la noche que fue entregado Jesús, su amado Pedro no supo guardar silencio sino que habló y habló y habló…para negarle, para convencer a las demás personas que él no era quien era, para salvarse de la humillación. Bien dice el libro de Proverbios que “en la multitud de palabras no falta el error” ¿Qué hubiese hecho yo ante Pilato y el Sanedrín si hubiese estado en lugar de Jesús y contara con su poder, pero sin oír la voz del Padre? Lo más seguro es que no hubiese habido crucifixión y en cambio unas cuantas tumbas habrían sido preparadas para todos ellos. José, aprende a guardar silencio, toma tu cruz, cada día, y sígueme. No te avergüences de mi José, y yo no me avergonzare de ti.

Segunda ocasión: En Lucas 9:27-36 se narra el extraordinario hecho de la transfiguración de Jesús y la aparición de Elías y Moisés a su lado. En esta oportunidad le acompañaron tres discípulos que él mismo invitó: Pedro, Jacobo y Juan. Solo habían pasado 8 días desde el momento en que Jesús les había dicho que iría a Jerusalén y moriría y resucitaría, pero pedirles a estos tres hermanos que recordaran aquellas palabras es como pedirnos a algunos de nosotros que recordemos de que trataba la predicación del domingo pasado. En Lucas 9:32 nos dice que los tres compañeros de Jesús “estaban cargados de sueño”. Ellos se perdieron la conversación de Moisés, Elías y Jesús, aunque el pasaje nos dice en 9:31 que hablaban de “lo que estaba a punto de cumplirse en Jerusalén”. Al despertarse completamente y ver a los tres seres refulgentes, a nuestros tres hermanos les pasó como nos pasa muchas veces cuando no ponemos atención al fondo del plan Divino sino a la superficialidad de las apariencias. ¿Cuál fue su reacción? En lugar de preguntar de que hablaban o de que se habían perdido, Pedro le dijo a Jesús “vamos a construir tres tiendas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías”. Me gusta la sencillez de Pedro, pues propuso construirles un tabernáculo de adoración y vivienda a Jesús y sus dos amigos celestiales, mientras el mismo se ofrecía a quedarse fuera. Debe haber pensado que con Moisés y Elías apoyando a Jesús algo grandioso y poderoso iba a ocurrir, y él quería ser parte del asunto. Aún no había terminado de cerrar su boca Pedro, cuando “vino una voz del cielo que dijo, este es mi hijo, el escogido, a El oíd”. Lo pondré de esta forma “Pedro, guarda silencio y oye, necesitas aprender a hablar menos Pedro, a guardar silencio para que oigas claramente mi voz en tu vida”. Si sustituyo el nombre de Pedro por el mío, tendré con claridad la instrucción de Dios para mi vida: Escucha a mi hijo, y ponle atención.

Tercera ocasión: Lucas 9:43-45 nos presenta una tercera oportunidad en que Jesús anuncia que el reino seria introducido, inaugurado, a través del servicio, del sacrificio, de su muerte y resurrección. ¿Sabes lo que ocurrió en esta tercera oportunidad? Me asombra que apenas la noche anterior habían presenciado la transfiguración y habían escuchado la voz del Padre, sin embargo en esta tercera ocasión en que Jesús les habla tampoco oyeron ni entendieron, y además “temían preguntarle”. Preferían no hablar del asunto, les asustaba las palabras de Jesús, hacían como muchos de nosotros hacemos cuando la voz de Dios nos dice algo distinto a nuestra preferencia o nuestra agenda personal. En lugar de oír con atención lo que les estaba siendo revelado de Dios en cuanto al sacrificio que antecede a la grandeza, comenzaron a discutir “quien sería el mayor entre ellos” pero sin sacrificio alguno. Esa actitud me hace recordar la historia de una pareja de ancianos que sentados frente a su casa estaban en silencio, la esposa escuchaba voces lejanas del coro de la iglesia que ensayaba, y el anciano ponía atención al sonido de los grillos de la noche. Ella de pronto le preguntó ¿No es hermoso ese sonido?, a lo cual él respondió: Oh si ¿Sabías que ese sonido lo hacen frotando sus patas traseras? Claro que me produce risa, y también me hace reflexionar en que, muchas veces, en mi vida, al igual que a los discípulos, Jesús me habla en una dimensión y yo estoy en otra por estar atento a otras cosas mientras El me habla. Dice la palabra “El Eterno está en su Santo templo, guarde silencio delante de El toda la tierra”.

Padre, sabes cuánto me gusta la quietud, el silencio, y escuchar a Mozart o Vivaldi, pero también sabes que tantas veces no pongo esa misma atención a oír tu voz. Se dice que los hombres no sabemos escuchar, no sé si eso es cierto en todos pero en mi si lo es, y yo quiero aprender a oírte. Perdona mi falta de atención a tu voz. Dame un oído presto para oír, y concédeme un corazón sensible para obedecer con entusiasmo. Te alabo por tu amorosa persistencia para hablarme. Bendito seas Padre. Amen.

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